jueves, 1 de octubre de 2020

El cosechero


#CancionesDeCuarentena número 45.

Dice el filósofo contemporáneo Pancho Ibáñez que todo tiene que ver con todo. Así, los vínculo entre las cosas y los hechos son infinitos y muchas veces insólitos e inesperados. Por ejemplo, hace unos días me acordaba de la tía Pilar, aquella tía postiza que fuera tan amiga de la Emma. La que me decía "gurí".

lunes, 28 de septiembre de 2020

No soy de aquí ni soy de allá





Hay canciones que a uno lo acompañan desde siempre. No sé cuándo escuché por primera vez esta canción pero sé que ya la canturreaba cuando apenas si sabía hablar. Recuerdo que yo era chiquito (¿cinco? ¿seis años?) y una amiga de la Emma, una entrerriana llamada Pilar, me escuchó cantarla bajito mientras dibujaba tirado en el suelo de la casa de la calle Paso. En eso entró mi vieja y habló fuerte. Entonces Pilar la hizo callar.

- ¿No ves que el gurí está cantando? -le reprochó.

Y como yo me había callado de repente, Pilar me dijo:

- Seguí nomás, gurí. Pero ahora cantala sin vergüenza, que la tía Pilar ya está medio sorda.

No era cierto. Pilar no era sorda. Era una de las minas más lúcidas y alegres que haya conocido, aunque su mirada fuera de las más tristes. No podría corroborarlo (porque yo era chico todavía y había muchas cosas que no alcanzaba a comprender) pero estoy segurísimo de que su vida no había sido sencilla. Sin embargo, con su sempiterno cigarrillo entre los dedos, cuando era necesario se las arreglaba para sonsacarte una sonrisa a como diera lugar. Era una mina de campo, medio guasa para hablar, siempre con esa voz estruendosa que no concordaba con su cuerpito diminuto.

Esa tarde yo canté a voz en pecho por primera vez en mi vida. Y ella bailó con ampulosos pasos de vals. Y nos reímos. Y me abrazó al terminar. Porque ella siempre me abrazaba. Aunque no cantara.

Ese es uno de los primeros recuerdos que me trae esta canción, el de la tía Pilar, que un día no volvió a aparecer por casa. Fue por la época en que la Emma anunció que se iba a casar otra vez. El Gordo a la tía no le gustaba nada. Lo sé porque una vez la escuché decírselo a la Emma (el departamentito de la calle Paso era tan diminuto que era imposible no escuchar lo que cualquiera hablara por los rincones). Imagino que las amigas se habrán peleado por eso y el paso de los años reavivó mi cariño hacia aquella pajuerana entrañable que supo ver lo que la Emma no.

Otro recuerdo asociado con esta canción me lleva a mis trece años, cuando la Emma comenzó a presionarme para que estudiara inglés. Yo no quería. Siempre sentí un extraño rechazo por ese idioma y poco ha cambiado desde ese entonces hasta hoy. Por eso, un día, mientras canturreaba "No soy de aquí..." decidí que me gustaban "las canciones en francés" y me inscribí en la Alianza Francesa.

Cinco años después, siendo yo un alumno avanzado ya, la profe dividió el curso en grupos y nos propuso escribir un pequeño guión, cómico o dramático, para representar ante todos. Joji y yo éramos carne y uña, él tocaba muy bien la guitarra y, una tarde en que nos reunimos en su casa para organizar el trabajo, lejos de pensar en un guión y mucho menos de hablar en francés, nos pusimos a cantar. Fue una gordita, cuyo nombre ya no recuerdo, la que tuvo la idea que nos sacó las castañas del fuego. Nuestro trabajo sería un resumen de aquella reunión hasta ese momento infructífera.

- Pero vamos a tener que traducir la canción -acotó María Rosa, la mayor del grupo, que tendría por entonces unos veinticinco.

Así fue como terminé cantando en francés en público por primera vez en mi vida ("J'suis pas d'ici et de nulle part / Je nái pas d'âge ni d'avenir / et être hereux est ma couleur d'identité"). Y el éxito fue tal que a la profe se le ocurrió una idea delirante: reunir todos los trabajos y representarlos ante todos los cursos de la sede. No todos se animaron, pero los que sí nos pusimos las pilas para que todo saliera a pedir de boca. Estudiábamos entonces en la sede de Ramos Mejía y el día de la representación asistió la directora de la Alianza de Flores, quien quedó tan entusiasmada que nos invitó a hacer una presentación también en su sede. Así fue cómo terminamos haciendo representaciones también en Almagro, en Belgrano y en Caballito. Y no llegamos a la sede central de la Avenida Córdoba porque no fue posible coordinar una fecha libre en el auditorio. En lo personal, fue un año glorioso el año ochenta. Y hubiera sido perfecto, si no hubiera existido el marco dictatorial que lo cercaba.

Muchas más historias me unen a esta canción. No todas tan felices. Incluso la de mi mala comprensión de la letra que, a lo largo de muchos años, me llevó a asociar las palabras de su título con esta otredad que siempre me acompaña, esta sensación de no hallar mi sitio en el mundo, de sentirme siempre ajeno, en una dimensión a la que el resto de los mortales no tiene acceso. Nada más contrario a la idea de Facundo Cabral, un tipo que no era de aquí ni de allá porque era de todos lados, porque era un tipo universal, alguien que, fuera donde fuera, sentía ese suelo como propio.

No obstante, no soy tan extraño como algunos suponen. Ser feliz también "es mi color de identidad". Lo que pasa es que cada quien es feliz como y cuando puede... Y quien te dice que mi cuándo hayan sido estos meses tan oscuros de la cuarentena y mi cómo, este tardío aprendizaje de vivir a solas conmigo mismo.


jueves, 17 de septiembre de 2020

Tengo miedo, Torero

Las locas llevan en su misma esencia la temeridad. La temeridad de ser quienes son sin condiciones. No conocen otro modo y quienes escondemos bajo la alfombra varias cobardías sabemos venerarlas.

viernes, 11 de septiembre de 2020

Deshonra nacional


Domingo Faustino Sarmiento fue un adelantado a su época. Ya en el siglo XIX promovía las ideas eugenésicas que, en el siglo XX, llevaron adelante los jerarcas del nazismo.

domingo, 6 de septiembre de 2020

Pequeña serenata diurna


(#CancionesDeCuarentena número 38).

Conocí a Silvio Rodríguez cuando apenas se estrenaba la década de los 80. Por entonces, yo estudiaba Letras en la UBA, en el inefable edificio de Marcelo T, entre Azcuénaga y Uriburu. Todavía eran épocas de dictadura, poco consustanciadas con el libre ejercicio de la intelectualidad. 

jueves, 3 de septiembre de 2020

lunes, 31 de agosto de 2020

Romance de Curro "el Palmo"


(#CancionesDeCuarentena n° 36) 
Yo aprendí a leer a los cuatro años, durante el verano del 66. Por razones organizativas, durante el receso de clases y después de las fiestas, la Emma (que trabajaba todo el día) me enviaba de "vacaciones" a casa de mis padrinos. También en las vacaciones de invierno. Los mejores recuerdos de mi niñez son de aquellas épocas. 

martes, 25 de agosto de 2020

Llévame volando hasta la luna (Fly to the moon)

FLY ME TO THE MOON (#CancionesDeCuarentena número 35)


Tuvieron que pasar 34 canciones antes de que llegara una en inglés. Es que cada día me gana más y más mi pertenencia al comando iraní-venezolano-tercermundista, entrenado en Cuba y bancado por la logia internacional marxista-keynesianista con sede en el Himalaya. Así de jodido soy.

lunes, 24 de agosto de 2020

Las Hojas Muertas


Canciones De Cuarentena número 34. 
Este es otro de los pedidos especiales de Angélica Fernández. ¡Y vaya que es especial! 

domingo, 23 de agosto de 2020

¡Ah, malhaya, un trotecito!


¡AH, MALHAYA, UN TROTECITO! (#CancionesDeCuarentena N° 33) 

Hoy se viene preparando un día soleado y luminoso como el de ayer. Eso me predispone a cantar algo animoso. Y para eso no hay nada mejor que un pasaje llanero, de esos que se cantan sin respiro y apenas tiene uno tiempo para encajar la letra, jeje.

lunes, 17 de agosto de 2020

La Trilogía del Baztán


Que tu ex esposa, la madre de tus hijos, te mande un mensaje a las tres de la madrugada acojona un poco. No lo voy a negar. Pero tenemos las estadísticas a favor y, en los últimos diecinueve años, las malas noticias se pueden contar con una mano. Este caso pasa a confirmar la norma.

lunes, 20 de julio de 2020

La misma pero distinta


La curiosidad siempre me ha deparado lindas sorpresas (y aquí imagino la sonrisa de alguien que bien sabe que, en general, las sorpresas me producen urticaria).

jueves, 16 de julio de 2020

Es raro


Muchos se sorprenderían si les contara que paso la mitad de mi tiempo imaginando cómo les relataría a los demás cada cosa que me pasa. Aun las más intrascendentes. Incluso las vergonzosas. La otra mitad no me queda más remedio que vivirla de modo efectivo (o al menos del modo que la gente normal considera como tal).

sábado, 11 de julio de 2020

El arte de la discusión en el barrio de Flores


Como decían los chinos, en este mundo la certeza no es más que una ilusión. Nadie puede estar seguro de nada. Todo juicio puede ser falso, incluso éste. Y el ejercicio de la inteligencia no alcanza a aclarar las cosas. Más bien puede decirse que las complica. Todo esto produce en los paisanos un cierto desasosiego: uno recorre la vida buscando alguna verdad y apenas si encuentra señales confusas. De lo absoluto, ni la sombra. Así, de tanto andar entre fantasmagorías, algunos pensadores llegaron a sospechar que el propósito final del universo es el desengaño. Sin embargo, conviene imaginar lo espantosa que sería la vida sin la existencia de asuntos dudosos. Un mundo con respuestas para todo sería también un mundo sin preguntas. Y también sin esperanzas ni sueños. En otras palabras: es sólo en el terreno de la incertidumbre donde nos está permitido macanear libremente.

Por Alejandro Dolina

Revista Humor
abril 1984

domingo, 5 de julio de 2020

Extinción (2015)



Hace algunos años (supongo que tres o cuatro) escribí ya una crítica sobre esta película que (en su momento y hoy de nuevo) me perturbó, me emocionó y me hizo reflexionar. Todo al mismo tiempo. Lamentablemente, esta red social no permite el acceso a las publicaciones propias más antiguas, por lo que me fue imposible encontrarla, ahora que he vuelto a ver el film.

viernes, 1 de mayo de 2020

El cuchillo perdido en cuarentena


Ya he dicho en alguna oportunidad que, por razones meramente pragmáticas (a saber, que no se me acumule la vajilla sucia en la bacha de la cocina), tengo solo unos cuantos platos, dos cuchillos, dos tenedores y dos cucharas. Cucharitas de café sí tengo unas cuantas, por razones obvias. Imaginarán entonces que, ante tal carencia de recursos, los utensilios reparten sus días en un triángulo vicioso que va del escurreplatos al plato donde como, de ahí a la bacha de lavado y finalmente de regreso al escurreplatos.

El hecho es que nunca fui un fanático de los quehaceres hogareños y, desde que comenzó la cuarentena, la disponibilidad horaria, lejos (muy lejos) de corregir ese mal hábito, lo ha incrementado. Y es ahí donde cobra mayor mérito la precaución de no acumular vajilla innecesaria.

Ayer, mi menguada capacidad de enseres sucios estaba al límite y procedí (como acostumbro) a hacer uso de la esponja y el detergente. Cuál no fue mi sorpresa cuando descubro que me faltaba un cuchillo. Como comprenderán, no había mucho donde buscar y el cuchillo no estaba. Revisé exhaustivamente la cocina, dentro de la heladera, ¡dentro del microondas!, me tiré al suelo y busqué debajo del mueble bajomesada, inspeccioné por detrás de la cocina, dentro del horno... ¡Nada! Ni señas del cuchillo perdido. Se me ocurrió entonces que tal vez lo hubiera echado a la basura sin querer, por lo que me calcé guantes de goma y escudriñé entre los desperdicios. ¡Tampoco!

Sin haber dilucidado el misterio del cuchillo perdido y en consonancia con el viejo axioma que afirma "aparecerá cuando no lo busque", me preparé un café y subí a mi habitación para ver una película. Luego me quedé dormido y juro que soñé con el cuchillo.

Fue un sueño turbulento y confuso en el que alguien o algo lo usaba como arma en mi contra y me hacía cortes paralelos a lo largo de todo el brazo izquierdo. Lo vi con increíble claridad: mango de plástico negro, hoja de acero muy delgada y filo aserrado. Un cuchillo como cualquier otro, de esos que se venden de a docena en los negocios de baratijas plásticas.

Sin duda, esa tortura se inspiraba en mi visita de hace unos días a la carnicería, donde uno de los chicos carniceros (joven de unos veintitantos) tenía el brazo izquierdo lleno de grandes cicatrices paralelas desde el hombro hasta la muñeca. Ese brazo (lacerado vaya uno a saber por qué ritual) me dejó turbado y, por lo visto, la impresión hizo causa común con mi nueva incertidumbre. No recuerdo que, en el sueño, las heridas me causaran dolor pero sí tengo patente los ríos de sangre que manaban de mi brazo. No lo dije ni lo pensé pero yo sabía que iba a morir. Y lo peor (pienso ahora) es que la muerte me alcanzaría sin saber quién o qué había robado mi cuchillo para atacarme.

Como suele suceder en estos casos, la adrenalina a tope hizo que me despertara. El corazón galopaba y la garganta era un arenero. Descorrí las sábanas, me senté en el borde de la cama, me calcé los lentes y me puse de pie. Todavía inseguro de mis piernas me asomé al precipicio de la escalera que me lleva a la planta baja y descendí con inusual precaución.

Ya abajo, en tierra firme, bebí un vaso de agua y me quedé apoyado contra la heladera durante un largo rato, con la mente en blanco. De pronto, sentí deseos de comer algo dulce. En mi última salida había comprado una lata de duraznos que todavía no había abierto. El sudor frío aun refrescaba mi nuca y me pareció una buena idea combatir tan desagradable sensación con la suave caricia del almíbar en mi garganta.

Y entonces sucedió lo inesperado. Lo que jamás hubiera imaginado.

Abrí el cajón de los cubiertos buscando el abrelatas y ¡allí estaba! ¡Era el cuchillo perdido!

Ahora estoy más preocupado que nunca. Queda claro que la persona o el ente que me atacara en el sueño es real, que planea hacerme daño y, para ello, escondió el arma homicida en el único lugar de la casa donde yo jamás lo buscaría.

sábado, 14 de marzo de 2020

La mosca de Virgilio


Hoy voy a compartir un fragmento de un libro que estoy leyendo, que trata de las falsas noticias históricas y de cómo, ya en tiempos de los romanos, los historiadores (los periodistas de la época) y la propaganda oficial de los emperadores desvirtuaban la realidad a fin de llevar agua para sus molinos. Una historia tan vieja como el mundo que hoy nos sigue pareciendo nueva.

martes, 18 de febrero de 2020

Justicia por Fernando


Fernando Báez Sosa fue la víctima. Su madre y su padre son quienes merecen que se haga justicia, pero también sus demás parientes, su novia, sus amigos y amigas y, sobre todo, la sociedad. Eso no está en duda.

lunes, 27 de enero de 2020

La Edad de las Locas


La edad de las locas es una manera interesante de inadaptación social. “Un homosexual está desplazado”, escribe Didier Eribon, “en todos los sentidos de la palabra”. Una capacidad de engañar al calendario de la desdicha profetizada. O de reírnos de la dignidad que nos toca asumir dentro de alguna institución egregia, como un juez supremo que desfiló con un turbante a lo Garbo en la intimidad de un cuarto de hotel, simulando peluca señorial. No en balde durante la dictadura engañábamos a la cana simulando ser artistas de varieté. Nadie más listo que nosotras en el oficio de revelar el lado absurdo de las situaciones y la pedorrada de los roles. Es que por obra de la inadaptación originaria comprendemos mejor que otros la ironía inagotable de la fatalidad; un saber que nació apenas advertimos de chiquitos que no hay acontecimiento feliz que no esté habitado ya por la muerte. Que en medio de la algarabía de la mesa familiar está escondido el cadáver de un niño, el nuestro. Y que llegará el momento de desenterrarlo, porque nos acompañará siempre.



martes, 14 de enero de 2020

Treinta y dos de enero



Alumno varón, 23 años, clase media, aspira a aprobar ingreso a UTN después de tres intentos fallidos (burro pero pertinaz).

Yo: Hoy es 14 de enero. ¿Qué fecha va a ser dentro de 17 días?
Alumno: 31 de enero.
Yo: Bien. ¿Y dentro de 18 días?
Alumno: 32 de enero.

Me soltó la respuesta sin la menor sospecha de un posible error. Casi como sobrándome, como diciéndome "¡Mirá la pelotudez que me preguntás!".

El diálogo derivó de un problema en el que se hablaba de los años bisiestos. El joven desconocía por completo el concepto. Jamás había escuchado la palabra.

¡23 AÑOS!

Es asombroso que alguien pueda atravesar toda su escolaridad sin que algún maestro o profesor (¡o algún progenitor!) haya podido inculcarle conceptos básicos y elementales de la cultura en la que se desarrolla su existencia.

Este chico quiere ser ingeniero. Y yo no dejo de preguntarme en qué hemos fallado como sociedad para que él y otros muchos desaprovechen sus capacidades y crezcan en la abulia y en un desinterés alarmante por el mundo que los rodea. Cuando le pregunté la causa por la que quiere estudiar ingeniería, la respuesta fue, una vez más, sorprendente: "Porque se gana mucha plata", me respondió.

No es un chico feo. Diría incluso que es bastante atractivo. Aunque tiene una mirada que delata el vacío que hay por detrás de sus globos oculares. Me siento culpable por pensar que esa vacuidad craneal no lo deja darse cuenta de que, en su actual estado de ignorancia supina, tiene cero posibilidades de ingresar siquiera a la carrera y que (si de ganar mucha plata se trata) tiene más posibilidades en el campo de la prostitución de alta gama. Susana Gimenez podría ser su ejemplo a seguir.

La duda se cansó de dar vueltas dentro de mi cabeza. Lo conozco ya desde hace más de un año y durante semanas he tratado de descifrar la razón por la que eligió ingeniería como medio para ganar "mucha plata". Finalmente, hoy decidí preguntárselo sin más vueltas y la nueva respuesta fue tan obvia y escalofriante que no voy a poder dormir tranquilo por meses:

- ¡Mirá Macri! Es ingeniero y está podrido en guita. Y hasta fue presidente.

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Esto es todo por hoy. Desde las grises callecitas de esta lluviosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que está tentado en pedirle a este chico que no vuelva más. Es un caso perdido. Me hace mal... Y el recuerdo de sus declaraciones de hoy poblarán mis pesadillas hasta el día en que me muera.


Novelas de Carlos Ruiz Zafón