domingo, 13 de diciembre de 2009

¿Quién es Abel Posse?

Pensaba escribir un artículo al respecto de la designación de este sujeto al frente del ministerio de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, pero no vale la pena. Ya hay otros que lo han dicho todo mejor que de lo que yo hubiera podido hacerlo. Sobre todo el mismo Posse.







Eso es todo por hoy. Desde las convulsionadas callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que aun guarda la tímida esperanza de que nuestro país algún día envuentre el rumbo hacia las soluciones integradoras y democráticas.

viernes, 20 de noviembre de 2009

El valor de una coma


Alguien me envió esto por mail y me parece que está bueno compartirlo. No solo porque es chistoso en sí mismo, sino porque además demuestra que muchas de las cosas que pueden considerarse secundarias no lo son tanto.

EL VALOR DE UNA COMA

Julio Cortázar escribe "La coma" es la puerta giratoria del pensamiento. En efecto, lea y analice la siguiente frase:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda."

¿Dónde colocaría usted la coma?

- Si usted es mujer, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra mujer. Lo que daría:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene la mujer, andaría en cuatro patas en su búsqueda."

Pero, si usted es varón, con toda seguridad colocaría la coma después de la palabra tiene. Y quedaría:

"Si el hombre supiera realmente el valor que tiene, la mujer andaría en cuatro patas en su búsqueda."


domingo, 9 de agosto de 2009

¡La pobreza está de moda!


Esto es algo que no sucedía (si la memoria no me falla) desde que la televisión descubriera que en Tucumán había chicos que se morían de hambre, allá por el 2003.

Rompió el hielo Hugo Biolcati, Presidente de la Sociedad Rural Argentina, con un
discurso en el cual desarrolló extensamente su idea de PATRIA y tras lo cual (ya finalizando) se preguntó: "¿Porque el 27% de los argentinos padece hambre? ¿Por qué hay familias que revuelven los tachos de basura en busca de comida?". Curioso que se lo pregunte recién ahora, siendo que muches de nosotres, sin ser eruditos en la materia, nos lo venimos preguntando desde hace décadas. ¿Habrá algún oscuro trasfondo detrás de la "preocupación" de Biolcati? En esto estoy con el diputado Claudio Lozano: Si tan afligido está, primero hablemos de POBREZA entonces y después de RETENCIONES.

Pero el titular de la SRA no fue el único. Benenito XVI también hizo lo suyo. En un telegrama enviado a la Nunciatura en mayo último, el Papa pidió “reducir el escándalo de la pobreza y la inequidad social” para “hacer posible una sociedad más justa y solidaria”. Con meses de anticipación a la polémica que algunos medios intentan implantar ahora, no hizo más que impartir una bendición apostólica para la colecta Más por Menos de Caritas Argentina. Supongo que ha de ser un mensaje estandarizado similar al que pudo haber enviado a Panamá, Jamaica o Etiopía, pero vino como anillo al dedo para atizar las brasas destinadas a deslucir aun más la gestión del matrimonio presidente. Los medios hacen estas cosas porque saben que funcionan. Ya se sabe que a rio revuelto...

Cuando leía las declaraciones de Biolcati y las palabras de Benenito me asusté. ¿Cómo podía ser que a estas alturas de mi vida pudiera yo estar de acuerdo con esta "gente"? Después me tranquilicé: la pobreza es un escándalo, del mismo modo que la riqueza extrema y vergonzante de muches individues es una obscenidad. E igualmente indignante resulta que personajes de esa calaña se apropien de la defensa de les pobres, como si alguna vez se hubieran preocupado por aquelles que sufren el hambre y la miseria. El mismo hambre y la misma miseria que han alimentado las cuentas bancarias de les que ahora se rasgan las vestiduras. Huelga repetir que les Biolcati, les K, les Benenito y tantes otres han sido desde siempre aliades estratégiques de ese poder que genera la pobreza que hoy tanto les duele. No es necesario decir que NO LES CREO NADA. Y es que les pobres nos les han interesado, no les interesan ni les interesarán jamás en la medida en que no puedan explotarles. La síntesis del genial Quino puede decirlo mejor que cualquiera:


Y ahí está el asunto: estes pobres de hoy, por más que se les exprima, ya no sueltan jugo de tan seques y esquilmades que están. Muy por el contrario, les pobres de hoy se han convertido en una amenaza por la simple razón de que ya no tienen nada que perder y están dispuestes (por decisión o por instinto) a tomar por la fuerza lo que les ha sido arrebatado desde siempre de manera solapada (y no tanto). En este caso, les agresores originales se pretenden víctimas de la INSEGURIDAD y manipulan la opinión pública en su favor. Hay gente que siempre cae parade y puede fumar bajo el agua. El maestro Quino también lo sabía desde hace tiempo:


¿Y nosotres que papel desempeñamos en todo este desbarajuste? Muches de nosotres también hemos pecado por falta u omisión. Otres hemos sido muy inocentes.

En una parte de su alocución, el titular de la SRA decía: "Pienso en Manuel Belgrano, en José de San Martín, en Domingo Faustino Sarmiento, en Juan Bautista Alberdi, hombres que le dieron a la PATRIA todo, sin pedirle nada". ¡Minga que no le pidieron nada! Eran tan de carne y hueso como cualquier hije de vecine y necesitaban al menos el sustento mínimo para continuar con sus patrióticas gestas. El caso más triste, el del pobre Belgrano, que no solo era ideológicamente enemigo de los grandes terratenientes sino que reclamó de la PATRIA los pagos de sus sueldos atrasados hasta el día de su muerte (pagos que nunca se efectuaron, por supuesto). Sin embargo, a dirigentes como Biolcati les conviene fomentar la ancestral prédica cristiana de la mansedumbre. Agachemos la cabeza y banquémonos lo que venga, que nuestra recompensa vendrá recién en la vida eterna. Y entre tanto ¡A JODERSE! que para eso somos pobres.

La pobreza de hoy no la inventaron los K. Los gobiernos anteriores tampoco han hecho mucho por mejorar la situación. A la rata riojana alguien la votó. Todavía hay quienes aseguran que con les miliques y sus amiguites civiles estábamos mejor. La evasión impositiva sigue siendo deporte nacional, como tener empleados en negro o creer que un plasma nos pone por encima de quienes nada tienen. ¿Acaso durante la última campaña electoral alguien priorizó a la POBREZA como uno de los males a resolver? ¿Cuántes de nosotros está de acuerdo con la señora de los almuerzos cuando dice que les pobres no tienen la capacidad de pensar, abriendo las puertas de la democracia al voto calificado? Lo peor que hemos hecho la mayoría de nosotres alguna vez es habernos creído el cuento del sueño americano, fomentando el "no te metás" y el "sálvese quien pueda".


En nuestra comunidad LGBT esto último toma un ribete muy desagradable. Alguien (vaya une a saber por qué... o sí se sabe...) ha decretado que les gays debemos ser todes glamoroses y de clase media/alta. Una de las consecuencias es que nuestra "cultura" invisibiliza a les pobres como pocos otros sectores de la sociedad. Aún más que a les viejes, que ya bien poca atención reciben (o recibimos, bah). "Ser pobre no es vergüenza" se suele decir, pero no son poques les que se niegan a considerar a las personas LGBT con necesidades básicas no satisfechas a la hora de los reclamos. Como hijes de esta sociedad discriminadora que nos amamanta (a veces) hemos acuñado desprecios tan degradantes como "marica talón rajado" y linduras por el estlo, como si solo fuéramos una cáscara, relegando la esencia del ser humano al último plano de importancia. Recuerdo con vergüenza ajena las declaraciones del "señor" Roberto Piazza alegrándose de la muerte de un joven que lo había asaltado en un restorant de lujo. Se me revuelve el estómago cuando el "señor" Jaime Bayly hace uso de los medios para referirse a algo que tenga que ver, aunque sea de lejos, con lo popular.

Queda mucho por decir. Pero sobre todo, queda mucho por reflexionar y por hacer para lograr una "sociedad más justa y solidaria". Dejemos de soñar con llegar a ser como Susana Giménez o como Mirta. Como los príncipes azules, las divas también destiñen y no me cabe duda de que, cuando van al baño, no cagan rosas. Sería mejor aprender de Don José de San Martín (ya que Biolcati dice admirarlo tanto) que alguna vez dijo: "Debemos aprender a distinguir entre los que buscan nuestro bien y los que solo pretenden nuestra ruina".


Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que sabe positivamente que Benenito y compañía están entre les segundes.

miércoles, 29 de julio de 2009

La Teoría de los Quichicientos Demonios


Días atrás, me contaron un chiste que, además de gracioso, me resulta significativo.

Dicen que Cristina (nuestra presidente) citó a los jefes de la oposición para iniciar la ronda de diálogo y para que la cosa fuera más distendida decidieron reunirse a orillas de los Lagos de Palermo. En plena charla, el viento levantó en vuelo las listas de peticiones que llevaban los opositores, diseminándolas por la superficie del lago. Entonces Cristina, para dar muestras de su buena voluntad, se puso de pie y, caminando sobre las aguas, llegó hasta el centro del lago, tomó uno a uno los papeles, los sopló y regresó para distribuirlos nuevamente entre los presentes, completamente secos. La reunión continuó con toda normalidad y se llegaron a acuerdos muy importantes. A la mañana siguiente, Clarín tituló en primera plana: CRISTINA NO SABE NADAR.

¿Notaron que NADA de lo que haga el gobierno conforma a la oposición? Ni a la oposición ni a Mirtha Legrand, por supuesto, quien (según lo dicho graciosamente por el actor Federico Luppi) "se ha convertido en una derechona gorilaza". Aunque en verdad siempre lo ha sido.

Cuando presidía el país Néstor Kirchner, en cualquier mesa de café se decía que el verdadero gobierno estaba en manos de Cristina. La sospecha era sazonada con guarnición de chistes y era, más que nada, una broma. Ahora que ella gobierna efectivamente, la sospecha ha dado un giro de 180 grados y se dice que el que maneja los destinos del Estado no es otro que Néstor. Curiosamente, al revés de lo que sucedía antes, la idea de que la presidente sea manipulada por su marido deja de ser graciosa y se transforma en un pecado capital que hundirá a Cristina en las mazmorras de la ignominia y la demonización. ¿Habrá aquí una cuestión de género sin resolver? ¿Se tratará acaso de un nuevo ejemplo de la proverbial misoginia que define a nuestra sociedad? Como es mi costumbre, lanzo la pregunta y les dejo a mis lectores la elaboración de una respuesta.

Pero voy un poco más allá. ¿Es Cristina el único demonio político de estos tiempos? ¿Qué pasa con su marido? ¿Qué con Guillermo Moreno, ícono de la amenaza y la extorsión en el gobierno de los Kirchner? ¿Qué con Luis D´Elía, dirigente kirchnerista que ha encontrado en el odio hacia la oligarquía su energía vital?

Más que el fútbol, el deporte nacional parece ser el de encontrar DEMONIOS a quienes culpar del supuesto estancamiento en el que se encuentra nuestro país. Digo supuesto porque se me hace que este concepto es de los que une puede considerar como subjetivo en este caso, ya que para algunes estamos atravesando la peor crisis de nuestra historia y para otres nunca estuvimos tan cerca del paraíso terrenal. Al respecto solo diré que he vivido épocas más florecientes (como individuo y como miembro de esta comunidad) pero también debo confesar que (a mi entender) la situación actual de nuestro país no se asemeja ni por lejos a los años de la rata riojana o (mucho menos todavía) a las épocas de Videla y sus secuaces. ¡No jodamos!

Personalmente, no creo en demonios.

Sí creo en la falta de voluntad, en el egoísmo, en las actitudes corporativas, en la soberbia, en la mezquindad, en la ausencia de espíritu solidario... ¡uf!... y la lista sigue. Cualidades que, por cierto, no son patrimonio exclusivo del matrimonio presidente. Los líderes de la oposición han dado ya suficientes muestras de que no son mejores. Nosotres mismes como sociedad también.

"La gente quiere un cambio" repetía un amigo, con toda la euforia, feliz por el triunfo de De Narváez en la Provincia de Buenos Aires, el pasado 28 de junio. Yo me pregunto: ¿de qué cambio me habla? Francisco De Narváez surgió a la política al amparo de la rata y nunca ha renegado de su pasado menemista. Muy por el contrario, él y su socio Mauricio siguen adhiriendo a la ideología que entronara al hoy vetusto caudillo riojano. Ambos dos reproducen en su discurso las propuestas que ya han fracasado en manos de su mentor... O... perdón, me rectifico: esas políticas no han fracasado en absoluto. Las medidas instrumentadas en los '90 fueron sumamente efectivas y terminaron (tal como era su objetivo) con la tarea iniciada por los tantos Krieger Vasena y Martínez de Hoz que han poblado nuestra historia. Eso es lo que nos trae la Unión PRO como propuesta: más de lo mismo para que todo siga igual.

En ese sentido, cuando alguien despotrica en contra del gobierno actual, no me queda otra que mirar a quienes están en la vereda de enfrente. A estas alturas de mi vida ya he aprendido que el sol que entibia los intereses de la Sociedad Rural, de Techint, de les Mariano Grondona, de les Biolcati, de les Macri, de les Ernestina de Noble, de les Eduardo Feinman... ese sol JAMÁS habrá de darle bienestar a les que soñamos un mundo más solidario. No se trata, sin embargo, de optar por lo menos malo. La idea sería la de no facilitarle la tarea al poder que siempre nos ha ninguneado, generar opciones o creer en las que ya existen. En lo que respecta a nosotres mismes, les integrantes de la comunidad LGBT, sería bueno que evitáramos participar también de este sinsentido descomunal que busca soluciones en una ideología que de ninguna manera puede dar respuestas positivas a nuestras necesidades. La derecha ya se ha manifestado en contra de la Ley de Matrimonio para las personas del mismo género, tibiamente apoyaría apenas (y a penas) una Ley de Unión Civil. Ya se sabe que la derecha no acepta la adopción por parte de personas LGBT, que desprecia a les trans y nos considera a todes como enfermes (cuando no pecadores), solo porque en el siglo XXI ya no es políticamente correcto endilgarnos el sambenito de "delincuentes". ¿En estas personas buscamos realmente el cambio? A mí me da más síndrome de Estocolmo que otra cosa. Sensación que podría extender a la sociedad en su conjunto y en referencia no solo a les polítiques que encumbra sino también a les ídoles populares. Las declaraciones que la señora Legrand ha regurgitado en los últimos tiempos exponiendo sus ideas sobre les pobres, los derechos humanos o la defensa de los regímenes democráticos deberían ser razón más que suficiente para merecer el repudio generalizado. Sin embargo, goza de toda la popularidad que un pueblo puede otorgar a una diva de su calaña. En la misma tesitura, podría mencionar a la inefable Su con su prédica a favor de la pena de muerte. Pero el mayor galardón, el Gran Premio al Cretino de Oro de los Medios, yo se lo daría a Marcelo Hugo, un chacal de proporciones que carece de límites y de vergüenza y no trepida en recibir a la rata en su programa (aún hoy) con elogios tales como "Es un honor para nosotros...". Curioso que se emplee dicho término en una situación semejante.

No creo en demonios. No. Ni siquiera otorgo esa categoría a la rata riojana que, hoy por hoy, es uno de los personajes de nuestra realidad que más desprecio. Creo en les canallas, en las personas sin escrúpulos y también creo en las gentes que, con buenas o malas intenciones, les hacen el caldo gordo.

Soy de la idea que nuestro mundo no habrá de cambiar en tanto y en cuanto nosotres, la gente común, no hagamos un mea culpa y reflexionemos sobre lo que hemos hecho (y lo que no) para que las cosas hayan llegado hasta este estado. Denostar al matrimonio presidencial, empleando las palabras que otres ponen en nuestra boca y eludiendo una argumentación sólida, o negar los muchos o pocos aciertos de su gestión es un camino cómodo hacia la frustración de muches y el pingüe beneficio de muy poques. En todo caso, si tan disconformes estamos con el gobierno, lo positivo sería tratar de dilucidar las razones por las cuales les pingüines están donde están, haciendo lo que hacen y lo que no. ¿Qué responsabilidad tenemos nosotres en ello? Si queremos un cambio, optemos por algo nuevo de verdad, por descabellado que parezca. Es de necios negar tozudamente las opciones existentes. Pero si no nos animamos, o nos da igual, o si lo único que nos interesa es seguir mirándonos el ombligo o cuidar el bolsillo, o si nos resulta más fácil hacer la gran Homero y creer a pie juntillas lo que dice la televisión, sigamos admirando y premiando a les que nos desprecian. Total... siempre podremos echarle la culpa de lo que nos pasa a los demonios de turno.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que no necesita inventar demonios para justificar los propios errores... o los ajenos.







lunes, 20 de julio de 2009

¿Amigues?

Durante mucho tiempo me he esforzado por demostrar que las relaciones afectivas entre personas del mismo género no difieren mayormente de las de las parejas heterosexuales. Entre gays y lesbianas suele haber asimetrías de poder económico, conflictos referentes a los diferentes roles a desempeñar dentro de la pareja, lealtades, celos, infidelidades y todos los etcéteras que une pudiere imaginar. Es decir que, parafraseando a Osvaldo Bazán, ser homosexual no significa nada. Sin embargo, en esta fecha tan cara a la idiosincracia argentina como lo es el Día del Amigue, se me dio por preguntar: ¿puede la amistad interferir en las relaciones de pareja entre dos personas LGBT?

Para una mujer heterosexual, los amigos varones de su marido-novio suelen representar un dolor de ovarios, básicamente porque el tipo suele pasar más tiempo con ellos que con ella. Abunda entonces en reproches por las habituales reuniones en el bar, los partidos de fútbol de los viernes por la noche y cosas por el estilo. Si aparece alguna amiga, en cambio, el fastidio trocará en desconfianza y/o paranoia en virtud de la potencial competencia a nivel sexual. Para su fortuna, la amistad entre el hombre y la mujer ha sido puesta en duda desde el inicio de los tiempos y, en general, las contrincantes no se presentan bajo la fachada de una tierna ovejita.

El hombre heterosexual, por su parte, acostumbra ver a las amigas de su esposa-novia (además de como amantes en potencia, si son de su gusto o le tiran onda) como un hato de brujas, apenas inferiores a su propia suegra en cuanto a su nocividad, que gustan en resaltar supuestos defectos del macho para hacerle la vida miserable. Nada que un verdadero macho no pueda manejar. La alarma se accionará si aparece un amigo heterosexual (de ella) que pueda serrucharle el piso. De no ser así, todo permanecerá dentro de los cánones habituales y él seguirá convencido de que el mundo gira en la dirección correcta.

Ahora, ¿qué sucede en las parejas LGBT?

Circunscribiéndome al caso de los varones gays, que es el que mejor conozco o creo conocer (las chicas lesbianas y les chiques trans tal vez puedan darnos oportunamente su punto de vista), opino que, respecto de los amigos, puede conformarse un caldo explosivo que va a estallar irremediablemente, si ambos miembros de la pareja no se manejan con sinceridad y prudencia. Sucede que para nosotros mantienen su validez todas y cada una de las consideraciones vertidas con anterioridad, con el agravante de que (además) un amigo gay de nuestro consorte también representa un contrincante. Uno que nunca falta, puesto que los gays tenemos gran afinidad a entablar amistad con otros gays.

Todo dependerá de la madurez y la confianza que exista en la pareja... Sí, sí, pero, ¿nunca les picó el bichito de la duda cuando perciben esa excesiva efusividad con que su marido-novio se despide de su amigo? ¿Nunca se les estrujó el píloro por querer saber de qué diablos se ríen entre cuchicheos? ¿Nunca le revisaron el celular para saber cuál es la razón que los impulsa a mensajearse de madrugada? ¿Nunca sintieron accesos asesinos al comprobar que ante su amiguito es siempre pura sonrisa y buen humor, mientras que en casa, a solas, se la pasa tirado en el sillón, mirando tele y despotricando contra lo mal que lo trata la vida?

Cierto es que hay casos y casos. Estas líneas intentan ser apenas un disparador que inspire algo de reflexión a favor o en contra de mis argumentos. Reflexión para ir en contra del entorno ¿no?

De todos modos, tampoco es mi intención abogar en contra de la amistad. Sobre todo cuando une misme tiene amigues querides e imprescindibles. Aprovecho la ocasión para saludarles a todes y cada une de les que me hacen más hermosa la vida.

FELIZ DÍA, AMIGUES.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que (diga lo que diga) ha hecho de la amistad un culto, al mejor estilo serratiano:

Mis amigos son gente cumplidora
que acuden cuando saben que yo espero.
Si les roza la muerte disimulan.
Que pa' ellos la amistad es lo primero.




sábado, 27 de junio de 2009

Celebrar con el voto


Estoy más que seguro de que CFK y su gente no nos tuvieron en cuenta al momento de adelantar las elecciones legislativas de este año. No dijeron: "Realicemos el acto eleccionario el 28 de junio para inducir a las personas LGBT a votar con orgullo y celebrar de una manera diferente un nuevo aniversario de la revuelta de Stonewall". Nada de eso. De hecho, ni este ni ningún gobierno anterior se ha preocupado demasiado por nuestros reclamos y necesidades.

Sin embargo, nosotres tenemos siempre la posibilidad, el derecho e incluso la obligación de manifestar nuestro parecer y premiar con nuestro voto a les poques que no han hecho oídos sordos a nuestra realidad. Para eso sería necesario que todes tomáramos conciencia del berenjenal en el que estamos metides.

Ayer por la tarde, me llamó por teléfono mi amigo T... Hacía mucho que no hablábamos y nos pusimos rápidamente al tanto de nuestras últimas experiencias. Él se quejaba de que, en su entorno de amigues y conocides, hubiera todavía tanta inconciencia respecto del vih y que casi nadie tomara las precauciones básicas para prevenir infecciones. Hablamos largamente sobre el tema (a mí me importaba en particular como integrante del grupo de trabajo de la Fundación Buenos Aires Sida). Luego la conversación derivó hacia otros tópicos y, como no podía ser de otra manera, el tema de las elecciones no se hizo esperar. No recuerdo quién de los dos hizo primero la pregunta pero él fue el primero en responder:

- No sé a quién voy a votar... pero creo que a XXX (censuro aquí el nombre del candidato por respeto a la veda política, no es que mi amigo fuera a votar a un actor porno, je).

Mi reacción no se hizo esperar:

- Nooooooooooooooooooooooo. ¡No podés votar a ese tipo! ¿En qué estás pensando?

- No sé... me cae simpático.

- ¡No seas pelotudo! Él y les de su partido están en contra de las leyes que necesita nuestra comunidad.

- ¿Vos decís que es un mataputos?

- ¡¡¡Qué duda cabe!!!

El candidato de marras le resulta simpático porque se muestra en el programa de Tinelli con su sempiterna sonrisa de plástico y porque (al igual que a muches de nuestra comunidad) le gustaría tenerlo en su cama. Mi querido amigo no pensó que ese personaje y muches otres suelen vestirse de cordero para ocultar su total falta de interés en solucionar los problemas de la gente. No tomó en cuenta que, en el caso de nuestras necesidades LGBT, ni siquiera se tomaron el trabajo de camuflarse bajo un disfraz de buenas personas, tolerantes y progresistas. Él y sus compañeres declararon abiertamente que no están dispuestos a apoyar las nuevas Leyes de Matrimonio, Adopción y de lucha contra la Discriminación, cuya aprobación reconocería jurídicamente los derechos que ya nos asisten como seres humanes que somos. Tan solo la nueva Ley de Identidad de Género cuenta con el apoyo de estos sectores conservadores, aunque me atrevería a suponer que solo los mueve en este sentido una falsa concepción de lo políticamente correcto.

- ¿Y a quién voto entonces? -me preguntó al final, amedrentado sin dudas por mi reacción un poco avasalladora.

- Ay, T..., ya sos grande y no voy a ser yo el que te diga lo que tenés que hacer. Pero igual me parece que estaría muy mal si votás a ese tipo. Además, votás en capital y él es candidato para la provincia.

- Ahhhhh... tenés razón. Y ¿vos por quién vas a votar?

Le respondí e hice un poco de proselitismo en favor del único candidato abiertamente gay que se presenta para ingresar en la Legislatura porteña (ups, ¿estaré violando la veda con este comentario?).

Situación paradigmática la de mi amigo. La información y la experiencia personal en relación con el vih lo han llevado a tomar conciencia de los cuidados que todes deberíamos implementar para no perjudicar nuestra salud. Sin embargo, aun no ha logrado incorporar la conciencia necesaria para empezar a defender nuestros derechos y obrar en consecuencia. Se me ocurre que habrá muchos casos como el suyo y apostaría doble contra sencillo a que aquelles que no nos respetan como ciudadanos también lo saben.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que mañana habrá de votar con los colores del arco iris en el corazón. Es una excelente manera de celebrar nuestro Día del Orgullo.

lunes, 22 de junio de 2009

¿Padre hay uno solo?


A mí nunca me dieron permiso para tener hijos. Ni tampoco lo pedí. Del mismo modo en que tampoco solicité autorización para amar, para gozar, para entregarme. Nadie en su sano juicio podría imaginar que tales maravillas de la existencia humana debieran estar regladas por los tribunales del Estado, así como nadie que estuviera en sus cabales debería suponer que uno es mejor o peor padre si prefiere acostarse con una mujer o con otro hombre. Tema remanido que aun hoy (¡válgame dios!) es necesario aclarar a las mentes obtusas que gustan de dictaminar quiénes pueden y quiénes no ejercer un derecho tan indiscutiblemente humano como el de dar y recibir afecto.

¿Les conté alguna vez la historia de mis tres padres?

Creo que no. He hablado en estas páginas harto seguido de mi señora madre (Edipo mediante) pero me parece que mis padres jamás aparecieron en su justa medida. Bueno, hoy es el día.

Señoras y señores: YO TUVE TRES PADRES, a falta de uno. Y adelanto que nada tiene que ver esta historia con alguna experiencia licenciosa de mi progenitora (no que yo sepa).

El primero de mis padres se llamaba César (Cesáreo, a decir verdad, pero su coquetería lo llevaba a apocoparlo). Era un señor correntino que gustaba del chamamé y las guitarreadas, del buen vino y de hacer siempre lo que se le venía en gana. Tanto así que, después de algunos años de convivencia con mi madre y estando ella embarazada de quien suscribe, tomó una decisión que pocos hubieran esperado de un tipo honorable: una mañana se levantó temprano, armó su valija y, sin decir agua va, se fue de la casa. Esa misma mañana se casó con otra y formó una familia que (hasta donde yo sé) no fue mejor que la media de las familias disfuncionales. Meses después, dicen que regresó y trató de raptarme, que protagonizó una escena digna de una película clase "C" junto al vigilante de la cuadra y que nunca más volvió a dar la cara. Bueno, no hasta veinticuatro años después cuando el bebé ya tenía las patas bastante peludas. En su honor, no obstante, también fui bautizado como César, aunque en mi familia nunca se me nombró como tal.

Siendo yo todavía un bebé de pecho, apareció mi segundo papá: don Victorino, quien tuvo a bien cederme su apellido. Hoy en día supongo que la decisión debe haber respondido más bien a ciertas presiones de mi madre que, a fin de lograr su cometido, podía transformarse en un ser exasperante (porque no era "cosa decente" eso de andar por ahí con un hijo guacho). Y ya que cambiaban el apellido, la hicieron completa y arrasaron también con el nombre, que tantos malos recuerdos traía. De ese modo, diez meses después de mi nacimiento, dejé de llamarme César Luna para llamarme Víctor Ramírez, tal como ahora se me conoce. Believe it or not. Yo me desayuné de esta historia hace poco, cuando necesité obtener una copia de mi partida de nacimiento para hacer los trámites sucesorios. En la fotocopia del libro donde estaba asentado mi nacimiento que me entregaron en el Registro Civil figuraba claramente un "CÉSAR" tachado a mano con un "VÍCTOR" superpuesto y una salvedad al margen indicando que la corrección era válida. ¿Cómo era posible que hubieran hecho semejante atrocidad legal? No sé, pero lo hicieron y al parecer no es tan grave porque, en los trámites de la sucesión, nunca me cuestionaron el pequeño detalle.

El caso es que este señor, don Victorino, también desapareció (me inclinaría a pensar que a causa del caráter tan especial de mi señora madre pero no tengo pruebas valederas, más que mi propia experiencia de convivir a su lado durante casi veinticinco años). De allí en más, durante algunos años, carecí de padre y la imagen paterna que me correspondía quedó en manos de mi hermano mayor (medio hermano en realidad, porque su padre no tenía nada que ver con ninguno de los míos aparecidos hasta el momento) y en las de los varios "tíos" que solían frecuentar la casa. Hasta que uno de ellos decidió quedarse.

Él se llamaba José y se quedó en la familia hasta el día de su muerte, posterior a la de mi madre.

Cuando yo hablo de "mi viejo", hablo precisamente de él. Aunque no sé por qué. Los dos primeros no satisfacían ni de lejos las mínimas expectativas encuadradas dentro de la categoría "padre" y éste último tampoco. Era un virginiano demasiado simple que sometió su voluntad a las órdenes de una esposa taurina. Nunca dio muestras de alguna aspiración que no fuera poder ver los partidos de fútbol los domingos en la tele. Trabajaba mucho, eso sí. Nunca nos faltó nada, fuimos a muy buenos colegios, nos dimos ciertos lujos... pero no era de esos padres que abrazan o dan consejos. Sin duda porque nunca se habrá sentido un verdadero padre. ¿Se le puede reprochar eso? Yo sí hubiera querido que lo fuera, aun con sus tantísimos defectos. Incluso llegué a engañarme a mí mismo durante algunos años. Era linda la sensación de tener algo en común con el resto de mis compañeres del cole: tener a alguien a quien llamar "PAPÁ". El hecho de no gustarme el fútbol, ser medio maricón, gordo, estudioso y (por consiguiente) carecer de amigos me transformaba en un freak bastante poco discreto como para añadirle una orfandad paterna. Así fue como decidí valorar en José la única cualidad que lo ponía por sobre los otros dos padres que me regaló el destino: él fue el único que se quedó (lo cual, dadas las circunstancias, no era poco).

Sin embargo, cuando murió me permití llorarlo. Al fin y al cabo era el único padre que había conocido. Lo lloré sin saber muy bien si lloraba por él o lloraba por mí. Si lloraba al que él había sido o al que yo hubiera querido que fuera. Tal vez esta incertidumbre me iguale a tantes otres que, habiendo tenido solo uno, no corrieron mejor suerte que yo con los míos. Al menos (nobleza obliga) le agradezco el orgullo que le iluminaba la mirada cada vez que mis hijes lo llamaban "ABUELO". Que para elles (a dios gracias) fue el único que tuvieron.

Ayer fue el Día del Padre y me acordé de él con mucha tristeza.

Decía mi bisabuela que todes servimos para algo, aunque más no sea como mal ejemplo. Él me enseñó lo que no debía hacer si pretendía ser un buen padre y yo (tan humano como él) asimilé algunas lecciones y otras las sigo aprendiendo a fuerza de equivocaciones. Con el tiempo y cierta madurez, creo que me he reconciliado con su recuerdo. En parte porque nunca tuve el derecho de exigirle ser quien no era y además porque una vez más llegan las frases de mi bisabuela en mi auxilio: "casi nunca vivimos como queremos, apenas como podemos".

Durante muchos años, mi propia paternidad fue una fuente inagotable de temores. ¿Sería capaz de hacerlo bien? Une suele ponerse en estos casos metas demasiado altas y siempre se está al borde del abismo. Hoy por hoy, los temores no se han ido del todo y el camino sigue regado de avances y retrocesos. Tengo, eso sí, una buena excusa que suele ayudarme a superar los momentos aciagos: nadie me ha enseñado a ser buen padre y mucho menos a ser un padre gay (dato este que no debería tener relevancia pero la tiene). Y tengo algo mejor aún: el amor de mis hijes que, de tanto en tanto, me alientan con frases como la siguiente: "Sos raro, pero con esa historia hay que reconocer que bastante sanito resultaste". Y tienen razón.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que, aun siendo gay, tiene todo el derecho a equivocarse, como cualquier padre de vecine.

viernes, 29 de mayo de 2009

La Ilusión de Mascherano


"Cosas vederes que non crederes" decía el Quijote. Y es una expresión que viene a mi mente en pocas oportunidades, por aquello de que une ha perdido en gran manera su capacidad de asombro. Sin embargo, a veces pasa que "el pasmo" (como lo llamaba mi bisabuela) se produce y también a veces pasa que es una grata sorpresa.

Hoy abrí mi cuenta de Yahoo para leer el correo y me encuentro con un titular llamativo: "Someten a estudios a adolescente con órganos de hombre y mujer". Tanto más sorprendente me resultó el hecho de que la noticia tuviera su origen en nuestra provincia de Santiago del Estero. No porque alimente el prejuicio de que en las regiones más conservadoras de nuestro país no existen personas LGBT, sino porque sí sospecho que allí cualquier noticia relacionada con nuestro colectivo no es del todo bienvenida. Sospecha a rever por mi parte por lo visto.

La noticia ha sido publicada por el diario "El Liberal" de Santiago del Estero y reproducida por "La Capital" de Rosario. Se trata de un adolescente que, habiendo nacido con órganos sexuales correspondientes a ambos sexos, fue registrado oficialmente como nena. Pero a medida que fue creciendo, su identidad masculina se impuso y su supuesta femineidad quedó reducida a un mero nombre en el DNI. Vive en una muy humilde casa en la zona rural de Suncho Corral, localidad ubicada a 120 km de la capital provincial y allí todes lo conocen con el apodo de "Mascherano".

Tal como sucede en la gran mayoría de estos casos, Mascherano (según declaraciones de su madre) "por vergüenza y por la burla de sus compañeros" dejó de concurrir a la escuela y optó por dedicarse "a los trabajos duros de la casa, hachando y vendiendo leña en un carro". Duro destino de las personas trans, que deben enfrentarse a un sistema educativo expulsivo y discriminador que les humilla y les niega su genuino derecho a la educación. No me cuesta imaginar a eses niñes haciéndole la vida imposible al diferente, a les padres inculcando prejuicios en las tiernas mentes de sus hijes y a les maestres haciendo la vista gorda ante los sufrimientos infringidos a quien no se adapta a la norma.

No obstante, se da en este caso una situación que (a juicio de quien suscribe) resulta novedosa y, como tal, merecedora de ser destacada. Mientras el sistema de salud de nuestro país también suele ser expulsivo y discriminador, en esta oportunidad Mascherano ha recibido una buena atención que le da esperanzas de poder asumir plenamente su identidad de género. Según fuentes de la Dirección General de la Niñez, Adolescencia y Familia de Santiago del Estero (DINAF), un grupo de médicos lo someterá a una serie de estudios y evaluará la posibilidad de someterlo a una cirugía que preserve su condición masculina.

El diario "El Liberal" también publica declaraciones de la Dra. Mónica Bravo Mayuli, titular del Juzgado de Familia de Segunda Nominación, quien adelantó que al final de todo un proceso médico-legal, el Registro Civil deberá rectificar el acta de nacimiento y otorgarle una identidad masculina al adolescente. La funcionaria se esmeró en dejar en claro: “Antes que nada, debe ser asistido por médicos y sicólogos para que ellos establezcan cuál sexualidad predominará”. Y ahondó la magistrada: “Médicos y psicólogos tienen que actuar y movilizarse en procura del bienestar del menor; también confeccionar informes socioambientales y otorgar contención a toda su familia. Lo más valioso, todos deben contribuir a preservar su identidad e intimidad”. Si todo marcha como debiera, el Registro Civil deberá rectificar el acta de nacimiento e insertar el flamante nombre de varón al menor (que el 30 de diciembre próximo cumplirá 16 años) y luegoconcederle un nuevo DNI con el nombre de César, según la elección del propio Mascherano, en honor a su padre ya fallecido.

Otro de los aspectos que me ha llamado la atención es el trato que se le ha dado al asunto. En todo momento, les redactores de la noticia se refieren al adolescente en género masculino, respetando su identidad de género. Eso está muy bien pero qué distinto al trato recibido por las chicas travestis (por dar un ejemplo), que no logran que se las mencione en femenino, salvo muy pocas excepciones. El tema da para mayores consideraciones pero sospecho aquí otra cuestión de género a investigar: para la cultura imperante parece ser menos "bochornoso" o menos "reprobable" asumir una identidad masculina que una femenina. ¿Habría recibido el mismo trato si Mascherano hubiera sido registrado con nombre de varón y pretendiera asumir una identidad de mujer?

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que no tiene todas las respuestas pero sí un buen abanico de preguntas.


domingo, 24 de mayo de 2009

La culpa no es del chancho


Decía mi bisabuela (vieja sabia como pocas) que el problema de los años no es que pasen sino que se queden y que la primera señal de que la carga se va haciendo pesada no tiene nada que ver con la pérdida de la memoria. "Una se hace vieja cuando pierde el pasmo", sentenciaba Doña Carmen con modismo y contundencia campesina. Y cuando ella hablaba del "pasmo" (creo que vale aclararlo) se refería a lo que hoy en día llamaríamos capacidad de asombro. O sea que la vejez llegaría, según su visión, cuando une deja de sorprenderse, cuando ya lo ha visto todo.

Hete aquí que, bajo esta óptica, hasta hace pocos meses atrás, yo ya empezaba a sentirme viejo.

Que la opinión pública se rasgara las vestiduras en función de una "inédita" inseguridad reinante, sin recordar otros años oscuros cuando les que nos mataban eran casualmente quienes debían protegernos, no me sorprendía en lo más mínimo. Que la Argentina (otrora granero del mundo) fuera asolada por la miseria y el hambre (caldos de cultivo para dengues, cóleras, chagas y otros crímenes sociales de la más variada índole) no me llamaba la atención. La aparición de la gripe porcina barrió desde la tierra azteca con todos los males de la nación y durante algunas semanas ya nadie murió a manos de les drogades y malvivientes sin futuro, a les que solo resta fusilarles contra un paredón, como tan sabiamente postularan les nueves voceres de la idiosincracia vernácula, llámense Susana, Cacho o Marcelo. Que de golpe y porrazo todes pensaran solo en comprar barbijos y devolver los pasajes para México, o que el Chavo pasara a ser algo así como un terrorista sanitario y las costillitas de cerdo, un veneno peor que la cicuta... también me parecía lo más natural del mundo, dado el carácter fácilmente influenciable de mis compatriotes, que al mejor estilo Homero Simpson suelen creer a pie juntillas todo lo que se dice en la televisión.

En verdad me sentía más viejo que nunca. Los años se me habían venido encima todos juntos y no encontraba "pasmo" por ningún lado. Sin embargo, jamás hay que desesperar, porque los milagros existen.

Sucedió que, de cara a las próximas elecciones, el oficialismo anunció las CANDIDATURAS TESTIMONIALES. ¡Eso sí que es novedoso! Te cagan como siempre pero esta vez te lo avisan: "Vos votame que cuando yo gane no voy a asumir y en mi lugar va a estar une de les ñoquis desconocides de siempre". Hasta me sentí emocionado por tanta sinceridad. ¿Será muy descortés de nuestra parte no agradecerles el gesto? Les cuento: ante la evidencia de que, en elecciones anteriores, les polítiques se habían limpiado el trasero con mi voto, esta vez había pensado en poner un papel de lija en el sobre para que al menos les raspara. Pero ahora resulta que con esta inédita novedad me ha entrado la culpa de haberlo pensado siquiera. Más aún sabiendo que semejante anuncio me había hecho rejuvenecer unos diez años por lo menos.

Otra cosa sorprendente es la capacidad de De Narváez para aparecer en cualquier lado. Está bien que con plata se logra casi todo pero igual me parece sorprendente su nivel de exposición. Es casi como el dios cristiano, que según sus seguidores "está en todos lados". Y en todos lados con esa sonrisa plástica, sempiterna, tan europeamente lavada, aséptica, cínica, falsa (¿es necesario que continúe con los adjetivos?). Se lo ve hasta en la sopa y ya ocupa un pavoroso espacio en los subconcientes. A tal punto que, hace algunas noches, en un momento de intimidad entre mi marido y yo, él me preguntó "¿Me ayudás?" y la erección se me volatilizó en cuestión de segundos. ¡No hay derecho!

Después está Tinelli y la gran trascendencia que le dieron los medios a su "Gran Cuñado". Pero eso no me sorprende tanto. Por ahí un poco el espacio que le están dando los noticieros... puede ser... tal vez me hizo rejuvenecer un par de días, pero no es taaaaaaannnnn novedoso. En un país donde los informativos dedican bloques enteros a detallar cómo trabajan los empleados de Google como si no sucediera nada más importante en el país, donde la noticia del día es el cierre de la filial local de Armani o un videíto de Youtube en el que un gatito es amamantado por una chancha (que por supuesto no es mejicana), de qué modo me podría sorprender que la supuesta votación telefónica del programa de Marce fuera analizada al día siguiente como si de un escrutinio oficial se tratase.

Lo que sí me llenaría de asombro sería que los medios hicieran alguna vez un mea culpa, aunque más no fuera un remedo de disculpa por bastardear una profesión ennoblecida alguna vez por periodistas de la talla de Rodolfo Walsh, por nombrar solo uno entre miles. Me asombraría que alguien públicamente reclamara alguna idea a les polítiques que se postulan a legisladores con discursos grandilocuentes vacíos de contenido. Me asombraría que algún fiscal de la Nación procesara a Mariano Grondona por confesar impunemente al aire que en su casa se planeaba el golpe institucional que volteó al gobierno del inútil de De la Rúa. Me dejaría pasmado que las leyes que reclama nuestra comunidad LGBT alguna vez figuraran en las plataformas electorales de los... ¿qué estoy diciendo? ¡Si ya ni se gastan en preparar plataformas electorales!

Y dejo acá, che. Me acabo de dar cuenta que, con tanta reflexión inútil me puse viejo de nuevo.

Ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que ya sabe que la culpa no la tiene el chancho sino quien le niega el paracetamol. Y en eso todes tenemos algo que ver.


martes, 31 de marzo de 2009

Comiendo Caníbales

"Si querés que el canibal deje de comer carne humana, podés hacer cualquier cosa... menos comértelo".

Entre las tantas frases que mi bisabuela solía repetir, esta es una de mis preferidas y resonó en mi mente una y otra vez con notoria intensidad en las últimas semanas. Concretamente, desde el luctuoso asesinato de Gustavo Lanzavecchia.

Si se hubiera tratado de otra persona, de cualquier hije de vecine, no me caben dudas de que su muerte habría sido solo una entre tantas y nunca nos habríamos enterado siquiera de su existencia. A Gustavo Lanzavecchia la notoriedad le llegó gracias al título de "amigo de" que había ostentado hasta entonces sin demasiada trascendencia. La muerte de un simple "negrite" no vende y solo sirve para abultar estadísticas. En cambio, si la víctima es une amigue de une famose del espectáculo (a falta de la del propie famose, que vendería aun más) la cosa cambia. Mucho más si la Diva de los Teléfonos aparece por la televisión consternada, destrozada por el dolor, despotricando contra les que creemos en la necesidad de la vigencia de los derechos humanos, clamando mano dura y pena capital.

"El que mata tiene que morir" fue la frase de la Diva y ya se ha ganado un sitial preferencial en la vasta galería de pensamientos que la Diva nos viene regalando desde hace décadas. Después quiso corregirse y desmintió que fuera partidaria de la pena de muerte. Sin embargo, sus aclaraciones no hicieron más que oscurecer. "La gente no puede vivir encerrada y los ladrones sueltos" afirmó después, sin tomar en cuenta que las cárceles argentinas están superpobladas y que les ladrones también deberían ser incluidos en el concepto de "gente". A continuación, afirmó que "el pueblo argentino siempre ha sido muy manso" y que "en otros países la gente reacciona más". Conceptos discutibles si consideramos hechos históricos tales como la Semana Trágica, el Día de la Lealtad Peronista, el Cordobazo o las protestas de diciembre de 2001 que (según afirman muches) provocaron la caida de un gobierno. Remató, sin embargo, la Diva con un "la mayoría del país piensa como yo", declaración que me tienta a refutarla con el conocido chiste de los millones de moscas y sus preferencias gastronómicas.

Según me han dicho, la Diva siguió hablando y, por fortuna, yo dejé de escucharla. De pronto, recordé sus vínculos con el Padre Grassi, el Mercedes oculto bajo la paja y tantos otros delitos a los que se asoció su nombre y su fortuna y me hice una pregunta que muches deberían hacerse: ¿qué me importa lo que diga la Diva? Ella y todes les que llegaron después colgades de su discurso facho tienen cero autoridad moral para hablar de ciertos temas. Si piensan que la solución llegará de la mano de les militares y las matanzas en masa, deberían estar declarando en un juzgado y no en la televisión.

¡Cuanta locura! ¡Cuánta hipocresía! ¡Cuántes hijes de yuta!

Es que las palabras ya no significan nada y cada cual ejerce su irresponsabilidad como mejor cuadre a sus propios intereses. En el medio de la polémica, los medios hacen su agosto dándole cámara a estes personajes de moralidad e ideología dudosas como si de reconocides expertes se tratara y les vecines entran en pánico sacando afuera lo peor de sí mismes. Paralelamente, se incurre en un empleo incorrecto de ciertas palabras y este error es aprovechado aviesamente por les manipuladores profesionales, que saben que sus dichos serán repetidos hasta el infinito sin cuestionamiento alguno. De ese modo, la vida termina siendo solo un capítulo de Los Simpson.

¿Nadie se ha dado cuenta de que el problema que nos aqueja como sociedad no es la INSEGURIDAD sino la VIOLENCIA?

La INSEGURIDAD de la que tanto se habla no es más que una de las escenas finales de la película. Si nos limitamos a la inseguridad, nos concentramos exclusivamente en la consecuencia sin ahondar en las causas, como si la rabia se acabara con la muerte del perro. Hablar solo de inseguridad es, además, reducir la discusión a lo que me sucede o pueda sucederme A MÍ. Al resto que lo parta un rayo. La muerte del otre me preocupa en tanto y en cuanto quepa la posibilidad de que yo sea la próxima víctima. Los medios conocen muy bien estas pequeñas miserias populares y explotan en su beneficio y con asombrosa eficiencia esta identificación.

El concepto de VIOLENCIA, en cambio, es mucho más abarcativo y nos lleva necesariamente a reflexionar en un contexto que nos incluye de manera diversa: no es lo mismo sentirse inseguro a sentirse violentado y por supuesto que mi propuesta también incluye la posibilidad de ser violento.

Todes vivimos en un marco de violencia y en él, muchas veces, las diferencias entre víctimas y victimarios se desdibujan peligrosamente. Como dice un excelente corto publicitario que se ve en las pantallas argentinas por estos días: "Violencia no es solo el golpe". Ese es el nudo gordiano que debería ocuparnos y que nadie sabe, puede o quiere desatar. El problema no es solo el adolescente drogado que mata por monedas. El problema es también la pobreza, el hambre, la desnutrición infantil, el analfabetismo, la indiferencia, la falta de solidaridad, la degradación de los valores, la falta de contensión... y la lista sigue y sigue. Es violente quien te mata para robarte el celular pero también lo es quien te explota laboralmente, quien te niega el acceso a la salud, a la educación, quien con solo una firma destruye las ilusiones de un pueblo entero, quien se burla de tu condición (cualquiera fuere), quien carece de límites en su carrera hacia el poder... y esta lista también puede ser interminable.

Está tan claro como el agua y quien no lo considere así debería revisar honestamente su escala de valores. Cada une de nosotres debería replantearse seriamente la necesidad de profundizar estos temas en el marco de sus propias convicciones y dejar de permitir que otres nos digan lo que debemos pensar, por más dives de la tele que fueren. Cada une de nosotres debería alzar la voz y contribuir CON HECHOS a que se termine con la violencia. Pero también deberíamos marchar contra la pobreza, contra el hambre y contra la miseria de espíritu que nos ha invadido y no nos deja ver más allá de nuestra conveniencia.

Seguir hablando de la INSEGURIDAD es sinónimo de lavarnos las manos y de buscar una venganza que solo ha de profundizar las heridas. Abrazar la cruzada contra la VIOLENCIA será, por el contrario, abrir el juego y empezar a caminar hacia una solución duradera y justa para todes.

No permitamos que les manipuladores de siempre nos sigan llevando de las narices a sus mesas de caníbales para hacerles el coro en la Canción del Odio.


Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que hace lo posible por darle a cada palabra su significado correcto.


miércoles, 18 de febrero de 2009

Todes Unides Triunfaremos


Décadas atrás, durante mi paso por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, tuve el privilegio de ser alumno de la Doctora Ofelia Kovacci. Era una mujer bastante parca, de inmutable rodete y trajecito channel, tan atildada que parecía un maniquí. Sin embargo, en lo suyo era insuperable. La gramática y la lingüística son un mundo fascinante en el que ella se movía con total soltura, contrariamente a lo que le sucedía en el mundo real. Con ella descubrí los pro y los contra de las teorías estructuralistas, aprendí a leer y a criticar a Ferdinand de Saussure y conocí aspectos del idioma que jamás hubiera imaginado.

Entre todos esos conocimientos, figuraba el descubrimiento de algunas particularidades de algunas lenguas muy diferentes a la nuestra (o a "las nuestras" puesto que las lenguas occidentales tienen bastante en común, aunque muchas no lo parezcan). Supe, por ejemplo, de la lengua de una tribu de aborígenes de Oceanía que tenía más de un "nosotros". Es decir que para manifestar nuestra única primera persona del plural ellos empleaban tres palabras diferentes, según el caso:

a) Un NOSOTROS que significaba "vos y yo solamente".
b) Un NOSOTROS que significaba "vos, yo y ellos".
c) Un NOSOTROS que significaba "yo y ellos (pero no vos)".

¿Me explico?

Ellos y ellas (que para tantos y tantas de nosotros y nosotras pueden ser individuos de un nivel cultural menor) tenían un idioma mucho más rico que el nuestro, en muchos aspectos. Y este es solo un ejemplo de los tantos que podrían citarse. A pesar de haber rendido el final de Gramática I con diez (modestia aparte, jeje), nunca fui (ni lo intenté siquiera) un erudito en la materia y la mayoría de esos ejemplos se me han olvidado. Pero si alguien quiere investigarlos, no le será difícil encontrarlos.

Claro... Ustedes se preguntarán a dónde quiere llegar el puto este con toda esta palabrería que (en el caso de que no hubieren desistido ya de la lectura) habrá hecho bostezar a más de uno o una. Bueno... la respuesta tiene que ver justamente con el modo en que expresé esta última frase y alguna otra con anterioridad en este mismo texto. Paso a explicar.

Nuestro idioma castellano, al igual que los demás idiomas grecolatinos y anglosajones (de las otras familias lingüísticas carezco de información pero supongo que ya con estos ejemplos basta para presentar el tema) es radicalmente machista y suele ignorar lo femenino cada vez que se le presenta la posibilidad. O sea que esa frase que escribí más arriba ("habrá hecho bostezar a más de uno o una") en el habla cotidiana se simplifica y se elimina directamente la mención de lo femenino, quedando solo "habrá hecho bostezar a más de uno". Ese "uno" (masculino) engloba supuestamente a todos y todas, funcionando de ese modo cada vez que alguien quiere mencionar a las personas en general incluyendo ambos géneros. Cuando se quiere hablar de la humanidad, suele decirse "el hombre" del mismo modo en que si hablamos de "nosotros", ese "nosotros" masculino puede representar también una parcialidad femenina que no está representada directamente en el pronombre. Un "nosotras" se utilizaría exclusivamente en el caso en que TODAS las personas mencionadas fueran del género femenino. Si hablamos de un grupo de 999 mujeres y un solo y único varón, cualquiera de los miembros de ese grupo de mil personas se referirá a ellos mismos como "nosotros". ¿Acaso en la proporción inversa (999 varones y una sola mujer) los machos tendrán la caballerosidad de mencionarse como "nosotras" en honor a la única fémina mezclada entre ellos? ¡MINGA! Si hay algo que causa pánico entre los machos es que se los confunda con una mujer, que se les atribuya alguna cualidad femenina. De modo que para la cultura machista que nos gobierna, un solo falo tendrá más peso que millones y millones de vaginas. SIEMPRE.

Cualquier desprevenido podrá pensar que esa "simplificación" a la que hago referencia es producto de la vagancia y la economía de palabras. Es cierto que resulta engorroso eso de emplear ambos géneros al hablar. Imaginen un párrafo como el que sigue:

"Todos y todas estamos de acuerdo en que cada uno/a de nosotros y nosotras necesitamos estar preparados y preparadas para un cambio radical que nos incluya como merecedores y merecedoras de ejercer nuestros derechos".
¡Un bolonqui!

Y si a esto le sumamos el genuino reclamo de tantas y tantas personas que no se ven identificadas con un género en particular, la cosa se complica aun más.

Sin embargo, si queremos que el respeto por la diversidad sexual se imponga en nuestra sociedad, será imprescindible que la manifestación del mismo se refleje en todos los aspectos de la vida cotidiana (¡que eso también es cultura, caramba!). No es antojadizo que los dirigentes de las organizaciones LGBT y otras gentes igualmente comprometidas con las cuestiones de género hayan adoptado este modo de hablar, por molesto que resulte.

En lo escrito, muchos y muchas hemos optado por el uso de la "@" o de la "x" para manifestar esa inclusión de género. De esa manera, "nosotr@s" o "nosotrxs" sería un buen intento de enunciar la dualidad y la no discriminación que merecemos. El problema es que, al leerlas, indefectiblemente esa "@" o esa "x" se pronuncian como "o". En los hechos, "nosotr@s" y "nosotrxs" se lee "nosotros". Es decir que la lengua oral termina reproduciendo la exclusión de lo femenino que buscábamos evitar.

De esto se habla bastante poco en las reuniones militantes (desconozco por qué, pero ya se lo da por sobrentendido) y no recuerdo haber leído un texto que lo mencione. Será tal vez por eso que no se avanza en relación a este punto y nunca logramos ponernos de acuerdo sobre qué nos conviene más, si entorpecer el discurso con la sobreabundancia de palabras (nosotros y nosotras), si usar la dichosa barra que después nadie sabe cómo leer (nosotros/as) o emplear "@" o "x" que derivan fatalmente en lo masculino.

Si se me permite, a mí me gustaría refrescar una cuarta opción, que ya se le ha ocurrido a alguien antes que a mí e inexplicablemente no ha tenido la aceptación que se merece: modifiquemos derechamente el idioma. ¡Así nomás! Si hasta ahora la "o" era marca de lo masculino y la "a" de lo femenino, impongamos una "e" que sea inclusivo de los dos géneros. Incorporemos el "nosotres" que incluya a todo el mundo, a les masculines, a les femenines y a quienes no se consideran ni une ni otre. No es tan complicado ni tan difícil de implementar. Solo es cuestión de dar el primer paso. Si todes les miembres de la comunidad LGBT logramos incorporar el cambio (lo cual equivale a aceptar que no todo en esta vida es blanco o negro) estoy segure de que les demás empezarán a ver cada día con menos sorpresa (y/o repulsión) la idea de que nosotres también tenemos derechos, como humanes que somos. La fe cristiana dice algo así como que lo primerofue la palabra ¿no?.

Ya sé que este sistema también presenta sus inconvenientes pero se me ocurre que no son tan insalvables. Solo hay que ponerse las pilas y generar cambios de raíz. Al fin y al cabo, no es necesario un fusil al hombro para realizar una revolución. Todo es cuestión de convicción.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que, a partir de hoy, incorpora a su lenguaje el género inclusivo a través del uso de la "e". Espero críticas constructivas con los pro y los contra de la propuesta.

lunes, 2 de febrero de 2009

Tía Maruca y la monjita


Sí. Como todo puto que se precie, yo tuve una tía Maruca. En realidad no era mi tía-tía. Era una muy buena amiga de mi vieja que hacía las veces de. ¡Como si me hubieran faltado tías! Porque si hay algo que yo tuve fueron tías.

Sucede que mi abuela era soltera cuando nació mi mami. ¡Válgame Dios! Imaginen el escándalo familiar y barrial. Entonces, para no hacer más revuelo (supongo), la niñita fue criada por su abuela materna (mi amada y nunca bien ponderada bisabuela, a quien yo suelo llamar simplemente como la abuela Carmen) y eso trajo aparejada una terrible confusión de parentescos. Mi vieja fue criada como una hija más de mi abuela Carmen (en realidad mi bisabuela) y lxs tíxs de mi vieja se transformaron en hermanxs, lxs primxs en sobrinxs y asi sucesivamente. Pero los hermanxs-hermanxs siguieron siendo hermanxs. De modo que, para mis propixs hermanxs y para mí, las tías y los tíos se multiplicaron por dos. Y a esa multitud indescifrable de tíxs hay que sumarle otro batallón de tíxs postizxs que, afectivamente, estaban al mismo nivel que lxs otrxs.

Una de ellxs, la tía Maruca.

Alguna vez quizá me decida a contarles la historia de por qué mi vieja me crió solita su alma, sin el apoyo económico-afectivo de un marido. Pero por ahora baste saber que, para llenar la heladera, la pobre laburaba de sol a sol, mientras a mí me cuidaba la tía Maruca. Mis hermanos mayores iban a colegio de doble escolaridad y ya eran bastante más grandes que quien suscribe y se podían arreglar sin baby-sitter.

El caso es que yo vivía prácticamente en casa de la tía Maruca. Ella a su vez tenía dos hijas, que también eran primas postizas: una que se llama Emilia (y terminó casándose con mi primo-primo Juan) y la otra que se llama Flora pero le dicen Chiquita (sí, como a la Legrand). La tía Maruca me llevaba al jardín de infantes, me preparaba la comida, me leía las novelas de Corin Tellado (salvo esas partes picantes que no eran para "los oídos de un niño") y me dejaba jugar con los juguetes que había en la casa. Imaginen: en la casa solo había hijAs. O sea: ni pensar en un autito ni en una pelota número cinco ni nada que se asemejara ni por lejos a un juego de varones. La casa estaba prácticamente tapizada de muñecas. Claro que no era época de Barbies ni de Kenes. Aquellas muñecas eran verdaderas muñecas, con cara de muñeca, manos de muñeca y piecitos de muñeca. Mis primas eran chicas muy puntillosas y a cada una de las muñecas le habían cosido una ropa particular, de modo que cada una tuviera su propia personalidad. Y entre todas ellas, mi preferida era una que estaba ¡vestida de monja! No me pregunten por qué, pero aquella monjita todavía se me aparece de tanto en tanto en algún sueño, como símbolo de lo más tierno de mi infancia. Yo pasaba el día prendido de la monjita. Por las tardes, después del almuerzo, mis primas jugaban a la maestra, me sentaban en una silla y, con un cuaderno GLORIA delante, me iban enseñando las primeras letras. Porque la monjita y yo éramos sus mejores alumnos. Tanto que mi primer año de primaria fue un total aburrimiento porque yo ya sabía leer y escribir a la perfección desde dos años antes. Luego venía la hora de la merienda y la monjita se sentaba a mi lado. Hasta que llegaba el momento más esperado y temido de la jornada.

Cuando caía la noche, en la vieja pantalla del Canal 7, en blanco y negro, aparecían las historias de Boris Karloff. Mis primas se iban a su cuarto porque no les gustaban las historias de terror y yo me quedaba en la sala junto a la tía Maruca que (al igual que yo y aun siendo ella una mujer bien adulta) se hacía encima de miedo pero no podía dejar de mirar la tele. Yo imagino que cada capítulo de la serie no debía durar más de media hora, pero parecían eternos y cuando terminaban mi tía y yo quedábamos temblando. Claro que yo tenía el auxilio de la monjita, que no me dejaba ni a sol ni a sombra.

A eso de las ocho de la noche regresaba mi vieja y la tía Maruca me llevaba de vuelta a casa. Era el momento más triste del día porque tenía que dejar a la monjita (¡ni ahí que mis primas me la iban a regalar!). Eran pocas cuadras entre su casa y mi casa. Y como el susto todavía nos duraba, solíamos hacerlas al trotecito. No fuera cosa que alguno de los monstruos de la pantalla se hubiera escapado y nos acechara oculto en algún zaguán. Muchas veces la tía no se animaba a volver sola y mamá la tenía que acompañar de regreso. ¡Semejante boludona! De aquella época datan mis primeras historias de hombres lobo y de momias que eran vencidos indefectiblemente por una heroína de hábito negro.

Después me hice grande. Ya no necesité que me cuidaran (o eso dijo mi vieja) y le perdí la pista a mi muñeca preferida. Pero no perdí el gusto por escribir historias ni esa atracción extraña por las películas de terror. Mi vieja se murió hace trece años y la tía Maruca anda con ganas de seguirle los pasos, según me han dicho.

Algunas veces me pregunto si esto que soy hoy no es consecuencia directa de esas "peculiaridades" de mi crianza. Vaya uno a saber. No lo podría asegurar puesto que nunca sabré lo que habría sucedido si mi familia hubiera sido como la de los Ingalls. Pero aun así, no dejo de agradecerle a la tía Maruca que me haya presentado a la monjita, la gran amiga de mis primeros años, ni que me haya llenado el pecho con todo ese cariño que necesité para llegar casi a los cincuenta sin riesgos de convertirme en uno más de esos putos viejos y amargados que pululan por ahí. Puto, sí. Viejo, por supuesto. Pero orgulloso de haber vivido sin pedir permiso.


Esto ha sido todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que ignora todas las causalidades que lo trajeron hasta aquí pero intuye que en esta página hay una pista importante.


lunes, 12 de enero de 2009

¡Qué bien que estábamos cuando estábamos mal!



En cierta oportunidad alguien me preguntó sobre la diferencia entre las parejas heterosexuales y las parejas gays. Yo le respondí con una anécdota personal.

Sábado por la tarde. Mi marido acababa de comprarse un celular nuevo con todos los chiches y estaba fascinado. Yo tenía que salir y él estaba tirado en la cama tocando toooooodos los botoncitos e investigando toooooodas las aplicaciones del flamante aparato.
- ¿Viste mis llaves? No las encuentro. -pregunto yo.
Él no me responde.
- ¿Las viste? -insisto.
- ¿Eh? -reacciona pero sin apartar su mirada del celu.
- Si viste mis llaves. Que tengo que salir y no las encuentro.
- No. No las vi. -seguía sin apartar la vista de la pantallita- ¿Te fijaste sobre el equipo de audio?
Yo, que justamente estaba junto al equipo y casualmente apartando todas las porquerías que solemos almacenar sobre él para fijarme, le respondí que no.
- Entonces no las vi...
Y siguió con su telefonito.
Pasaron cinco minutos, yo aun buscaba y él continuaba con su labor investigativa como si de la cura del sida se tratara. Entretanto mis comentarios no cesaban: "¿Dónde pude haberlas metido? Imposible que las haya olvidado en algún otro lado. Fui yo el que abrió la puerta cuando llegamos ¿no?".
Pasaron diez minutos más y la situación no cambiaba. Hasta que se me ocurrió que tal vez estuvieran entre las sábanas, razón por la cual se hacía indispensable que él se moviera para que yo pudiera desarmar la cama. Obvio que en principio se negó (la visión del teléfono ocupaba toda la ram de su sistema y cualquier otra solicitud de memoria se vería restringida hasta que terminara el proceso) pero como el tiempo me urgía me puse firme y logré que suspendiera la divina adoración y regresara a la realidad. Fue entonces cuando devino el tsunami:
- ¿Dónde estarán esas llaves de mierda? -mascullé al borde del ataque de furia.
- Ah... ¿tus llaves estás buscando? Yo las puse en el mueble de la cocina, en el cajón de los cubiertos...
En ese momento no pude plasmarlo en mi conciencia pero luego llegué a preguntarme cómo uno puede llegar a odiar tanto a alguien que ama. Estoy seguro de que los ojos se me inyectaron de sangre asesina, que el rostro se me puso violeta, que las manos me temblaban, crispadas, ardiendo en ansias de saltar sobre su cuello y apretar y apretar hasta ver su lengua morada...
Pero como soy un hombre adulto y a cada momento tengo presente que lo amo y que nadie me obligó a convivir con la versión vernácula de Homero Simpson, me limité a escupirle a la cara un reproche que ya forma parte del folcklore al que recurre el machismo cuando se burla de las mujeres:

- ¡¡¿Ves que NUNCA me escuchás cuando te hablo?!!

Es decir que, según mi modesta experiencia (que incluye haber convivido también con una mujer a lo largo de once años, nueve de ellos muy felices), casi no hay diferencias entre las relaciones de pareja heterosexuales y las gays. Tal vez haya en nuestro caso una distribución más democrática respecto del uso del control remoto... Si los talles coinciden, puede unx descubrir que en pareja tiene el doble de ropa que cuando estaba solx... Que en el caso de los varones el sexo oral puede llegar a ser más copado, puede ser... No sé, creo que cualquiera de los lectores podrá dar algún otro ejemplo, pero estoy seguro que no será una diferencia de fuste, de esas que dividen las aguas. Porque lo que en realidad sucede es que, tanto lxs heterosexuales como nosotrxs, somos ante todo seres humanos, personas pasibles de encarnar las más excelsas virtudes y los más execrables defectos. Ni mejores ni peores. Y nuestras relaciones de pareja se rigen por las mismas normas que dominan el devenir de un matrimonio entre hombre y mujer.

Esa es la teoría, un extenso y (creo) entretenido prefacio.

Ahora vuelvo a recurrir a mi experiencia personal y no puedo soslayar una peculiaridad que marcó todas mis relaciones con otros varones (menos con uno... y no voy a decir de quién se trata). Hablo de la vinculación entre el amor y el dinero.

Yo soy de los tiempos en que se enseñaba el "contigo, pan y cebolla" y sé que funciono muy bien en épocas de escasez. Los casi diez lustros que cargo sobre los hombros me han llevado a través de todas las vicisitudes posibles y no han sido pocas las ocasiones en que mi deporte favorito era el de correr la coneja. Tampoco es que hayan raleado las temporadas de tirar manteca al techo. Lo que quiero decir es que mi fortuna (y al vil metal me estoy refiriendo) ha sido caprichosa y bipolar.

Reza el dicho que a lo bueno todos se acostumbran, pero lo malo es que también suele perderse la memoria. Y a los gays esto es algo que suele sucedernos bastante a menudo. Sé que me muevo en un campo demasiado lindante con el prejuicio pero expreso en estas líneas mi opinión, habida cuenta de que esto no es una tesis científica ni mucho menos.

El comienzo de una vida en común es siempre compleja. Ya sea que unx parta de cero o no, el montar un hogar no puede menos que aparejar ciertos ajustes que se irán subsanando con el paso del tiempo. Hay personas para las cuales es mucho más sencillo bancarse los pedos o el mal aliento del otrx que el no poder comprarse el jean de marca o no poder ir a Amerika todos los finde (ejemplos intencionalmente prejuiciosos). Pero cualquiera sea la postura que se tome ante el hecho de las privaciones, en esa primera época unx suele disimular. El amor tiene esas ternuras que nos llevan a disfrutar de una trasnoche de sábado frente a la tele o de unos buenos mates a falta de cena. Ahí es cuando yo me siento como pez en el agua. Me lo banco como un duque (en el caso en que haya algún duque que se banque la pobreza) y miro para adelante con esperanza. Suelen ser épocas en las cuales cada unx aporta lo que tiene y, aunque no alcance, todo se soluciona con una sonrisa y... noches de sexo desenfrenado (que para eso no hace falta plata).

El tema es que la situación mejora. O empeora, según se lo vea.

Tarde o temprano, alguno de los dos hecha buenas y recibe un aumento, o consigue un mejor empleo, o ya logramos comprar todo lo mínimo indispensable como para empezar a darnos algunos gustos. Es ahí cuando, sórdida y gatuna, aparece la competencia y nos olvidamos de los buenos tiempos en que nos sacábamos el pan de la boca para saciar el hambre de nuestro amorcito. Como por arte de magia, alguno de los dos se convierte en el macho alfa (o la hembra, según sea el caso), asume el rol de proveedor en virtud de sus mayores ingresos y empieza a imponer condiciones que no estaban en el contrato inicial. Y en eso las maricas somos mandadas a hacer:


- Me rompo el culo trabajando y no tengo ni un pantalón decente para ir a la oficina.
- Momentito, momentito. Que vos todas las semanas te aparecés con una pilcha nueva y yo no sé lo que es entrar a una tienda de ropa desde hace dos años.

- Estoy harto de que yo sea el único que rema para que salgamos adelante.
- ¡Epa! Que yo aporto lo mío, eh. Mi sueldo no es tanto como el tuyo pero nunca lo despreciaste a la hora de ir al super.

- Es que vos no tenés un proyecto profesional.
- Ah, bueno, me lo dice uno que se gana el mango atendiendo teléfonos y cuya "profesión" consiste básicamente en lograr que los clientes no se den cuenta de que la empresa los está cagando.

Y demás discusiones por el estilo.

Por eso, yo soy de la idea de que el dinero lo arruina todo. Tal vez no necesariamente porque seamos gays. La lógica indica que estas actitudes deben abundar en todas las parejas, cualquiera sea la identidad de género de sus integrantes y con sus propios matices. El caso es que a mí no me sucedió con mi ex esposa (con quien en ese sentido nos manejamos siempre solidaridariamente) y sí con mis parejas varones (menos con uno). ¿Casualidad? No lo creo. Tengo la fuerte sospecha de que los gays tenemos una dosis de competitividad, aires de diva superficial y egoísmo algo superiores a la media hétero. Y con esto me estaré poniendo en contra a más de unx. Lo sé. Claro que también sé que hay de todo en esta viña del señor (si se me permite la expresión tan chupacirios) y habrá seguramente honrosas excepciones. Mi caso (tal vez no tan honroso) puede ser una de ellas. Y mi buen trabajo me da mantener la firmeza de mis ideas sin traicionarme. Hay que ser muy macho para bancarse la expresión de mis amigxs cuando les digo con convicción que la plata no trae la felicidad. O cuando me pongo a favor de los piqueteros... La pobreza jamás será un buen tema de conversación en una mesa gay. Sobre todo cuando algunx de lxs presentes ha tenido que zurcirse alguna vez las papas de las medias. Imaginen entonces qué sucederá en el seno de la pareja cuando unx de lxs dos empieza a sentir que la persona con la que comparte la cama le está metiendo la mano en el bolsillo. O lo que termina siendo lo mismo: que unx de lxs dos note que ya no tiene ingerencia en las decisiones económicas. Yo les cuento lo que sucede: se va todo al joraca. No conozco una sola pareja gay que haya sobrevivido a esta peste.

De todos modos, no me tomen demasiado en serio. Es MI experiencia y cada cual tendrá la suya. Tal como dije, estas líneas son apenas un disparador y no voy detrás de ninguna verdad absoluta. ¡Líbrenme los cielos de semejante pretensión! Nuestras vidas ya tienen demasiadas de esas cosas.


Esto ha sido todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad cuyos recuerdos más gratos abreban en el manatial de la carencia.


lunes, 5 de enero de 2009

Memorias del corazón


Entre quienes me conocen no falta el o la que me tilda de "pensante", cuando en realidad soy un ser esencialmente "sintiente", si se me permite el neologismo. Lo que sucede es que la mayoría de las personas tenemos la tendencia a simplificar y a quedarnos con el análisis superficial. En mi caso, dicha falta de profundidad se ve plenamente justificada ante la ausencia de vetas dignas de estudio pero hay muchas personas que merecerían ser conocidas más a fondo. Y no viene a cuento dar nombres.

El tema es que pocas veces ahondamos en los hechos y solemos contentarnos con el título de la noticia y eventualmente asomarnos al copete.

Yo me cuento entre las gentes para quienes LAS FIESTAS representan un dolor de ovarios (evadiendo la clásica metáfora machocéntrica). He ahí la causa por la que este fin de año no pasé horas interminables frente a la computadora deseando paz y prosperidad a media humanidad. Las personas que quiero ya saben que las quiero y que les deseo lo mejor en todo momento y no solo cuando la tradición lo impone.

"¡Qué amargo!", opinarán algunos. Y estarían en lo cierto tal vez. Si algo me han enseñado los años que llevo gastando asfalto es que uno no puede ser una campanita a lo largo de las veinticuatro horas del día. Para ello es necesario calzarse una armadura muy pesada que inevitablemente irá desluciéndose con el tiempo a falta de lustre y por exceso de abolladuras.

Pienso que está bárbaro eso de reunirse con la familia, compartir, brindar, reir, llorar, abrazarse y olvidar con un poco de alcohol lo duro de la existencia. Pero siento una profunda frustración ante el tufillo a "puesta en escena" que subyace en todas estas celebraciones. Además de ser una época en la que me resulta inevitable recordar a lxs tantxs que ya no están y que he querido tanto. Tal vez resulte un poco chocante decirlo de este modo pero tengo una inefable capacidad para acumular muertos en el corazón. Para mí quedaron definitivamente atrás aquellas navidades en que todo era alegría y festejo. Hoy tengo muy presentes las sillas vacías, los besos ausentes, los abrazos perdidos, los amores truncados... Y es curioso: mi mente sabe que no están pero mi corazón se empeña en verlos. Mi vieja con su infaltable bittel toné y sus esfuerzos por que todo saliera perfecto, sin máculas que evidenciaran que nuestra familia era tan humana como la que más. Mi viejo y su sangría, fruto de horas y horas de exprimir limones junto a la olla de vino para que al final del festejo todxs elogiaran su esfuerzo con frases de dudosa sintaxis. Mi hermano mayor que, tras treinta y dos años de ausencia, sigue siendo el joven morrudo y melenudo que se gastaba el sueldo en pirotecnia y se reía y disfrutaba como el pendejito de seis que siempre fue. Mi adorada bisabuela, doña Carmen Viera, que con sus cien años de soledad a cuestas presidía la mesa como un Buendía. Y mi amado Jogy, cuyo beso y cuyo amor alegró mis fines de año hasta que se lo llevó el bicho allá por el '86...

Y la lista sigue...

No crean, sin embargo, que soy de esos aguafiestas incapaces de disimular. Lxs demás no tienen la culpa de mis recuerdos. Cierta innata vena actoral me asiste en estas ocasiones y puedo representar (sin estridencias) el papel del padre jocoso, el marido atento y el amigo jodón. Pero mis queridos muertos siguen en mí como siempre y pienso y siento que está muy bien que así sea. Ellos se lo merecen por cuanto me han amado y cuanto los amo todavía.


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Esto ha sido todo por ahora. Desde las tórridas callecitas de la siempre misteriosa y mágica Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad del que podrán decirse muchas cosas, podrán enrostrársele miles de defectos pero jamás con justicia que su corazón carece de memoria.

Y FELIZ 2009... ¡qué rayos!

Novelas de Carlos Ruiz Zafón