- Bellota Caravaggio: alias Walter Ibañez, un abonado largamente ausente de estas páginas que hoy regresa en mérito de sus cantos.
- Mariano, el Pela: también conocido como "La Sirenita" en virtud de una leyenda urbana que asegura que tiempo atrás podían admirarse sus cantos navegando por Internet
- Edgardo, el inefable: que tiene muchos alias... todos irreproducibles
Ellos tres, junto a un grupo numeroso de entusiastas, forman parte del Taller de Canto de la Universidad de La Matanza, dirigido por la Profesora Virginia Suárez. Todos ellos, este viernes, le pusieron el pecho a esta muestra que (más allá de los desajustes propios de una actividad no profesional) disfruté con sincero placer. Cuando uno asiste a este tipo de eventos sabe perfectamente que la probabilidad de presenciar una performance al estilo Ricky Martin o Madonna es más bien reducida. En general, uno es injusto con los artistas y asiste incentivado más que nada por el afecto. Sin embargo, aquel que pueda ver más allá de lo evidente tendrá el exquisito privilegio de descubrir otro universo en el trasfondo de cada una de las interpretaciones, a veces tímidas, a veces traicionadas por los nervios, a veces limitadas por el pudor a dar a luz lo mejor de uno mismo. Aquel que goza de una mínima sensabilidad podrá detectar en ellas el deseo de superar barreras, el espíritu de lucha y (¿por qué no?) la lúdica ocurrencia de ser quien quisiera ser. La reina de la noche no es la perfección sino la magia, una magia orlada de simpleza, tal vez involuntaria, llamada comunión entre artista y público y que parece repetir en cada nota un estribillo íntimo y cabal: "me quiero y me respeto". Y junto al escenario, atenta a todo, Virginia, la profe, alienta a sus alumnos con una mirada dulce, que a la vez es una base de hormigón sobre la cual cada uno de ellos y de ellas se planta para abrir su pecho y ofrecernos lo mucho o poco (lo cuantitativo tiene mucho de subjetividad en estos casos) que tenga para ofrecer, sin delirios de grandeza ni avaricias.