martes, 18 de febrero de 2020

Justicia por Fernando


Fernando Báez Sosa fue la víctima. Su madre y su padre son quienes merecen que se haga justicia, pero también sus demás parientes, su novia, sus amigos y amigas y, sobre todo, la sociedad. Eso no está en duda.

Ahora bien, ¿no les llama la atención tanto estupor? No puedo evitar la comparación con la reacción que hubo ante el asesinato de Ariel Malvino, casi un calco del de Fernando: hijo único, estudiante de abogacía, de vacaciones en la playa con sus amigos, asesinado a golpes por rugbiers y casi en la misma fecha. Por Ariel Malvino, la reacción fue cero. Cero. Por Fernando, ya vemos: los medios tratando el tema todos los días y todo el día desde hace un mes, las redes sociales estalladas de solidaridad, el caso elevado a causa nacional ("Argentina llora", reza un video que circula), la puerta del edificio donde vivió Fernando es casi un santuario, etc. Y debo decir que Malvino tenía un plus para haber causado más adhesión que Fernando: era más blanco.

¿Dónde reside la diferencia? A mi entender, es evidente: cuando asesinaron a Ariel Malvino, la derecha estaba entretenida con los cadáveres de Cromañón, los tenía de sobra y bien los había usado: ya estaba en marcha el juicio político contra Aníbal Ibarra, la primera puerta que se abrió en la legalidad democrática hacia la presidencia de macri, camino luego fogoneado por los muertos de Once y, ya en el paroxismo, Nisman. Y antes de Cromañón, Axel Blumberg. Hay que poner mucha voluntad para suponer tantas casualidades.

Otro punto a considerar es que ninguno de los casos anteriores de violencia protagonizados por similares deportistas mereció ser más que tema de relleno en los medios: la pelea de rugbiers de Los Cedros en Río de Janeiro, que terminó con un policía herido (verano de 2016), el que le dio un topetazo a un indigente y huyó en el auto desde donde lo filmaban (septiembre de 2016), los juveniles del SIC derribando y golpeando a un ex jugador en estado de ebriedad (octubre de 2017), la pelea con víctimas gravemente lesionadas que ocasionaron jugadores de Gimnasia y Esgrima en Rosario (noviembre de 2017), el ataque perpetrado en Monte Hermoso contra un menor que terminó operado (verano de 2018). Este listado no busca asociar culpa con rugbiers, sino llevarnos a la pregunta de cómo fue que "la gente" pasó de la condescendencia o desinterés por la violencia de algunos rugbiers a la máxima indignación contra estos. ¿Alcanza con la muerte para explicar tal salto cualitativo? No parece ese sector de "la gente" muy inclinado a conmoverse por muertes lejanas en otros casos, pero sí a lanzar gritos cuando les echan nafta desde los medios. ¿Será casual que la seguidilla antes detallada y poco advertida se dio durante los cuatro años de ocupación macrista y colaboracionismo mediático, y que a Fernando lo matan durante un gobierno que desplazó a la derecha del poder político?

Un dato más lo traen los llamados del papa a la madre y el padre. No es difícil imaginar su solicitud pastoral, pero también sabemos que el papa tiene al avance de la derecha entre ceja y ceja y no sería aventurado pensar que los contuvo para no dejarse usar. Y, aun así, el acto de hoy en memoria de Fernando y pidiendo justicia se hace delante del Congreso, como si ahí hubiera responsabilidad alguna. No en Tribunales, donde habitan los máximos jueces que han cuidado, por vocación o extorsión, el culo de macri y sus secuaces, y que deberían velar por la administración de justicia en toda instancia. No, ahí no: frente al Congreso. Con corte de calles (¿quién lo solicitó?), estrado y equipos de audio y video (¿quién los pagó?), carteles que se les entregan a quienes van llegando (¿quién lo organizó?). Incluso con anuncios ploteados en las lunetas de colectivos de la empresa oligopólica de transporte de pasajeros que, casualmente, ya le hizo dos paros al nuevo gobierno. (Abajo, una foto de esa sospechosa adhesión.)

La tele nos muestra ya la convocatoria de gente decrépita de nacimiento que está vomitando gritos delirantes que hablan más de su personalidad emocionalmente manipulable que de cualquier virtud cívica. Y mientras los movileros y las movileras recogen la mierda que les cae de la boca y no se hacen ninguna pregunta, varias señoras aseguran a los micrófonos abiertos que no habrá justicia porque "la plata tapa todo", profundo pensamiento que en su cortedad jamás pudieron aplicar en la comprensión de las denuncias y causas que salpicaron y las que aún hoy tienen acorralado a macri.

Que haya justicia, sí. Pero con tanta imbecilidad, ya sabemos que habrá nuevas injusticias. Por mi parte, solo me queda desear que las próximas injusticias se lleven a los y las imbéciles que, por más que repitan sus cantitos por justicia, solo ayudan a que el mundo sea peor.

Agrego, minutos después: recordemos que Patricia Bullrich capitalizó para sí la muerte de Fernando diciendo ridículamente que sus amadas Táser lo hubieran salvado.

Y me cito en lo que dije hace ocho días: un pibe sueña ser como un abogado que defiende los derechos de gente como la que un día lo asesinará. Y, una vez muerto, ese abogado representa a la familia del pibe. Esa es la tragedia en toda su complejidad.

Vuelvo a editar: TN informa que la monja Martha Pelloni está acompañando a la familia de Fermando. En el mega escenario está Fernando Burlando. Está Claudia Villafañe ex de Maradona intentando acceder a un lugar visible.

Mucha gente canta "¡Perpetua! ¡Perpetua!" para los diez, los once o cuantos les digan por la tele.

Y más: hay credenciales para identificar a quienes pudieron acceder al escenario. Un hombre y una mujer leen un guión escrito a medida de la enfermedad de quienes forman el grueso del montón convocado. Un video editado exalta la vida de Fernando, como si para reclamar justicia fuese necesario demostrar la bondad del asesinado, mientras "la gente" llora con angustia.

Dice el locutor: "Se encuentran con nosotros los abogados de la familia Báez, a quien (sic) agradecemos infinitamente, al doctor Burlando, al doctor Améndola y a todo su equipo de trabajo. ¡Muchas gracias!", y la gente estalla en aplausos.

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