lunes, 17 de agosto de 2020

La Trilogía del Baztán


Que tu ex esposa, la madre de tus hijos, te mande un mensaje a las tres de la madrugada acojona un poco. No lo voy a negar. Pero tenemos las estadísticas a favor y, en los últimos diecinueve años, las malas noticias se pueden contar con una mano. Este caso pasa a confirmar la norma.


Ella me conoce muy bien (mejor que yo mismo) y sabe de mi gusto por el cine español y, sobre todo, de mi pasión por las películas de intrigas y asesinos seriales (algún día tendría que tratar ese tema con un facultativo). El mensaje era escueto y me recomendaba, con un énfasis que pude intuir en la redacción (al fin y al cabo, yo también la conozco un poco), un film que acababa de ver en Netflix. De hecho, una trilogía cuya primera entrega lleva el nombre de "El Guardián Invisible". Incluso, le había gustado tanto la saga que ya deseaba leer los libros. Y si ella me dice que quiere leer los libros es porque a mí también me darán ganas de leerlos. Después de treinta y cinco años, hay conexiones que siguen funcionando.

En el momento de recibir el mensaje, yo estaba corrigiendo unas evaluaciones (esa labor me resulta menos pesada cuando mi mente está al ciento por ciento de rendimiento, o sea, de madrugada). Faltaba poco para terminar y, en uno de los múltiples canales simultáneos de mi mente, mientras verificaba resultados de ecuaciones, ya me preguntaba por la película que vería luego de poner la calificación final. El mensaje de Adriana dio por cerrado ese asunto.

La película fue estrenada en 2017, dato que, una vez más, me lleva a suponer que hay en este mundo numerosas y maravillosas obras de arte de las cuales no tengo noticias. Basada en la segunda novela de Dolores Redondo (primera de la Trilogía del Baztán), la película está dirigida por Fernando González Medina, director también de las otras dos entregas de la historia: "Legado en los Huesos" y "Ofrenda a la Tormenta". Con solo las dos o tres primeras escenas supe que esa noche no dormiría.

En la ribera del río Baztán, en la comunidad de Navarra, aparece el cadáver de una adolescente. El cuerpo está desnudo, la chica está bien peinada, no hay signos de violación, tiene las manos acomodadas con las palmas hacia arriba (como si fuera el cuadro de una virgen) y tiene una golosina típica de la zona colocada sobre la vulva. La imagen parece un cuadro renacentista. Enamoran las locaciones: el río, el bosque. Incluso el pueblo donde se desarrolla la historia: Elizondo. Un lugar en el que (si me asegurase una buena conexión a internet y el modo de contar con una comida diaria o día por medio) podría ser el ámbito ideal para transcurrir los últimos años de mi existencia. Llueve mucho. Pero ¡mucho! Tanto que la misma lluvia puede ser considerada como un personaje más.

La investigación cae en manos de la inspectora Amaia Salazar (interpretada por Marta Etrura), jefa de homicidios de Pamplona pero natural de Elizondo, el pueblo donde se crió y del que huyó apenas tuvo la oportunidad. Allí tendrá que regresar para llevar adelante las investigaciones y no tardará en vincular el asesinato de la joven con otros similares en la región.

La trama es densa, pero la tecnología nos permite rebobinar para prestar atención a ciertos detalles que una vista distraída pasaría por alto. Podría asegurar que hasta hice abuso de esa herramienta, lo cual extendió en más de media hora la duración de cada película.

Para los amantes de Merlí, el reparto cuenta con la participación de un Francesc Orella casi irreconocible, de no ser por esa voz inconfundible. El muso inspirador vocacional del bello Pol Rubio es, en esta ocasión, un oscuro detective que despierta más sombras que luces, gracias a un buen manejo de los diálogos y de la interpretación. Del mismo modo, para los amantes de "Los Hombres de Paco", también encontraremos al grande de la escena sevillana, Paco Tous, el "Moscú" de La Casa de Papel, quien es ahora uno de esos médicos forenses que son capaces de analizar un cadáver con solo mirarlo, je. Si permanecen atentos, también podrán ver una breve aparición de Río (Miguel Herrán).

Con su regreso al pueblo, las pesquisas de la Inspectora Salazar se entremezclan irremediablemente con sus conflictos familiares, los cuales la llevaron a escapar a los Estados Unidos, donde llegó a trabajar con el FBI y donde conoció a su marido, James, interpretado por Benn Northover. El personaje de James me resultó uno de los más notables. No por el trabajo interpretativo del actor (que fue uno de los mortífagos en la saga de Harry Potter) sino por el diseño del personaje en sí mismo. Se trata de un reconocido artista plástico, tan enamorado de su esposa que su amor lo lleva a secundarla y tolerarla aun en las situaciones más reprochables. Ah, porque (olvidaba decirlo) en esta historia casi nadie es completamente inocente. Salvo él, que es tan buen tipo que, por momentos, resulta un poco caricaturesco.

En las otras dos películas, aparecerá también en el reparto un Imanol Arias que regresa a su papel de sacerdote, pero esta vez muy alejado del curita sexy seducido por Camila O'Gorman. Este es otro de los personajes cuyas lealtades nunca parecen fijas en un solo bando. Por otro lado, aun cuando hubiera preferido no mencionarlo, la trilogía cuenta con la participación de Leonardo Sbaraglia, encarnando a un juez particularmente pintón que con más o menos sutileza le irá tirando los perros a la inspectora, despertando sospechas cuyo origen no terminan de desentrañarse. Pero lo malo de este juez es que su inexplicable acento argentino realmente MOLESTA. Creo que es el único reproche importante que podría hacerle al director, quien debió haberle exigido al actor plantarse en su rol. Que, al fin y al cabo, para un intérprete de su talla, que lleva tanto tiempo viviendo en la península, no debiera ser un desafío implementar un correcto acento español. En ese contexto, descubrí de mí mismo algo que nunca había notado, a pesar de que es evidente: si veo una película yanky doblada al español (español, no latino), me resulta de lo más desagradable, al punto de preferir no verla. En cambio, las películas españolas no puedo verlas si no es en su idioma original. O sea que, en mi mente, hay un claro rechazo a este tipo de incompatibilidades, jaja.

Más allá de eso y contrariamente a lo que pudiera suponerse, la figura antagónica de Amaia no es el asesino. Pero profundizar más en ese asunto me haría culpable de spoiler, por lo cual me abstengo de mayores precisiones. Solo acotar que hay en la trama un ingrediente fundamental, sin el cual toda la historia perdería su sentido: ocultismo y viejas tradiciones vinculadas a la magia y a la brujería, que entretejen una tela de araña, junto al paisaje y a la lluvia, donde nada es lo que parece y todo puede ser y no ser al mismo tiempo.

Si la ven en Netflix, las tres películas de la saga se suceden de modo automático, como si fuera una serie. La intriga y la tensión no ceden. Podría asegurar, incluso, que la historia no termina en el final y siempre han de quedar cabos sueltos que, en cualquier trama detectivesca convencional, constituirían una falla. Sin embargo, en la Trilogía del Baztán, la realidad es inasible. Es una pelota que los brazos no alcanzan a abarcar. Es un mar que no puede introducirse en el frasco de la mente humana.

Conclusión: otra noche sin dormir. Terminé de ver la tercera y última de las películas pasadas las dos de la tarde. Inquieto. Adrenalinizado. Tenso y con mil ideas en remolino. Le envié mensaje a Adriana para contarle mi parecer y, mientras guasapeábamos un poco más, descargué las tres novelas de Dolores Redondo. Apenas termine de escribir estas líneas, me avocaré a la lectura... y una noche más sin dormir... Mi lunes será muy largo.



 

Esto es todo por hoy. Desde las infectadas y siempre misteriosas callecitas de la Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que, en medio de la cuarentena, tiene al fin la posibilidad de ser quien es, abiertamente y a tiempo completo.


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