sábado, 13 de julio de 2019

Un fierrazo en la nuca



El viaje habrá durado unos treinta minutos. El colectivo iba lleno y, frente a mí, iba sentado un señor muy mayor que sostenía entre sus manos artríticas un palo de escoba que oficiaba de bastón. Tenía barba de varios días, una campera barata, pantalón de algodón remendado... o sea: era pobre.

En un momento, no sé por qué, con tonada inequívocamente tucumana, empieza a dialogar con otro señor que iba sentado a su lado (aparentemente en una situación socioeconómica más desahogada). Inmerso en mis propios pensamientos, no les presto atención... Hasta que el segundo señor le pregunta al del bastón:

- Vos te debés acordar: ¿Quién era el que hacía la locución en el palco cuando fue lo de Ezeiza?

- ¡Ese era Leonardo Fabio! -le responde el otro sin dudarlo.

Estuve a punto de intervenir para decirles que yo estaba seguro de que era el querido y recordado Edgardo Suárez, pero preferí callar. ¡Y lo bien que hice! Porque, a continuación, el viejo tucumano (sí, a partir de ese momento dejó de ser "el señor" para transformarse en "el viejo") inició una diatriba en contra de los "comunistas y guerrilleros que destruyeron el peronismo".

- ¡A mí no me lo contaron! ¡Yo estaba ahí! Tenía 23 años y lo escuché a Fabio que decía: "Nos vayamos que estos hijos de puta me lo quieren matar al General". Por eso después Perón los echa de la plaza.

Y así siguió el viejo despotricando contra los montoneros, entre los que (yo ya lo veía venir) terminó incluyendo a los Kirchner. Según él, Néstor y Cristina eran dos delincuentes que se llenaban la boca con Perón y Evita pero solo querían cagar a la gente del pueblo. "¡Ella misma confesó que nunca fue peronista! ¡Yo la vi por tele diciendo que nunca fue peronista!".

En beneficio de mi presión arterial (que viene un tanto cacheteada últimamente), traté de aislarme de la situación. Pero el viejo hablaba cada vez más fuerte. Que durante veinte años habían esquilmado la provincia (supongo que se referiría a la de Santa Cruz y que la elección del verbo no había sido casual) y, como ya no les quedaba nada por robarse, "el Tuerto dijo que quería la presidencia porque no quería dejar de robar". Hubiera deseado que en ese momento apareciera Maxwel Smart con su cono del silencio. Pero el viejo seguía con su irritante delirio.

- A Alfonsín no lo dejaron terminar tranquilo. Menos mal que estaba Menem. Y al finado De La Rua lo volvieron loco y lo terminaron acusando de un "supuesto" soborno. ¡Como si este país no fuera una mierda!

Yo, al borde del ACV. Y el resto del pasaje como si nada.

- Y cuando viene un dirigente que quiere poner las cosas en orden, -continuó- le dicen que la gente tiene hambre. ¡Que la gente tiene hambre! ¡Si para eso son pobres! Se cagan de hambre pero quedan las rutas y los puentes.

Gente como esta no me da pena. Me da bronca. Gente de mierda que se regodea en su podredumbre. Gente cuyo único aporte a la humanidad ha sido el dejar un mal recuerdo. Clarín y Magnetto son capaces de sacar a flote la mierda que esta gente lleva dentro. Pero en casos como los de este viejo, el trabajo les resultó muy sencillo. Gente peligrosa además, porque amparada en sus años pretende dar cátedra sobre un mundo que no conoce más allá de sus propios prejuicios.Un mundo que los pisotea con licencia. Un mundo gobernado por crápulas que lo mean mientras él abre la boca y agradece que al menos le den de beber. Todo enmarcado en unos supuestos valores patrióticos que está dispuesto a violentar toda vez que interfieran con los intereses de quienes le pisan la cabeza. Idiotas útiles, dirán algunos. Miserables cipayos, digo yo.

Por fortuna, el viejo se bajó antes que yo. Se apoyó con dificultad en su palo de escoba y, mientras se ponía de pie, le agregó a su compañero:

- Lo único que no le perdono a Videla es que no haya terminado la limpieza de toda esta lacra.

Se ve que, ante esa frase, mis músculos faciales me traicionaron y, por primera vez en el recorrido, el viejo tucu se dirigió a mi directamente:

- Y usté, mozo, no me mire con esa cara. Yo digo la verdá y usté debe ser uno más de los tarados que quieren salvar al país con los derechos humanos.

Yugular a punto de estallar en menos de...

- ¿Por qué me insulta? -le retruco- Desde que empezó a hablar que me di cuenta que usted es un hijo de puta. Pero como soy un tipo educado, no se lo digo.

En el entorno, el resto del pasaje permanecía impasible. Y el viejo que se encamina hacia la puerta:

- Velo al maricón...

Se bajó del colectivo insultando entre dientes a los putos que vamos a salvar al pais.

Cuando el vehículo retomó la marcha, el otro viejo, el interlocutor, me mira y me dice:

- Estaba enojado el viejito.

Todavía no logro comprender la razón por la que me sonreía al decirlo. Pero está claro que él sí supo el significado de mi silencio y mi mirada fulminante. Me dio la impresión de que estuvo a punto de declarar que la política no le interesaba. Qué bueno que se calló la boca.

Esto es todo por hoy. Desde las callecitas de esta invernal Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que sabe que los pelotudos, si viejos, son doblemente peligrosos. Si no fuera políticamente incorrecto y por demás inútil, afirmaría que este tipo de gente merecería un fierrazo en la nuca. Y a no dejarse engañar, que VIEJO POBRE no es sinónimo de POBRE VIEJO.


martes, 15 de enero de 2019

El sexo también puede ser divertido


La cosa empieza con una pareja de adolescentes en pleno acto sexual. Es la chica la que propone la penetración anal y es el chico el que finje el orgasmo. Esto ya es una manera perfecta de marcar la cancha, de modo que nadie pueda hacerse el desentendido acerca de cuál es la temática de la trama. Pero, como si esto fuera poco, la escena siguiente nos muestra a otro adolescente que acaba de despertar y monta una escenografía para simular que se ha masturbado.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón