martes, 25 de noviembre de 2008

ELLAS

Cada 25 de Noviembre, desde 1981, se conmemora a nivel mundial el Día Internacional por la No Violencia contra las Mujeres. La fecha responde al asesinato de las tres hermanas Mirabal a manos del régimen dictatorial de Rafael Trujillo, en República Dominicana.

La historia de la mujer es, casi en su totalidad, la historia de la violencia contra la mujer. El nuestro es un mundo en el que el machismo ha dejado desde siempre su marca de sangre y opresión. Y no hay que gozar de demasiadas luces para imaginar quiénes han sido sus principales víctimas (aunque no las únicas). En este contexto, me atrevo entonces a transcribir un fragmento del texto que leyera la periodista Liliana Daunes, del día sábado 22 de noviembre de 2008, en su habitual columna de Marca de Radio y cuyo audio completo pueden escuchar en el sitio del programa. Dice la Daunes:
"Yo soy María Soledad, violada y asesinada en Catamarca; Teresa Rodríguez, muerta cuando reprimían un piquete allá en el sur; Sandra Cabrera, asesinada en Rosario; Liliana Tallarico, asesinada en La Plata. Soy las mujeres de Juárez. Soy todas las asesinadas por odio. También soy Romina Tejerina, presa y reprimida en Jujuy. Y Claudia Sosa de Mendoza y Etelvina y Patricia y la "Galle", presas. He sido violada por Hoyos en Salta. Soy Elly Díaz, violada por Benavidez en Córdoba. Soy Leila y Patricia, violadas y asesinadas en Santiago del Estero. Soy las mujeres asesinadas en Mar del Plata; la trabajadora violada en el ANSES; las niñas violadas en el Congreso. Soy María (me violó mi papá). Soy Marita, Vanesa, Lidia, Fernanda, Andrea y tantas secuestradas para el tráfico sexual en La Rioja, Tucumán, Córdoba, Corrientes, Río Gallegos, La Pampa... Soy las abusadas por los curas del poder. Soy las originarias desterradas de sus casas. Soy las wichis desnutridas. Soy la beba que no llegó al hospital. Soy la niña de once años violada y embarazada porque no hay ley que nos ampare. Soy una africana sin clítoris; una musulmana que pueden lapidar; una colombiana desplazada expuesta a la violencia paramilitar. Soy una mujer estéril por un aborto mal practicado. Soy aquella que murió tras un aborto clandestino. Soy Ana María Acevedo (me dejaron morir en un hospital de Santa Fe). Yo soy la castigada, la invisible, soy la maltratada. ¿Quién ha cavado estos agujeros? ¿Quién ha roto mi mirada? ¿Quién ha desoído mi respiración de espanto? ¿Quién ha cortado, golpe a golpe, los pedazos que me arman? Me repliego muda. Las palabras vuelan lejos. No las sujeto, como si me esquivasen desde el principio de los siglos. Palabras vacías que se deletrean sonido a sonido perdiendo su significado. Como toda criatura marginada, expoliada, espiada y exiliada, me quedo sin lenguaje. Entonces recuerdo que existe el grito. Que puedo gritar 'soy mujer, travesti, transexual, lesbiana, intersex, boliviana, negra, musulmana, inmigrante, pobre, oprimida'... Soy la que está HARTA, la que se rebela, la que se organiza, la que quiere cambiar las relaciones sociales, la que quiere desterrar la injusticia, la que lucha contra el patriarcado".

Yo sabía que la Daunes no me podía fallar, que tendría la palabra justa para una conmemoración como esta. Sin embargo, a pesar de la fugaz mención, tampoco en su discurso estuvieron lo suficientemente presentes otras mujeres que, junto a muchos hombres, también son víctimas de esta sociedad machista que las margina, las expolia, las espía y las exilia.

Ellas saben muy bien qué es la violencia. Lo saben ya desde la escuela primaria, cuando sus compañeritxs se burlan de su diferencia. Lo saben mucho mejor el día en que toman la decision de asumir quiénes son en realidad y sus papás les dicen que ya no pueden seguir viviendo bajo su mismo techo.

En la calle se dan cuenta de que su decisión fue, cuanto menos, audaz. y que ciertas audacias se pagan con el cuerpo. Que para la sociedad ellas no son ellas, que para la sociedad cuenta más lo que dice el DNI que el grito sordo de sus sentimientos más profundos.

El odio tiene muchas caras y, en sus casos, el odio se les presenta día a día en el rostro de aquellxs que se niegan a llamarlas por su nombre y se empeñan en recordarles el nombre de ese ser de fantasía que existe solamente en sus partidas de nacimiento. El odio también se camufla detrás de la sonrisa que les niega un trabajo formal, del médico que las interna en la sala equivocada o del que directamente se niega a asistirlas como corresponde. Está presente en la televisión, la radio, las revistas o cualquier otro medio o persona que se burle de lo que ellas son. O cuando las señalan por miedo a alguna peste.

Pero sobre todo el odio se muestra libre de caretas en el uniforme del policía que se las lleva presas con la excusa de la prostitución; en el puño de quien las persigue, las golpea, las tortura y las asesina; en la mirada de aquellxs que las condenan a sobrevivir y a morir sin reconocer su dignidad.

En definitiva, el odio asume fatalmente la imagen del olvido.

Y ya sé que al leer estas líneas, no faltará quien sonría con sorna, restándole valor a mis palabras, negándoles a estas mujeres (una vez más) su carácter de tales. A esas personas las invito a hurgar más allá de lo heredado, a cuestionar cuantas verdades se nos dieron hechas. En la medida en que pueda darse cuenta de que ser mujer es mucho más que tener una vagina, podrá también sentir el alivio de que ser varón es mucho más que tener un pene.

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Esto es todo por hoy. Desde las tórridas callecitas de la siempre misteriosa y mágica Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que hoy deja constancia de su admiración hacia las mujeres del mundo que luchan por sus sueños y por sus derechos. Lleven lo que lleven entre las piernas.

jueves, 6 de noviembre de 2008

LA DISCRIMINACIÓN SE APRENDE


Algunas semanas atrás, la opinión pública argentina se escandalizó por lo que se consideró un episodio bochornoso e inmoral en la televisión de aire. Yo diría que fue solo uno de los tantos a los que nos tienen acostumbradxs lxs popes de la caja boba, pero extrañamente éste cobró particular relevancia.

Una de las participantes del popular "Bailando por un Sueño", con el solo objeto de hacerse notar y ganar así algunos minutos de repercusión en los programas de chimentos, apareció en cámaras con un vaso lleno de agua y un corcho. La idea era mostrar a la teleaudiencia un ejercicio práctico para que los hombres heterosexuales (no se hizo la aclaración pero se sobreentiende) ejercitaran los músculos de sus lenguas y aprendieran a hacer sexo oral a las mujeres. El acto tan reprobable consistió en no quedarse en las explicaciones teóricas, de modo que la señortia en cuestión procedió a introducir su lengua dentro del vaso y trató durante algunos minutos de hundir el corcho. Así contado, da la impresión de ser un ejercicio sin demasiadas complicaciones pero la resistencia del corcho para dejarse sumergir obligaban a la muchacha a proyectar de manera exagerada su apéndice lingual, imagen que por los efectos ópticos del agua se veía magnificado en la pantalla.

"¡Sexo oral en la tele!" se horrorizó la diva de los almuerzos, que por lo visto desconoce las condiciones elementales de dicha práctica sexual, habida cuenta de que para llevarlo a cabo se necesita por lo menos un genital, el cual estuvo presente solo en la imaginación de lxs telespectadores. "Se han desdibujado todos los límites" sentenció uno de los célebres chismosos de la tarde (como si él mismo no desconociera sistemáticamente la existencia de los mismos). Se alzaron varias voces en todos los ámbitos del quehacer nacional como si el escandalete pusiera en vilo la seguridad de los ciudadanos y corrieron ríos de tinta proclamando la fatídica decadencia de nuestra sociedad. Lo que resulta curioso es que la mayoría de esas voces coincidían en defenestrar el episodio porque era un mal ejemplo para lxs chicxs.

A todxs ellxs yo les digo, ¿saben lo que vieron los chicxs que estaban frente a la pantalla esa noche?: una mina metiendo la lengua dentro de un vaso con agua para jugar con un corcho. ¡Nada más que eso! Las demás elucubraciones corren por cuenta de las mentes calenturientas de lxs mayores. Somos lxs mayores lxs que tenemos la maliciosa capacidad de ver pecado donde queramos encontrarlo. A través de palabras altisonantes que supuestamente abogan por la exaltación de la moral y las buenas costumbres, somos lxs mayores lxs que enseñamos a lxs pequeñxs a dejar de lado su mirada inocente. Y de allí a juzgar lo que no se entiende, a pontificar sobre lo que no se sabe y a discriminar todo aquello que se aparte de los límites estrechos y caprichosos que la cultura heredada nos impone, hay solo un paso.

Justamente esta breve reflexión sirve como introito a la noticia que quería comentar en este artículo.

El último 28 de octubre, en el marco de la celebración de la Semana del Orgullo en Buenos Aires, en las instalaciones del CIPSBA (Centro de Investigaciones y Políticas del Socialismo para Buenos Aires) el Área de Derechos Humanos y Diversidad Sexual del Partido Socialista organizó una charla-debate titulado "A discriminar se aprende". La misma contó con un panel integrado por el escritor y periodista Osvaldo Bazán, el antropólogo Marcelo Zelarallán y la Dra. Elena Dezurco, Jefa Administrativa de Kopelco S.A.

Si bien a mi juicio las disertaciones se apartaron por momentos del nudo central del tema convocante, el encuentro tuvo un saldo altamente positivo y dejó planteadas algunas cuestiones fundacionales para la lucha contra la discriminación.

Tras una breve introducción y bienvenida a cargo de Facundo García, Coordinador del Área, el licenciado Zelarallán puso de manifiesto las limitaciones que presentan las leyes para producir verdaderos cambios culturales y la responsabilidad indelegable de las personas en dicho proceso social. Bazán, por su parte, se limitó a leer con defectuosa dicción algunos párrafos de su "Historia de la Homosexualidad en la Argentina". Por fortuna, la obra tiene mérito en sí misma y la selección realizada por el autor fue por demás acertada. Describió el modo en que lxs homosexuales fuimos segregados ya desde el inicio de esta sociedad hispanoamericana, en contraposición a una cultura aborigen mucho más respetuosa de las elecciones personales. Tanto así que la historia de la homosexualidad resulta en realidad la historia de la represión contra lxs homosexuales.

La que no estuvo a la altura de las circunstancias fue tal vez la Dra Dezurco. Expuso (con cierto desconocimiento del tema en cuestión) la importancia del Proyecto Escuelas, patrocinado por la empresa de preservativos donde ella desempeña funciones y la Fundación Buenos Aires Sida. En más de una ocasión tuvo que invocar el auxilio de mi amigo y compañero Marcelo Caldeo, uno de lxs verdaderxs artífices del proyecto. Él fue el encargado de explicar los lineamientos básicos de la tarea que la FBAS realiza en las escuelas.

Con la certidumbre de que la educación debe ser el pilar fundamental de toda iniciativa que pretenda luchar contra la discriminación y generar en la conciencia de los jóvenes ideales de autoestima y respeto por la diversidad, la FBAS recorre las escuelas de la Ciudad de Buenos Aires y el Conurbano dando talleres de VIH/Sida destinados a alumnos de enseñanza básica y media. Suple de este modo (aunque solo en una mínima proporción) la ausencia del Estado en este tipo de iniciativas que, hoy por hoy y a la luz del avance de la pandemia, se presentan como imprescindibles e impostergables. Las charlas sobre VIH/Sida sirven para desestructurar el andamiaje de mitos y prejuicios sobre el que se sustenta la discriminación padecida por las personas que viven con el virus. Pero también son la excusa para llegar a lxs jóvenes con un discurso que abarca además cuestiones de género, de control de la natalidad, diversidad sexual y técnicas de reducción de daño en adicciones. La lucha contra la discriminación presenta múltiples frentes simultáneos que ni siquiera se agotan con los expuestos.

A discriminar se aprende. ¿Alguien tiene dudas sobre ello? Pero también se puede aprender a NO discriminar. Para ello, debemos aprender a cuestionar y a poner en tela de juicio todos los mensajes que nos llegan envasados y rotulados como verdades absolutas. Una tarea ciclópea sin dudas que debe estar a cargo de lxs discriminadorxs y también de lxs discriminadxs, en plena conciencia de que los límites entre unxs y otrxs son siempre imprecisos. ¿O acaso no han sido desde siempre las mujeres las encargadas de educar a los machistas que denigran lo femenino? ¿Cuántos son los gays que jamás se han burlado de una travesti o nunca se han referido despectivamente a sus pares con el mote de "pasiva"?

A discriminar se aprende y el mundo debería tomar conciencia de que lxs mismxs víctimarixs también suelen convertirse en víctimas de sus prejuicios. Como ejemplo baste mencionar a los varones heterosexuales que acceden a una relación sexual con una chica que no les gusta simplemente por miedo a que lo tomen por marica. Cuánto más libres seríamos todxs si cada cual tuviera la posibilidad de elegir sin ataduras lo que su deseo y su conciencia le indiquen como valedero.

Rescato de esta charla, la inquietud de sus actores por plantear una vez más un tema que, de tanto mencionarlo, se vuelve transparente a la hora de las soluciones. Tal vez llegue el día en que, gracias a estas inquietudes, dos personas tomadas de la mano solo representen el amor y la ternura que une corazones, más allá de la identidad de género de cada unx. Llegará entonces el día en que todxs volvamos a ver el mundo con mirada de niñx.

Esto es todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que valora los esfuerzos de lxs responsables del CIPSBA y de todxs aquellxs que trabajan en beneficio del respeto y la diversidad.


domingo, 19 de octubre de 2008

UNA ROSA Y UNA ENSALADA DE FRUTAS


Como podrán sospechar, yo también tuve una madre. Porque al fin y al cabo también soy un ser humano. Alguna vez he hablado de ella en este mismo sitio y es muy posible que haya quedado en los lectores una imagen negativa de esa taurina castradora que me dio la vida. Culpa mía, por supuesto, ya que durante años me resultó más sencillo hacerla responsable de todo lo malo que me sucedía, antes que hacerme cargo de mis propios errores. Tenía lo suyo igual (no se vayan a creer que era la Madre Teresa) pero lo justo es reconocer sus virtudes y sus aciertos, que no fueron pocos ni banales.

Doña Emma (Rosa su segundo nombre) fue, ante todo, una mina fuerte y de convicciones inquebrantables. Tozuda, bah, pero confiable y de una sola palabra. El mundo, desde su óptica, se dividía entre lxs que pensaban como ella y lxs que estaban equivocadxs. Sin embargo, el estar en la vereda de enfrente no te privaba de su respeto ni de su consideración. Mi vieja fue profundamente solidaria y así la recuerdan todxs lxs que la conocieron. Lxs que la conocieron y no tuvieron que convivir con ella, claro está. Yo fui testigo de sus otras facetas menos felices y, no obstante, sé que era capaz de cualquier sacrificio para lograr el bienestar de sus seres queridos. Sobre todo si esos seres queridos ostentaban el título de "hijx". Porque si hay algo que mi vieja hizo fue AMARNOS a mis hermanxs y a mí por sobre todos los seres que hay en el mundo. Su amor por nosotrxs fue su motor y su aliento. Aun más en los momentos difíciles, duras y gravísimas experiencias que hubieran derribado al más valiente.

Claro que (como suele suceder) yo no fui conciente de ese amor hasta que ya fue tarde. ¿Saben cuándo fue? Seguro se van a reir: fue la primera y única vez en mi vida que hice ensalada de frutas.

Pocas veces me verán comer frutas si no es en ensalada. Es un placer que disfruto desde siempre y no me produce el mismo deleite comiéndolas por separado. A mis hermanxs les sucede algo similar y mi vieja lo sabía muy bien. Durante décadas desde que tengo memoria, durante los veranos, en su heladera siempre había ensalada de frutas recién preparada. Ella raramente la probaba. La ensalada era para nosotrxs. Recuerdo su imagen mañanera sentada en la cocina cuchillo en mano desmenuzando las manzanas porque a mi hermano le gustaba el sabor pero no la textura; quitando minuciosamente todas las semillas de las naranjas para que mi hermanita no se atragantara; o cortando las bananas en rodajas gruesas porque a mí me gustaba morderlas y disfrutar su consistencia (huelgan los comentarios al respecto). Para doña Emma, el ritual veraniego de la ensalada de frutas era sagrado. Para nosotrxs era solo algo más. Como el aire que está para ser respirado. Unx abría la heladera y allí estaba la gran olla que terminaba vacía al final del día. Jamás un "¿te ayudo?" y mucho menos un "gracias".

Solo fui conciente del verdadero significado de aquel ritual cuando ella ya no estuvo. Una tarde me senté cuchillo en mano frente a la montaña de frutas y me di cuenta con claridad del amor infinito que mi vieja sentía por todxs nosotrxs. ¡Porque hacer una ensalada de frutas como lo hacía ella es un laburo de esclavos! Tanto que yo lo hice una vez y nunca más.

Obvio que su amor se manifestó de muchísimas otras formas, menos triviales que una ensalada de frutas. Mi sensación de agobio de aquella tarde no fue más que el pretexto que necesitaba mi corazón para dar rienda suelta a una serie de recuerdos muy guardados en mi pecho, tras cuya liberación mi vieja había adquirido las dimensiones de una diosa olímpica: un ser poderoso, pasional, omnipresente y a la vez capaz de las ternuras más inverosímiles.

Curiosa relación la nuestra. Por su parte, un amor tan grande que la obligó a ejercer su dominio a como diera lugar. Hoy sé que su afán por coartar mis libertades no se debió tanto a sus ansias de poder como a su horror por verme caído o lastimado. Si bien fue una mujer sabia a su manera, nunca comprendió (o lo hizo muy tardíamente) que hay golpes imposibles de evitar. Y eso que le hice escuchar hasta el hartazgo las canciones de Serrat. Incluso la que dice:
"Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día nos digan adiós".


Extraña relación sin dudas. Por mi parte, un evidente amor-odio que para mí no lo era tanto. ¡Cómo me enojaba si alguien me hacía notar cuánto yo quería a mi madre! Durante muchos años yo no quise quererla. Ella deploraba o envidiaba (que para el caso era lo mismo) mi espíritu libre. Ella despreciaba mi escaso apego a los rótulos. Pero, más que nada, ella suponía que yo era un ser "débil y perturbado" (fueron sus propias palabras) por el solo hecho de ser homosexual. Me confieso rencoroso: su homofobia fue tal vez lo único que no le puedo perdonar. Aun cuando su amor por mí fue superior a sus prejuicios. En los hechos, a pesar de reprobar expresa y continuamente mis "inclinaciones", jamás me abandonó ni me expulsó de su vida y (menuda paradoja) eso me parece algo loable de su parte. Antes bien, pretendió "curarme" y "hacerme regresar a la normalidad". Si hasta ese momento había sido posesiva, cuando supo que yo era gay intentó abrazarme hasta quitarme el aliento y entonces fui yo el que levantó un muro entre los dos. Alego en mi favor que fue legítima defensa.

Todavía supura la herida provocada por el desprecio manifiesto por "lo que yo era" (o sea por "quien yo soy"). No obstante y muy a mi pesar, jamás dejé de amarla ni de velar por ella. Tan solo dejé de idealizarla. O mejor dicho, comencé a protejerme de sus espinas.

Ese amor se me hizo patente la primera y única vez que la vi caída. Una vida de trajín y lucha constantes no podía menos que desembocar en una seria afección cardíaca. Así fue como pude verla en toda su humanidad. Desvalida en la sala de terapia intensiva, lucía frágil y vulnerable como nunca. Allí la descubrí pequeña y anciana. ¡Ella, que solía controlar los huracanes! No fue pena lo que sentí en aquella oportunidad. Fue puro amor. Tanto que, por primera vez desde mi infancia, necesité abrazarla con todas mis fuerzas. No pude hacerlo, claro está. Pero sí pude susurrar en su oído y en medio de su inconciencia un "te quiero" que me quemó la garganta. Un "te quiero" que no pude repetirle en los años que mediaron entre su recuperación y su muerte.

Cuando murió casi no lloré. Creo que fue un homenaje a su certeza de que "los hombres no lloran". O tal vez mi propia certidumbre de que su muerte nos liberaba a los dos. A ella, de la autoimpuesta obligación de velar por el correcto funcionamiento del universo y de tener que cargar con el oprobio de tener un hijo puto. A mí, de la inexplicable necesidad de huir de su mirada cargada de desaprobación.

Mi intención al comenzar estas líneas era la de rendir homenaje a mi madre y muchos han de pensar que no lo he logrado. Yo mismo lo pensé por un momento y tuve que releer lo escrito para cerciorarme de que, en el fondo, no me aparté ni un ápice del objetivo inicial. Mi madre fue un ser excepcional. Una mujer sin medias tintas que, a su modo, me enseñó a no bajar los brazos. Una mujer que tuvo sus aciertos y sus errores y allí radica su verdadera grandeza. Porque ahora sé que ella también admiró mi rebeldía y valoró en su justa medida los enfrentamientos que nos unieron en vez de distanciarnos. Estoy seguro de que ella aprobaría esta semblanza de su persona, que quizá no se ajuste estrictamente a la verdad, puesto que se proyecta a través del filtro de mi subjetividad, pero brota (eso sí) de mi amor de hijo y de la honestidad que ella supo transmitirme.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa ciudad de Buenos Aires se despide Viktor Huije, un cronista de su realidad que hoy hubiera preferido ilustrar este texto con una imagen de su madre pero, ante la certeza de que ella no hubiera estado de acuerdo con aparecer en una página vinculada a la diversidad sexual, respeto su opinión y simbolizo su recuerdo en esta flor que ella amaba y la representa mejor que mil palabras.


domingo, 12 de octubre de 2008

La etiqueta del ODIO


"Si el amor es una enfermedad, yo elijo morir en tus ojos".
Semejante cursilería me la dijo (hace más de treinta años) el único hombre que fue capaz de sostener sus dichos hasta las últimas consecuencias. Tanto que murió con su mirada clavada en la mía.

Creo que debe haber leído la frase en alguna de las noveluchas de Corin Tellado que su madre (muy sicóloga ella pero reaccionaria e incongruente) devoraba en sus ratos libres. Pero ese hecho no le quita mérito y aun resuena en mi memoria esa voz disfónica de muchachito quinceañero que me enseñó sin darse cuenta que no todo en la vida es blanco y negro, que la mayoría de las cosas que nos han enseñado es pura patraña y que amar (AMAR) es lo más glorioso que nos puede acontecer a los mortales. Esas cosas no se olvidan y jamás llega uno a agradecerlas lo suficiente.

Yo también lo amé. Y todavía lo amo en cierta forma. Es el único método que conozco para mantenerlo vivo. Después fui capaz de amar a otras personas y, entre ellas, también a una mujer maravillosa con la que compartí los mejores y más plenos años de mi vida, aquella con la que engendré tres sueños maravillosos que hoy son nuestro mayor orgullo.

¿Y cómo puede ser que, reconociéndome gay, haya habido en mi vida una mujer tan importante y que no era mi madre? Sencillo: porque en nunca le he dado demasiada importancia a las etiquetas.

Alguna vez, alguien me regaló una de esas maquinitas rotuladoras. Saben cuáles les digo: esas máquinas manuales que tenían una rueda con letras y números detrás de la cual había un dispositivo que, al oprimirlo, moldeaba el símbolo elegido en una cinta plástica que luego se adhería a la superficie de nuestra elección. Recuerdo que, al principio, con el entusiasmo de la novedad, mi cuarto se llenó de diminutos cartelitos multicolores. Sin embargo, mi espíritu acuariano es indomable y no pasó mucho tiempo hasta que la caja que decía "LÁPICES" se llenó de papelitos, banditas elásticas y tapitas de gaseosa, por solo dar un ejemplo de los tantos recipientes, gavetas y estanterías que perdieron sus exclusividades.


Así fui siempre y siempre lo seré. El amor llegó hasta mí una y otra vez encarnado en diferentes personas y nunca fue demasiado importante lo que llevaran entre las piernas. Porque, como dice la canción que cantaba Baglietto, "el amor es amor, aunque no se lo diga".

Para mí es tan claro y sencillo de comprender que a veces incluso me da bronca la tozudez con la que muchxs se niegan a abrir sus mentes. Sobre todo aquellxs que, por propia voluntad, han abrazado una fe que (en teoría) privilegia el amor por sobre todas las cosas. ¿Acaso hay un amor bueno y otro malo? Estoy harto de lxs que nos señalan con el dedo, de lxs que se burlan de nosotrxs y de lxs que pretenden curarnos. Estoy harto de lxs que, argumentando teorías fundamentalistas, se empeñan en negar nuestros derechos más básicos. Y en la medida de que uno de esos derechos inalienables es el derecho a ser, mi hartazgo se transforma en angustia, en importencia y (por qué no) en miedo.

Hoy es 12 de octubre y, aunque muy pocos lo recuerdan, se cumplen veinte años desde el asesinato de Matthew Shepard, el muchachito de Wyoming que fue salvajemente golpeado y mutilado por el solo hecho de ser gay. Hace poco menos de un mes, un activista iraquí fue acribillado a balazos por la propia policía porque el joven era homosexual. Más cerca de nosotrxs, no debemos omitir el caso de Pelusa Liendro, la dirigente trans salteña asesinada en noviembre del 2006 a causa de su tarea social a favor de las chicas travestis de su provincia. La lista sigue y sigue con cientos y miles de personas anónimas cuyas muertes (en el mejor de lo casos) solo alimentan estadísticas.



La rotuladora se me perdió hace tiempo. Creo que la última vez que la vi estaba en un cajón de un escritorio que también se perdió en alguna de las tantísimas mudanzas. Ya casi no me acuerdo de ella y ¡lo bien que hago! En cambio, recuerdo con nitidez aquellas palabritas que me hicieron estremecer por primera vez y eso está mejor todavía. Lxs que nos odian no saben nada de nosotrxs y se aferran como trogloditas a verdades que muchas veces ellxs mismxs inventan para justificar su salvajismo, su ignorancia y su pobreza de espíritu. ¿Llegará el día en que se animen a remover sus estructuras? Lamentablemente lo dudo. No todxs lxs seres que habitan el planeta son tan humanxs como parecen. Muchxs de ellxs jamás aprenderán que el verdadero amor nunca discrimina. Esa bendición solo nos toca a algunxs elegidxs.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que suele guardar las medias en el cajón de los cubiertos.

domingo, 21 de septiembre de 2008

UNA GRAN DEUDA PENDIENTE

De izquierda a derecha: Alex Freyre, coordinador general de FBAS, Marcela Romero, Valeria Ramírez, Ingrid Pellicori y Facundo García, responsable del Área de DDHH y Diversidad Sexual del CIPSBA. (Fotografía de Inés Giménez).

Yo la conozco. Al nacer, sus padres le dieron un nombre que no era para ella y, después de algunos años, tuvo que corregir el error y se llamó a sí misma Valeria. Igual yo le digo "hermanita putativa". Lo de "hermanita" es porque compartimos el mismo apellido y lo de "putativa" porque... ejem... al buen entendedor, pocas palabras.

Desde hace tiempo se la ve trajinar de aquí para allá por Constitución, un barrio que (sin ser oficialmente una zona roja) congrega a centenares de personas que buscan en el sexo callejero una fuente de subsistencia. Y entre todxs ellxs, las chicas trans se destacan ostensiblemente. Son ellas las que suelen acudir a la sede de la Fundación Buenos Aires Sida, donde Valeria y las otras chicas del equipo las reciben y las escuchan. Porque Valeria es de las pocas que prefieren ocuparse a preocuparse. Con la FBAS como marco institucional, ella se ocupa de que las chicas trans reciban su caja de alimentos; que tengan preservativos para trabajar; les gestiona subsidios habitacionales para que puedan dormir dignamente bajo techo; las aconseja y las insta a concurrir al Hospital Ramos Mejía donde funciona un servicio especialmente diseñado para ellas y, en general, se esfuerza por ESTAR al pie del cañón cuando se la necesita. Valeria trabaja en favor de sus pares y, hoy en día, sin buscarlo, se ha transformado en una activista por los derechos de esas chicas trans que todo el mundo pretende no ver. Una activista que va a los bifes, justamente. Porque a ella no le pidan elucubraciones teóricas, no le pidan discursos. Ella es de las que se arremangan y van a los hechos sin dar vueltas.

Aunque para todo hay excepciones.

El lunes 15 de septiembre, en el Salón Juan Domingo Perón de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, se llevó a cabo una actividad organizada por el CIPSBA (Centro de Iniciativas y Políticas del Socialismo para Buenos Aires). La idea era la de poner de manifiesto las condiciones de vida de personas travestis, transexuales y transgéneros en nuestro país en función de los prejuicios en las prácticas sociales más cotidianas. Una iniciativa más que altruista por parte de los dirigentes del Partido Socialista, el único partido político que hasta ahora se ha hecho eco de las necesidades de la comunidad LGBT.

La fecha no era propicia: ese mismo día, el modisto Roberto Piazza festejaba su unión civil con Walter Vásquez y toda la comunidad LGBT estaba conmocionada por el evento. Un evento que (curiosamente) se anunció con el rótulo de "casamiento", como si las personas de nuestra comunidad contáramos con el derecho legal de contraer matrimonio como cualquier hijo de vecino. A mi juicio, solo un fatuo despliegue de glamour devenido en una seudoreivindicación de nuestra lucha y nuestra plena ciudadanía. Sin embargo, la sala de la Legislatura fue colmada por quienes deseaban estar presentes en un evento de marcada relevancia: al fin y al cabo, era la primera vez que las chicas tomaban protagonismo en ese ámbito sin tener que recurrir a la denuncia airada y a la violencia.

En primer lugar, la actriz Ingrid Pelicori interpretó un monólogo de Griselda Gambaro, titulado “El nombre”, que formó parte del ciclo “Teatro x la Identidad”. A continuación, tomaron la palabra (a modo de charla-debate) Marcela Romero, Presidenta de la Asociación Travestis, Transexuales, Transgénero Argentinas (ATTTA) y mi querida Valeria Ramirez, Coordinadora de la sede Constitución de la Fundación Buenos Aires SIDA.

Era su primera vez (quién hubiera imaginado que a estas alturas a mi hermanita le quedaba algo virgen) y como en toda primera vez, hubo miedo, nervios, inseguridades y titubeos. Pero pudo sacar afuera una historia que llevaba muy adentro, reprimida y silenciada como ella misma lo estuvo en los años más oscuros de nuestra historia reciente. Valeria nos contó a todxs lxs allí presentes lo que fue para las personas trans sobrevivir en los calabozos del Pozo de Bandfield, uno de los centros de detención más cruentos de la última dictadura. Pocxs son lxs que hoy ignoran o niegan lo que sucedía por aquellos años en nuestro país convertido en una gran prisión donde una palabra podía ser la diferencia entre la vida o la muerte. Para todxs fue difícil pero para Valeria y sus pares la cosa fue peor. En el Pozo de Bandfield todo tenía un precio y en el caso de ellas la moneda de cambio no era otra cosa que su cuerpo. Con desgarradora simpleza, Valeria supo relatarnos el abuso, la humillación y la deseperanza que signó aquella época de su vida.

"A nosotras no nos torturaron con picana. Pero para poder comer, para poder tomar un vaso de agua, para poder ir al baño debíamos acceder a la violación. Violación a todo nivel: física, psíquica y moral" dijo. "Yo ejercí la prostitución porque no tenía trabajo y me duele que hoy siga pasando lo mismo en todo el país. Por lo tanto les pido políticas de empleo para las personas trans. Con nosotras hay una deuda pendiente que la democracia todavía no resolvió: hay políticas solidarias para adultos mayores, para niñas, niños y adolescentes, políticas para mujeres, para personas con discapacidad pero para nosotras nada hasta el momento. En todo caso, solo políticas represivas".

"Nosotras fuimos perseguidas políticamente por nuestra militancia o por nuestra identidad de género. Ninguna de mis compañeras de cautiverio sobervivió y hoy todavía siguen muriendo por la falta de acción de la democracia. Queremos una democracia que nos incluya y nos respete a todas".

Palabras más, palabras menos, esas fueron las ideas que Valeria expuso el lunes en la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, un órganismo público que debería velar por el bienestar de todxs sus ciudadanxs pero que hace la vista gorda ante muchos atropellos, amparados por el manto del prejuicio, el desprecio y la indiferencia de la sociedad.

Nada tengo yo para agregar. Salvo mi reconocimiento y la pública exteriorización de mi cariño hacia mi hermanita putativa que se la juega día a día por lo que considera justo.


Eso es todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que quiere rescatar los esfuerzos cotidianos de personas como Valeria, para que pierdan su anonimato y alcancen el sitial que en verdad se merecen.

martes, 26 de agosto de 2008

COSA DE CHINOS


Han terminado los Juegos Olímpicos de Beijing y comienza así una nueva Olimpiada. Estoy seguro de que (al igual que yo) todxs habrán quedado deslumbradxs por la magnificencia de las ceremonias (de apertura y de cierre) y por la belleza y originalidad de un espectáculo que ya brilla en los anales de la historia. Cosa de chinxs.

En medio de tanto asombro y admiración, debo confesar una pizca importante de sana envidia (si es que tal sentimiento existe). Miles y miles y más miles de chinxs trabajando mancomunadamente, aportando lo mejor de sí, conscientes de que el éxito de todxs dependía del desempeño de cada unx, para brindar al mundo una muestra inigualable de talento y puro arte.

Es cierto que el estado chino invirtió mucho dinero para organizar los juegos más fastuosos que pueda recordar la humanidad, pero lo que allí se vio rebasa holgadamente el límite de lo que pueda conseguirse solo con billetes. El oro no compra creatividad desde la nada. El vil metal no engendra imaginación ni buen gusto, sino tan solo la posibilidad de concretarlos. Siempre y cuando lo asista la inteligencia para desarrollar la tecnología necesaria. La infraestructura edilicia, la administración de los recursos humanos, la campaña mediática, las ceremonias, todo el trabajo emprendido en pos del lucimiento en estos Juegos da pruebas de una capacidad organizativa lindante con la perfección. Aun a sabiendas de sus contradicciones y miserias, mis sinceros respetos a una nación cuya cultura ya iluminaba los anhelos de la humanidad cuando América y Europa todavía se debatían entre la piedra y el garrote.

De puro asombro, disfruté la ceremonia de apertura sin poder cerrar la boca. Los ojos no me alcanzaban para aprehender tanto detalle. Mi comprensión era incapaz de abarcar tanta hermosura... Y como una voz en off dentro de mi cabeza, mi costado masoquista preguntando cuál habría sido el resultado si nosotrxs (lxs argentinxs) hubiéramos sido lxs organizadores. De haberlo tenido, habríamos gastado la misma cantidad de dinero (o más) pero para presentar algo mucho más opaco y deslucido. Millones y millones engordando las cuentas bancarias de los funcionarios de turno, contratos fraudulentos, artistas mal pagados y todos los etcéteras que puedan imaginar, para terminar echándole la culpa a lxs demás por los errores cometidos y asignándose a sí mismos cada acierto. Cosa de argentinxs.

Como nación (si es que lo somos) tenemos mucho que aprender. Lástima que (en estos casos) haya tan pocxs argentinxs dispuestxs a tomar apuntes. Y en medio de esa ensalada tragicómica también lxs miembrxs de la comunidad LGBT tenemos asignado nuestro bolo. Porque en éste, como en tantos otros aspectos, los gays, las lesbianas y lxs trans somos como todxs lxs demás.

Toda generalización es por lo menos injusta (cuando no antojadiza o malintencionada). Sin embargo, dado que lo mío no es la sociología sino apenas una opinión personal (tan subjetiva como falible) siento que tenemos un especial talento para construir barreras infranqueables a base de pura mezquindad e intolerancia. Nos cuesta unir fuerzas para lograr un objetivo común o, cuando lo hacemos, nos arrancamos los ojos para ser reconocidxs como lxs únicxs adalides en la lucha. El grueso de la comunidad se limita a criticar lo que se hace y lo que no sin comprometerse demasiado y una minoría se asocia en decenas o cientos de organizaciones en defensa de los derechos LGBT, todas por separado e incluso enemistadas entre sí. Surgen de ese modo dirigentes atornilladxs a sus cargos que se confunden a sí mismos con la institución a la que debieran servir, otrxs para quienes dicha institución es más importante que las bases que (se supone) representan o (escudadxs en ello) personajes que se olvidan de su rol de activistas y se limitan a buscar errores en la tarea de los demás.

El espectáculo de lxs chinxs fue maravilloso y (más allá de que para lxs occidentales todxs lxs chinxs parecen iguales) ninguno de ellxs se destacó en el conjunto. Sabiéndose cada unx parte fundamental del todo, ningunx alzó la voz para reclamar el crédito. Humildad y conciencia de grupo que le dicen... Cosa de chinxs.


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Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que, a pesar de lo que opine, es tan argentino como el que más.

domingo, 6 de julio de 2008

Labios con partido

Pasó el 28 de junio y siempre la misma historia. Miles de mails discutiendo sobre si las personas LGBT tenemos que sentir orgullo de serlo. Que si el orgullo esto. Que si el orgullo aquello. Que si las organizaciones me representan. Que si no...

Paralelamente, la ciencia hace su aporte a la confusión general y sigue investigando sobre las causas y los orígenes de la atracción entre personas del mismo género. ¡Como si tuviera alguna relevancia! Ahora resulta que los gays varones tenemos el cerebro como el de las féminas heterosexuales y las chicas lesbianas, como el de los machos cabríos. ¡Siéntanse felices, personas trans! Al menos por esta vez no han sido incluídas en estas clasificaciones discriminatorias que no suman pero restan y dividen. Parece que a la ciencia le sigue molestando que existamos y que seamos un "problema" a resolver.

Por mi parte, trato de no engancharme en este tipo de discusiones irrelevantes. No me interesa saber por qué soy gay, del mismo modo que a los varones heterosexuales no les interesa saber por qué les gustan las mujeres. Por lo tanto, no siento ningún orgullo particular en relación a mis preferencias afectivas pero sí me siento orgulloso de mi actitud ante el mundo y de mi decisión de afrontar la vida con dignidad y sin ocultar quién soy en realidad. Como corolario de lo expuesto (y para no hacerla tan larga), les dejo simplemente un poema que escribí hace unos años y que está inspirado en otro, escrito por Pedro Lemebel, llamado Manifiesto (Hablo por mi diferencia). Si no son muy afectos a la lectura o a la poesía y tienen que optar entre un poema u otro, les recomiendo que lean antes el de Pedro, que no tiene desperdicio.


ORGULLO
(Beso en verso para Pedro Lemebel)

Ay Pedro, Pedro...
¿sos o te hacés?
¿Siempre fuimos o nos hicimos?
Vaya preguntas.
Encaramados sobre los tacos
con el cabello verde
quebrando la muñeca
depilados hasta la raja
o quemando el arroz
llega un momento en el que ya no importa
si aflautamos la voz
o si la cadera nos bailotea más de la cuenta
cuando vamos al mercado.
Yo también tengo tantas cicatrices en la espalda
que ya las risas no me dañan
y cuando alguno por la calle me mira como a un sapo
lo increpo con el gesto
y el muy cobarde me esquiva la mirada.
Porque los maricones, Pedrito, somos nosotros
pero son ellos los que nos tienen miedo.
Miedo a que les guste que les miremos el bulto.
Miedo a que les guste que les toquemos el traste.
Miedo a que les guste mordisquear la almohada.
¿A qué viene, si no, tanto reparo a dirigirnos la palabra?
¿Por qué tanto asco
tanto estigma desvalorizante
o en el mejor de los casos
tanta tolerancia?
¿Acaso tendríamos que besarles los pies
cada vez que nos cruzan sin apalearnos?
Somos diferentes y no es una vergüenza.
Tengo marido ¿y qué?
Soy tal vez más hombre que los hombres
que nos gritan maricón a la distancia
más que los que nos golpean
sólo para que no les contagiemos la caidita de ojos
más hombre que los hombres que nos castigan
saciándose los pitos en nuestros culos.
Nosotros somos más hombres que ellos.
Porque con supina dignidad nos bancamos
esta naturaleza nuestra a contramano
y el oprobio innecesario que nos viene de regalo.
Porque no importa si nacemos así o nos hacemos.
Al fin y al cabo
si somos el resultado de un molde mal diseñado
ya encontrarán ellos la manera de abortarnos.
Y si nada más elegimos
si esto no es más que optar por el gusto de que nos soplen la nuca
les bastará con encender de nuevo las antorchas
para seguir quemándonos por brujas.
Por eso si los dejamos, Pedro,
si no hacemos oir nuestra voz de pito
si no los señalamos con las uñas esmaltadas
a ellos y a su error de creernos una lepra
si no alborotamos los despachos oficiales
con el taconeo de nuestras demandas
vamos a estar jodidos.
Mucho más aún de lo que ya estamos.
Yo sé que vos lo sabés.
De alguna manera vos mismo me lo enseñaste
y no sé por qué te lo digo.
Por ahí no es a vos al que se lo estoy diciendo.
Pero tenemos que juntarnos, Pedro,
reirnos de los que se ríen
salir a la calle como las locas que somos
y demostrarles que tenemos labios con partido
que no tenemos el futuro solo en la bragueta..
Tenemos que invitarlos a que nos pierdan el miedo
a nosotros
o a calzarse la medibacha si se les da la gana.
Pero sobre todo
tenemos que juntarnos y codo a codo
enseñarnos a no tenerles miedo
a no hacernos eco de su macha ignorancia
y querernos así
tan maricas
tan tortas
tan travas
tan putos como somos.

---------------------Buenos Aires, 1 de junio de 2006



Esto es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa y hoy particulamente gris ciudad de Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que ya no se esconde ni se miente.

domingo, 22 de junio de 2008

"Todo tiene que ver con todo"

Hace algunos meses, una persona que yo quiero entrañablemente (conocedor de mi pasión por dicurrir respecto de los más variados temas de actualidad) criticaba con buenos argumentos mi repentino y monotemático giro hacia la cuestión LGBT. Palabras más, palabras menos, decía extrañar a aquel Víktor cuya óptica iba más allá de la homosexualidad y la homofobia. En mi defensa (si es que tuviera que plantear alguna) puedo aducir que todo ser humano suele transitar a lo largo de su vida por diferentes etapas y que a mí me llegó el momento de comprometerme de lleno con una temática que no solo es cara a mis sentimientos, sino que además se ha transformado en una cuasi obligación moral y espiritual. Después de tantos años de inaccion, es para mí una necesidad contribuir a la causa por medio de la simple exteriorización de mi pensamiento, ineludiblemente mixturado con ese sesgo emotivo e intimista que me caracteriza.

No obstante, ello no significa que el resto del universo haya dejado de tener peso en el conjunto de mis intereses. Muy por el contrario, sigo atento a todo aquello que desde siempre atrajo mi atención. Los años y la experiencia suelen machucarnos la carrocería pero el chasis que la sustenta no se modifica en mayor grado.

Sin ir más lejos, por estos días leía sobre la aprobación de la llamada "Directiva Retorno" por parte del Parlamento Europeo y se me dio por pensar hasta qué punto el mundo no nos está dando inequívocas señales de que está girando al revés. La mencionada disposición establece que, a partir del 2010, lxs inmigrantes indocumentadxs que residan en el territorio de la Unión Europea deberán aceptar el "abandono voluntario" de los países comunitarios o, de lo contrario, ser expulsadxs. Esta medida afectará a más de 8 millones de personas y, por supuesto, ha dividido a la opinión pública internacional. Hugo Chávez amenazó con no comercializar el petróleo venezolano con los países que adhieran a la que denominó "Directiva Bochorno", aunque el más duro fue su par boliviano quien recuerda que las últimas disposiciones migratorias europeas violan nada menos que la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la que lxs europexs suelen llenarse la boca cada vez que pavonean sus principios “democráticos”. Dice Evo: “Estamos bajo intensa presión de la Comisión Europea para aceptar condiciones de profunda liberalización para el comercio, los servicios financieros, propiedad intelectual o nuestros servicios públicos. Además a título de la ‘protección jurídica’ se nos presiona por el proceso de nacionalización del agua, el gas y telecomunicaciones realizados en el Día Mundial de los Trabajadores. Pregunto, en ese caso ¿dónde está la ‘seguridad jurídica’ para nuestras mujeres, adolescentes, niños y trabajadores que buscan mejores horizontes en Europa? Promover la libertad de circulación de mercancías y finanzas, mientras en frente vemos encarcelamiento sin juicio para nuestros hermanos que trataron de circular libremente... Eso es negar los fundamentos de la libertad y de los derechos democráticos”.

Tema arduo si los hay en el que quedan expuestas las más bajas miserias humanas, cuyo objetivo explícito en este caso es el de entronar la xenofobia y el deprecio por quienes alguna vez supimos brindarles (a lxs europexs) un espacio donde resarcirse de sus propios agobios.

Recordé de inmediato las palabras de Pedro Zerolo (el pasado 17 de mayo en ocasión de la celebración del Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia, acto que yo mismo comentara en estas mismas páginas hace un mes): "En Europa se empieza a ver de nuevo la garra de la ultraderecha política y del integrismo religioso. En esa Europa a la que siempre hacemos referencia como el paraíso de las libertades, empiezan a escucharse discursos ultraconservadores, homófobos, machistas, racistas y xenófobos. Pero no por gente desconocida sino que esos discursos se escuchan en boca incluso de presidentes de república o gente de gobiernos de esa Europa que tenemos como referente".

Cabe preguntarse entonces cuánto tiempo les llevará a los miembros de esa ultraderecha integrista desbaratar los logros que nuestra comunidad LGBT ha conquistado (con mayor o menor éxito) en los distintos puntos del orbe. Porque (no nos engañemos) esta es una ideología que no sabe de fronteras, religiones, color de piel y (me atrevería a afirmar que) ni siquiera de orientación sexual. La ultraderecha ha plantado su pezuña a lo largo y a lo ancho de todo el espectro político y de pensamiento. Hoy son lxs inmigrantes indocumentadxs. Mañana ¿quién sabe? Tal vez les llegue la hora (como ya ha sucedido en el pasado) a lxs que profesen tal o cual religión, o a lxs que gusten de vivir en carpas, o a lxs que prefieran llevar el pelo verde. Es obvio que dentro de esa lista también estaremos lxs que disfrutamos del amor con personas de nuestro mismo sexo.

Y en tanto nos llega la hora de enfrentarnos a la mordaza ¿qué? ¿Nos quedamos de brazos curzados viendo como son avasallados los más elementales derechos de las personas? ¿Miramos para el otro lado con la exsusa de que esa es una cuestión que no nos atañe? Se cae de maduro que no será esa la mejor postura. Ya lo decía el afamado filósofo de pacotilla contemporáneo, don Pancho Ibañez: "Todo tiene que ver con todo". Y nunca más a cuento la perogrullada como en este caso, donde lo que está en juego es la legitimación (por medio del silencio) de conductas y filosofías a todas luces discriminatorias. Y no interesa el objeto específico de la discriminación. Apelando a una expresión grosera pero estrictamente específica para esta cuestión, racismo, xenofobia y homofobia son la misma mierda con distinto olor. Olor y esencia de locura, odio, muerte y destrucción. Fobias que debemos enfrentar con compromiso y sin medias tintas. Fobias que, en realidad, no son tales, en tanto responden a ideologías perversas y no a una patología... pero eso dará para otra discusión.


Esto es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que en esta oportunidad lxs invita a reflexionar sobre esta aversión que, más temprano que tarde, también recaerá sobre nosotrxs, si no hacemos algo para impedirlo.

miércoles, 18 de junio de 2008

Bien de Familia


Sucedió a fines del '81 y lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Eran tiempos sin sida en los que la palabra gay todavía no tenía la carga mediática que actualmente tiene. Mi vieja, con su mejor cara de tragedia griega me invitaba a sentarnos en la sala porque "teníamos que hablar". Fiel a su filosofía, según la cual era menester afrontar los disgustos sin rodeos, me espetó un "hijo, ¿vos sos homosexual?", moviendo la cabeza como esos perritos que suelen poner de adorno en los autos.

Yo tenía casi veinte años y acababa de romper una relación que ya había superado los siete aniversarios.

En ese momento pasaron por mi mente miles, millones de imágenes: mi primera vez, los miedos iniciales, la primera noche que él se quedó a dormir en casa como un "amigo", el día en que nos dimos el titulo de "novios", los tantos y tantos desayunos que mi misma madre nos servía contenta porque el nene no era uno de esos "tarúpidos" (neologismo que ella usaba con frecuencia) que no tenían vida social... las discusiones familiares tan cargadas de expresiones homofóbicas (aunque por entonces yo desconociera la existencia de esa palabra), las burlas de mi hermano ante mi total ineptitud para los deportes...

"¿Qué le digo?" me pregunté muy asustado. Y unas décimas de segundo después mi acuariano nato me ganó de mano y largó un certero y contundente "SÍ" como única respuesta a lo que se me había preguntado. Luego vino el silencio más absoluto. Dramatismo y desconcierto en la mirada desorbitada de mi madre para estallar de pronto en un desgarrado "¿Qué me hiciste? ¿QUÉ ME HICISTE?".

No reproduzco mi respuesta porque fue una de las más bestiales intemperancias de mi historia y no me enorgullezco de ella. Baste con declarar que fui directamente al choque y que solo su inconmensurable amor de madre taurina evitó males mayores. De todos modos, no se privó de hacerme padecer todas las maldiciones destinadas a las "personas que son como vos". En pocos días pude reproducir toda la historia de la homosexualidad en mi misma persona, al ser considerado como pecador, delincuente y finalmente como enfermo, para luego volver a recorrer el vía crucis de atrás para adelante y de adelante para atrás. Calvario que, en lo concreto, se tradujo en obligadas sesiones de terapia (porque "no me entra en la cabeza que eso no se pueda curar"), en el silencio cobarde de mi padre (que cuando las papas quemaban prefería dejarlo todo en manos de su señora esposa) y en una década casi completita durante la cual mi hermano mayor no me dirigió la palabra. Fue duro pero lo que no mata fortalece. Sobreviví. Difícilmente se sucumbe cuando se tiene la convicción profunda de que el amor nunca puede ser algo reprobable. Después pasaron muchas cosas. Reencuentros y nuevos desencuentros fueron la constante de nuestra difícil relación familiar. Sin embargo, hoy que también soy padre, puedo comprender (aunque no justificar) tales reacciones. Sobre todo la de mi madre. Los prejuicios, los miedos, las inseguridades, los sentimientos de culpa, las frustraciones y vaya uno a saber cuántas pálidas más se le mezclaron en la coctelera para generar un brebaje explosivo que ni siquiera ella (que estaba habituada a manejar el universo que la rodeaba con pericia inigualable) pudo controlar.

Hoy que los años han pasado y puedo ver las cosas desde otro ángulo e incluso salir de mí mismo y confrontar con lo que les sucede a los demás, me doy cuenta de que muchos son los cambios, aunque la película de la homofobia parezca más bien una foto retocada.

Me habría gustado saber cuál hubiera sido el devenir ideológico de mi señora madre, de haber tenido la posibilidad de vivir estos años actuales en los que el desprecio por lo diverso comienza a perder (con timidez) su status de pensamiento políticamente correcto. Cada día son más las personas que se dan cuenta de que lxs integrantes de esta comunidad tan heterogénea como es el colectivo LGBT somos seres humanos, sujetos de derecho, tan falibles y meritorios como cualquier hijx de vecinx. Cada día son más las personas que se brindan el beneficio de poner en duda los valores ancestrales y se permiten la idea de una convivencia basada en el respeto y la comprensión.

Esto no significa que las familias de hoy en día sean más abiertas y respetuosas de la orientación sexual de sus hijxs. Tal vez debieran serlo, habida cuenta de la mayor información disponible y la creciente exposición de muchxs de nosotrxs que (en algunos casos) mostramos un perfil francamente reñido con el estereotipo dominante en la conciencia colectiva. No sé si el mundo de hoy es mucho mejor que el de hace veinte años. Pero sí se me ocurre que la responsabilidad de lograr una cada vez mayor aceptación de nuestras elecciones de vida también depende de nosotrxs, de lxs hijxs de esas madres y esos padres que se han educado en el odio y la desvalorización de lo diferente. "Debemos ser el cambio que queremos ver" decía Gandhi. Nosotrxs, los gays, las lesbianas y lxs trans deberíamos defender nuestros reclamos con el ejemplo. Y más aun: animarnos a salir del armario frente a nuestras respectivas familias a fin de demostrarles que nada cambia por el hecho de "blanquear" una sexualidad que pretendía estar oculta. La persona que comparta mi cama no va a cambiar lo que yo soy. Si hoy me amás, no hay razones para que mañana me desprecies, habiendo mediado solamente una manifestación honesta de mi ser más íntimo.

Sepan quienes lo intenten que nadie puede garantizarles un jardín de rosas. Puede que el destino les haya puesto como prueba una familia como la mía. Puede que sea aun peor. Pero también cabe la posibilidad de que les suceda lo que a un amigo mío cuya madre, al enterarse de su homosexualidad, lo abrazó y lo besó aliviada: habiendo llegado "el nene" a los treinta sin haber presentado ni una novia, ella ya pensaba que tal vez tuviera "algún problema". Como verán, hay de todo como en botica. Lo cierto es que, fuere cual fuere la reacción de nuestro entorno, siempre será mejor afrontar la vida con la verdad y sin vergüenzas. Sentirse un poco Supermán, pero sin lentes ni capa. Por lo general, las cosas no suelen ser tan terribles como unx se las imagina. Y aun si lo fueran, nada se iguala a la paz que emana del simple hecho de encarar la brisa fresca con el orgullo de haber enaltecido la propia dignidad.

Eso es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que aprendió a sobrevivir a las taras familiares.

viernes, 6 de junio de 2008

Y se nos fue "redepente"

Cuando yo era chico, mi bisabuela solía contarme la historia del elefante del circo. Se trataba de un elefantito al que unos domadores ataban a un poste con una cadena. Al principio, el animalito tiró y tiró de la cadena para liberarse pero sus esfuerzos fueron inútiles. No tenía tanta fuerza como para romper sus ataduras. Sin embargo, lo intentó hasta agotar sus fuerzas y terminó por convencerse de que ya no había caso. Así creció y murió encadenado al pequeño poste sin volver a intentarlo.

Recordé esta historia cuando recibí la triste noticia de la muerte de Martín.

En el ambiente gay de la zona oeste del Gran Buenos Aires se lo conocía mejor como Tetera (¿es necesario explicar el por qué de su peculiar apodo?). Con sus sesenta y tantos, ya era un hombre grande pero, por sobre todo, era un verdadero gran hombre, uno de los tantos y tantas que sobrevivieron a una época en la que estaba terminantemente prohibido mostrarse ante el mundo tal cual unx era. Una época en la que era menester jugar a las escondidas y ganar como el gallego del chiste, que terminaba como una bolsa de huesos detrás de una puerta. Un juego sórdido y peligroso en el que tampoco estaba permitido librar a todxs lxs compañerxs.

Pequeño y moreno, de ojitos achinados y mirada pícara, su sonrisa sempiterna supo lidiar con los sinsabores de su tiempo. Porque el buen humor fue su salvoconducto en ese virtual campo minado que algunos llaman "sociedad". Con el alma encallecida llegó a las puertas del tercer milenio resignado a su rol de paria homosexual en un mundo dominado por el machismo y el desprecio por lo diferente. Como el elefante del cuento, así lo había aprendido, así se lo habían enseñado y él nunca puso en tela de juicio los mandatos ancestrales. Nunca hasta el día en que la vida lo puso en contacto con otros elefantes que ya habían iniciado el proceso crítico y ya empezaban a promover la resistencia a las cadenas.

En esas circunstancias lo conocí. Primero en forma virtual porque no se animaba a salir de su armario oscuro por temor al qué dirán. Desde el anonimato de una dirección de correo electrónico nos contaba sus experiencias, sus fantasías y sus miedos, siempre acompañados por muestras de su simpatía y su buena onda. Costó convencerlo, pero finalmente llegó el día del gran paso y se presentó ante todxs tal cual era, iniciando así un breve viaje interior que lo transformó en el mejor ejemplo de que siempre se puede salir airoso en la lucha contra ese mundo de ideas prejuiciosas que nos ha alienado durante siglos.

Martín fue un hombre que se rehizo a sí mismo en el último lustro de su vida. Décadas y décadas construyendo cimientos que, a la postre, dieron basamento al modesto templo de la autoestima y de una sola convicción: la de que el cambio siempre debe empezar dentro de nosotrxs mismxs.

Como suele suceder en estos casos, no hubo aquí familiares compartiendo la fatal noticia con lxs amigxs del difunto. Fue necesaria la sospecha ante una sorpresiva ausencia en los correos y, luego de varios días de ronda alrededor de su casa, un vecino comedido puso negro sobre blanco respecto de su suerte.

Como diría la gloriosa Niní Marshal (que junto a Osvaldo Pacheco y otrxs tantxs grandes de la escena formaba parte de su parnaso privado), Tetera se nos fue "redepente" sin poder darnos el abrazo amigo al que nos tenía acostumbradxs. Y como es posible que el fantasma del olvido haya rondado alguno de sus sueños, he aquí estas líneas a través de las cuales pretendo dar testimonio de su paso por la vida. Querido Martín, los que te conocimos guardaremos tu recuerdo en un rinconcito cálido de nuestro corazón y el cine de Ciudadela perpetuará por siempre el eco de tus pasos.

Esto es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa ciudad de Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que hoy invita a todxs lxs amigxs y conocidxs de Tetera a levantar un vaso de cerveza en su memoria. Estoy seguro de que los gays, las lesbianas y lxs trans tenemos nuestro sitio en algún cielo y, desde allí, Martín habrá de sonreirnos y brindará con nosotrxs, satisfecho de haberse permitido amar y desear más allá de los convencionalismos y de la hipocresía.

domingo, 1 de junio de 2008

El maestro de los tiernos adolescentes


Cuando yo tenía veinte años, hablar de pornografía era un verdadero pecado mortal, aun para las mentes más liberales de nuestro medio queer. No como ahora, que el tema está más instalado y pocos son los que no han incursionado alguna vez en un cine porno. A pesar de ya no ser tan inocente, por aquel entonces mi experiencia dentro del mundo gay era limitada y aun me creía miembro de una selecta minoría de seres que nadaban contra la corriente, en un mundo donde lo heterosexual era "lo correcto". Sin embargo, el deseo pudo más y me fue posible así quebrar una barrera que me impedía ser yo mismo: la del prejuicio respecto de mis propios sentimientos.

Fue un 26 de enero del '83. El país todavía estaba bajo el yugo de las botas militares, aunque la derrota de Malvinas ya había puesto fecha de vencimiento al Proceso de Reorganización Nacional. Recuerdo muy bien la fecha porque fue un regalo de cumpleaños que me hice a mí mismo.

No recuerdo cómo lo descubrí pero un día supe que ese local oscuro que había en la calle Urquiza, entre Alsina y Moreno, no era otra cosa que un cine porno. Tardé meses en decidirme a entrar y, cuando lo hice, sentí que mi vida ya no sería la misma de allí en más. Es decir que, a partir de ese nuevo "alumbramiento" puedo asegurar que el 26 de enero de 2009 cumpliré veinticinco años... de puto asumido.

El lugar era sórdido (¿para qué negarlo?) y me dio un poquito de miedo trasponer ese telón negro que oficiaba de entrada a la sala. La oscuridad era casi total y lo único que se podía ver con nitidez era la pantalla, en la que se desarrollaba una escena de sexo entre dos adolescentes. Lejos de todo morbo, la imagen me generó ternura. No había primerísimos planos, ni violencia, ni música enlatada. Los chicos parecían disfrutar verdaderamente de lo que estaban haciendo, con dulzura, con una iluminación natural y no agresiva y un piano suave que contrastaba fuertemente con los jadeos ahogados que me circundaban. Era un film donde lo erótico tenía una potencia en verdad remarcable. Todo inmerso en un medio en el que el olor a sexo desvirtuaba toda poesía que pudiera emanar de la pantalla. Sin dar detalles de mi experiencia personal de aquella tarde, ese fue mi primer contacto con un mundo que, en el futuro, me demostraría que yo no era tan diferente a tantas y tantos otras y otros que hallaron en el sexo un modo de expresión. Con el tiempo supe que aquella película que me había impresionado tan positivamente se llamaba "Tendres Adolescents". Se trataba en realidad de un corto que no superaba la media hora y su director era un francés de nombre tan dulce como su opera prima: Jean Daniel Cadinot.

Huelga la aclaración de que, de allí en más, me hice habitué del mencionado sucucho y que mis experiencias con la pornografía tomaron cierta distancia de aquel bucólico primer acercamiento. Conocí el cine americano (muchísimo más explícito y carente de poesía) y el cine alemán (en el que la berretada era tan notoria como la minoridad de sus "actores"). No obstante, yo seguí fiel a Cadinot, liberé mi imaginación y me permití plagiarlo en mis encuentros amorosos (más de unx debería estarle agradecidx).

Para quien supo ver más allá de lo evidente, JDC fue un maestro en todo sentido. Fue una fuente inagotable de fantasías eróticas, impulsor de un nuevo lenguaje para la pornografía (que casi dejó de ser una mala palabra para transformarse en una nueva faceta del arte) y, sin duda, un activista gay muy poco convencional que desde la lente de su cámara plasmó un mundo en el que nosotrxs también teníamos derecho a ser. Por todo ello, a lo largo de sus sesenta y cuatro años, cosechó admiradores y detractores, entre propios y ajenos, dando como pocos un particular sentido a aquella expresión del Quijote: "Ladran, Sancho...".

Y no caben dudas de que cabalgó en contra de improperios y condenas.

El pasado 23 de abril, un paro cardíaco apagó para siempre su cámara. Una muerte ciertamente dulce si las hay. Y podría suponerse que es el fin de su historia. Sin embargo, los que conocemos su trayectoria bien sabemos que su obra está presente (y lo seguirá estando) en la de otros realizadores para quienes el sexo no es solo fuente de divisas, sino también un modo de decirle al mundo que el placer es tan humano como respirar.

El mismo Cadinot, a modo de despedida en su blog, plasmó su filosofía en una frase: «Un falo erguido es un símbolo de vida, una cruz es un símbolo de muerte».

Esto es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que hoy ha querido rendirle homenaje a un hombre que hizo del placer una bandera.

jueves, 22 de mayo de 2008

Don Mario


No te salves
Mario Benedetti

No te quedes inmóvil
al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora
ni nunca
no te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo
sólo un rincón tranquilo
no dejes caer los párpados
pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo

pero si
pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el júbilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo
sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados
pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil
al borde del camino

y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

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Hoy solo quiero recordar al gran maestro que, por estos días, está atravesando una mala racha. Ruego por su salud, querido Mario. Todos sabemos que en esta oportunidad, por usted y no por mí, los cielos deberían escucharme.

A continuación y a modo de yapa, unos fragmentos de una de las mejores películas que he visto en mi vida, "El Lado Oscuro del Corazón", en donde brillaron los poemas de don Mario.











Y otra yapa...



martes, 20 de mayo de 2008

Día Internacional de Lucha contra la Discriminación por Orientación Sexual y por Identidad de Género



El pasado sábado 17 de mayo, con oportunidad de la celebración del "Día Internacional de Lucha contra la Discriminación por Orientación Sexual y por Identidad de Género", la Federación Argentina de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Trans (FALGBT) organizó un asado en el local del Club de Osos de Buenos Aires. La reunión contó también con la presencia de la señora María José Lubertino, presidenta del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), y del señor Pedro Zerolo, representante del Gobierno Español y célebre activista por los derechos LGBT, de visita en nuestro país.

Se trató de una amena reunión de camaradería en la que se pudo disfrutar de buena carne y buen vino, como corresponde a nuestra tradición argentina. Tampoco faltó la guitarreada y mucho menos los discursos.

La señora Marcela Romero, presidenta de la Asociación de Travestis, Transexuales y Trangéneros Argentina (ATTTA), presentó el cortometraje documental "Identidad Trans", producido por la institución, dirigido por Andrés Rubiño y protagonizado por Patricia Rasmussen. El film da testimonio del día a día de una activista trans de la ciudad de Mar del Plata y de su lucha en defensa de sus derechos.

La licenciada Lubertino aprovechó la oportunidad para hacer entrega del Premio INADI, en manos de Pedro Zerolo, para que fuera entregado por éste al actual presidente del Estado Español, José Luis Rodríguez Zapatero, en reconocimiento por los logros alcanzados por su gobierno en beneficio de los derechos de las minorías. También anunció conjuntamente con María Rachid, presidenta de la FALGBT, la presentación durante esta semana de un proyecto de ley ante el Senado que impulsa el matrimonio de personas del mismo sexo.

Por su parte, Pedro Zerolo agradeció en nombre del gobierno español y expuso su opinión acerca de la realidad de la lucha por los derechos LGBT en el mundo. "No quiero dejar pasar la oportunidad de recordar" (dijo Zerolo), "que hoy celebramos un día muy importante: el Día Internacional contra la Homofobia y la Transfobia. Un día de emociones encontradas, un día de recuerdos, un día de memoria, un día para recordar que estamos viviendo un momento que no debemos desaprovechar. Porque durante siglos quienes han sido como nosotros y como nosotras han sido segregados, apartados, discriminados, vilipendiados y estigmatizados, agredidos y condenados a muerte".

En el mismo sentido agregó: "Este es un día par recordar que la situación no es todavía la que quisiéramos que sea y que además no soplan buenos aires. En Europa se empieza a ver de nuevo la garra de la ultraderecha política y del integrismo religioso. En esa Europa a la que siempre hacemos referencia como el paraíso de las libertades, empiezan a escucharse discursos ultraconservadores, homófobos, machistas, racistas y xenófobos. Pero no por gente desconocida sino que esos discursos se escuchan en boca incluso de presidentes de república o gente de gobiernos de esa Europa que tenemos como referente".

Tampoco faltó en el discurso de Zerolo la mención de la cuestión local, en relación a lo cual fue claro y contundente: "Hoy que están nuestros presidentes y presidentas hablando, deberíamos recordarles desde abajo que Latinoamérica tiene muchísimo que decir. Creo que donde están pasando las mejores cosas en este momento en el mundo es en América Latina, donde mejor se están viendo los progresos de los movimientos sociales y de izquierda. Desde luego aquí se está viendo mucho más avance que en la vieja Europa. Por tanto, pasemos alguna vez del orgullo gay, del orgullo lésbico y del orgullo trans al orgullo latino". Y para que no quedaran dudas, recalcó: "Estamos llamados a hacer avanzadilla. Si España avanza, si Argentina avanza, marcaremos tendencia y desde luego Latinoamérica se convertirá en un referente mundial de que otro mundo es posible".

Certeras y transparentes las palabras de Zerolo, una personalidad que ha ido mucho más allá de los discursos y del que muchos de nuestros dirigentes deberían tomar ejemplo.


Esto es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Viktor Huije, un cronista de su realidad que gusta de soñar con que la posibilidad de un mundo mejor.

domingo, 11 de mayo de 2008

El Güije


Hablando de monstruos y de homofobia, cuando yo era (más) joven escuché una canción de Silvio Rodríguez (¡cuándo no!) que me marcó de por vida. Tanto que comencé a cantarla en todas mis presentaciones y se convirtió en algo así como mi caballito de batalla. Nunca fui un cantante famoso pero tuve algunos seguidores, los mismos que en medio de los recitales solían gritar “¡El güije! ¡El güije!”. De ese modo, poco a poco, el título de la canción comenzó a reemplazar a mi propio nombre hasta que yo mismo oficialicé ese nuevo bautismo y empecé a presentarme como Víktor Huije. La grafía que adopté responde solo a mi ignorancia sobre la manera en que el pueblo cubano se refería a este ser del cual hoy quiero hablarles.

El güije es un personaje mitológico que, en algunos lugares de la isla de Cuba, se ha vuelto popular a través de los mitos y las leyendas. Aunque, hoy en día, no falta aquel que asegura haberlo visto o haber sido víctima de sus trapisondas.

Dicen algunos que es un viejecito no muy alto y de raza negra. Otros aseguran que es un monstruo pequeño, con patas de chivo y cola de caimán, o peludo y con fuertes garras. También se lo ha descrito como un muchachito bajito y negro con ojos saltones. Y así, las descripciones físicas de este ser (que no se sabe si es uno sólo o si es que son varios) varían de acuerdo al narrador. Se dice que vive en la poza de algún río donde el agua nunca llega a desaparecer o en las lagunas, como cuenta la canción de Silvio.

Su comportamiento es muy similar al de un duende. Dicen que es pícaro y maldito, capaz de cualquier cosa. Corre más rápido que los caballos y salta las cercas de piedras de un solo salto. Capaz de desaparecer o aparecer en un cerrar y abrir de ojos.

Algunos solo afirman haberlo visto en algún lugar. Otros aseguran haberlo atrapado. Leí por ahí que una vez unos muchachos estaban jugando a la pelota en un sitio próximo a un cañaveral. Cuando ya el juego iba por la mitad, un muchachito negro se acercó a mirar y se lo invitó a participar del juego. El muchachito jugó largo rato, hasta que los otros muchachos le prestaron atención, le vieron ojos saltones y algo en la boca (tal vez colmillos) que no era natural. Hasta que uno de ellos dijo que era un güije y, acto seguido, el muchachito desapareció dentro del cañaveral. Lo buscaron, pero fue en vano, no se lo volvió a ver.

Este es solo un ejemplo de los cientos de cuentos que se cuentan y ninguno menciona el que este ser haya cometido alguna fechoría seria, algún verdadero daño a alguien. Sin embargo dicen, eso sí, que es capaz de cualquier cosa, pero no sabemos de nada malo que se le pueda atribuir. Se lo describe como un ser que no es humano y son muchos los testimonios que buscan infundir miedo y desconfianza a su presencia. Pero nadie lo conoce ni sabe de dónde viene realmente ni lo que busca. Quizás sea ese su delito, el de ser diferente, el de no encajar en la norma, el de pretender una existencia distinta a la del resto de los seres de la creación. Quizás sea por eso que todos los cuentos terminan en que se lo persigue. Quizás sea por eso que se esconde. Porque sabe muy bien que los “otros” suelen ponerse muy nerviosos frente a lo que no comprenden. Y todxs sabemos en qué pueden transformarse esos “nervios” tan llenos de odio, de ignorancia y de temor.

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Eso es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que alguna vez supo cantarle a ese ser mitológico que (bien sabía) no era otro que él mismo.





Pero también les dejo una versión personal del "maestro" para que no se queden con una mala impresión de la canción, je.

sábado, 3 de mayo de 2008

Monstruos


A lo largo de la historia y aún en nuestros días, la homosexualidad ha sido considerada por muchxs como un pecado, una enfermedad e incluso como un delito. Basándose en prejuicios, fobias y odios de origen diverso, se fue pergeñando toda una mitología en la cual aquellas personas cuyo objeto de deseo son otras personas de su mismo sexo somos capaces de las más terribles abominaciones que un ser humano puede imaginar. Dentro de ese universo de patrañas, ocupan un sitial preferencial aquellas que nos convierten en compulsivos abusadores de menores. En ellas se fundan los "reparos" que nos impiden todavía adoptar hijos, por citar solo uno de los tantos ejemplos.

Días atrás, buscando material para el programa de radio en el cual participo, encontré en internet una discusión titulada "Trabajos que no le daria a un/una gay". La persona que iniciaba la discusión daba sus propias opciones. Copio y pego:

a) Docencia en general, desde jardin de infantes a Secundario inclusive. Universidad no tendria problemas, se supone que ya estas formado, y si no lo estas, jodete por gay.
b) Juez de familia. EVIDENTE.
c) PEDIATRA. GINECOLOGO Y OBSTETRA. Porque tenes que entender lo que es el amor y la familia, y eso no pasa con un gay. Un traumatologo no preocupa, por ejemplo, o un cirujano.

Indignante ¿verdad? Sobre todo si uno lee el desarrollo completo de la misma, en la cual abundan los comentarios homo-lesbo-transfóbicos con su habitual carga de ignorancia, petulancia, prejuicio y odio. Para ellxs, siempre fuimos, somos y seremos monstruos. Creo que huelgan los comentarios sobre lo que acabo de transcribir. Quienes duden de mis palabras o quienes busquen (por la razón que fuere) una úlcera de duodeno o una razón valedera para protagonizar su propio "día de furia" pueden entrar
AQUÍ. Claro que bajo vuestra exclusiva responsabilidad.

Curioso (y lamentable) que todavía exista gente que guarda esa visión de nosotrxs tan negativa y reñida con la realidad. Sobre todo si tenemos en cuenta los hechos que la prensa se ha encargado de poner a nuestro alcance con mayor o menor sensacionalismo. El último de ellos, el caso del ingeniero electricista austríaco Josef Fritzl.

Como todos sabrán, el susodicho caballero violaba a su hija Elisabeth desde que ella tenía 11 añitos y la mantuvo secuestrada en el sótano de su propia casa desde 1984. Durante su cautiverio, ella parió en condiciones infrahumanas siete hijos productos del incesto, uno de los cuales falleció a poco de nacer y fue incinerado por el viejo Fritzl en la caldera del su casa. De los seis hijos restantes, tres tuvieron la suerte de ser llorones, razón por la cual el monstruoso padre/abuelo decidió sacarlos del sótano y criarlos como nuevos miembros de la familia. Los tres más tranquilos fueron castigados con la reclusión y hoy apenas superan la condición de meros animales. El resto de la familia Fritzl, mientras tanto, está sorprendida y consternada porque nunca hubieran sospechado que el viejo patriarca fuera capaz de semejantes atrocidades. O al menos eso dicen. A riesgo de ser prejuicioso, a quien suscribe le resulta difícil creer que alguien pueda mantener esta situación durante 24 años sin que por lo menos su esposa (madre de la hija cautiva) intuyera la verdad.

No hace falta que ahonde más en la noticia que, desde hace una semana, ocupa las primeras planas de los periódicos de todo el mundo. Pero sí quisiera puntualizar un par cuestiones que se relacionan con el inicio de este artículo.

En primer lugar, me llamó la atención el modo en que algunos medios (particularmente duros a la hora de "juzgar" a la homosexualidad) se referían a Fritzl. La mayoría se refieren a él como "el abusador de Amstetten". Incluso no son pocos los que lo llaman simplemente "el carcelero". Sospechosa benevolencia para quien cometiera crímenes de semejante envergadura. ¿Es solo un "abusador"? Yo no soy letrado ni pretendo serlo, pero la palabra "abuso" me hace pensar en el tipo que le toca el culo a una mina y no en el padre que somete a su propia hija a violaciones sistemáticas durante años, con el agravante del secuestro, la incineración del recién nacido, etc., etc. Lo de "carcelero" no tiene gollete.

Por otra parte, se me dio por pensar que (mientras los que históricamente hemos sido incapaces de incorporar nociones tales como "amor", "familia" y "respeto" somos los gays, las lesbianas y las personas trans) este buen señor pertenece a la categoría heterosexual. Incluso es blanco, europeo y tal vez cristiano. Sin embargo, en ninguna crónica se han destacado estas particularidades. Eso nunca sucede. Y se me ocurre que, en estos casos, la omisión responde no tanto al hecho de que se las dé por sobreentendidas sino al deseo de ocultar lo vergonzante. La heterosexualidad de Fritzl y la de tanto perpetrador de crímenes sexuales caerá en el olvido y siempre seremos nosotrxs, lxs homosexuales y trans, lxs que carguemos con el estigma de la inmoralidad, la falta de valores, el pecado y el larguísmo etcétera que siempre nos ubica en las profundidades de la miseria humana.

"Todo depende del cristal con que se mira" decía el viejo Shakespeare. Pero los verdaderos monstruos son perfectamente visibles, más allá de las lentes con que intentemos ocultar sus iniquidades.

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Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que siempre guarda en su corazón un lugarcito para la indignación.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón