Hoy, choreo por partida doble: la imagen se la robé a Walter Ibañez y el texto a Lucho Bordegaray.
Yo hubiera preferido que viviera 200 o 500 años, y que cada madrugada se despertara angustiado soñando que lo cercaban las llamas de las Qunitas y no volviera a conciliar el sueño, y que cada ruido lo asustara creyendo que la Glock se disparaba sola y una bala lo alcanzaba por la espalda, y que al fijar la vista en cualquier pared viera la AMIA derrumbándose sobre él.
Pero hay otras maneras de entender la muerte del que nos hizo daño. Y aunque no coincido con celebrar la muerte de nadie porque es inevitable, sabida de antemano y destino de todes, entiendo el alivio que representa el saber que ese daño que nos hacía ha cesado, lo que no es el fin del mal, pero sí una atenuación, aunque sea pasajera (porque vendrá otro sorete que nos hará daño, y así se encamina la historia).
Y hablando de celebraciones, vaya el Obituario con hurras, de Mario Benedetti, para darle algo de belleza a la despedida de esa vida horrible.
Vamos a festejarlo
Vengan todos
Los inocentes
Los damnificados
Los que gritan de noche
Los que sufren de día
Los que sufren el cuerpo
Los que alojan fantasmas
Los que pisan descalzos
Los que blasfeman y arden
Los pobres congelados
Los que quieren a alguien
Los que nunca se olvidan
vamos a festejarlo
vengan todos
el crápula se ha muerto
se acabó el alma negra
el ladrón
el cochino
se acabó para siempre
hurra
que vengan todos
vamos a festejarlo
a no decir
la muerte
siempre lo borra todo
todo lo purifica
cualquier día
la muerte
no borra nada
quedan
siempre las cicatrices
hurra
murió el cretino
vamos a festejarlo
a no llorar de vicio
que lloren sus iguales
y se traguen sus lágrimas
se acabó el monstruo prócer
se acabó para siempre
vamos a festejarlo
a no ponernos tibios
a no creer que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto cualquiera
vamos a festejarlo
a no volvernos flojos
a no olvidar que éste
es un muerto de mierda.
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