miércoles, 24 de enero de 2007

HILVANANDO IDEAS


"Cuánta melancolía" opinaba por estos días Jorge de Bahía Blanca, respecto de uno de mis últimos textos. Tal vez sea cierto... Pero antes que melancolía creo que es una vieja nueva sensación de "nada (o casi nada) en los últimos tiempos ha salido como estaba previsto", mezclada con algo de "hay que seguir poniendo huevo porque no está muerto quien pelea". Vieja porque (a estas alturas) ya creo que he nacido con ella. Nueva porque todavía no me acostumbro, no la incorporé a mi sistema y sé que ya nunca lo voy a hacer. Al fin y al cabo, todo el mundo sabe que soy una marica testaruda.
Ahora... eso de que las cosas no salgan como uno quiere a veces (y solo a veces) tiene su lado positivo. Puede suceder que a la postre todo resulte mejor que lo esperado (no es éste el caso) o, si no, que uno aprenda que no siempre puede ganar. ¡Aprendan a ser optimistas, perejiles!
De todos modos, sigo siendo tan testarudo como en el párrafo anterior y no me conformo con premios consuelo. Sé que merezco más aunque, muchas veces, yo sea el único que se da cuenta. Y esto lo digo con irrefutable certeza; no como pueril artilugio para que el lector o la lectora se esmere en ensalzar mis virtudes. Claro que... si no lo pueden evitar...

¡DEMONIOS! Este parloteo tiene toda la pinta de ser una gran pelotudez y sin embargo me late que no lo es tanto.

Me cuesta llegar a una conclusión pero algo me dice que todo este rollo gira alrededor de mi muy particular concepto de felicidad. ¿Se han preguntado alguna vez qué cornos es la felicidad? Seguro que sí. Por mi parte, a los golpes me he convencido de que ser feliz no tiene tanto que ver con andar por la vida a las carcajadas como con plantearse sesudamente una escala de valores y defenderla a conciencia. Así pues, estamos los que damos al amor el valor supremo, muy por encima de la alegría, el bienestar, la satisfacción, los placeres o el dichoso dinero. Y aquí es donde la cosa se empieza a poner más seria, aunque también mucho más interesante. Porque el amor es algo serio (tal vez lo más serio) y a la vez lo más satisfactorio.

Comentario descolgado a los que los tengo acostumbrados: ¿Vieron cómo es posible que un texto que, desde el principio, prometía ser una amarga letanía lacrimógena se puede transformar en un canto a la alegría? Fin del comentario descolgado.

Una de las últimas frases de mi texto anterior (el del lunes 22 de enero) decía: "¿Cómo morir habiendo sido amados y habiendo amado tanto?". Yo he amado, amo y amaré (y el resto de la conjugación también) con todo lo bueno y lo malo que ello implica. Y ese hecho tan simple y fundacional me convierte en un ser INMORTAL, como bien acotaba su Majestad, la Reina de Salem. Aun cuando muera (y de eso no cabe duda de que pasará tarde o temprano) seguiré vivo en el recuerdo de mis hijos, porque sé que he de dejar una huella amorosa en sus corazones. También perduraré en los corazones de mis muchos amigos (al menos en los que no tengan el mal gusto de morirse antes que yo). Perduraré en todos aquellos que gusten de mis escritos y mis canciones (sé que en ellos también genero cosas positivas). Y sobreviviré ante todo en las almas, en el rinconcito más cálido de los corazones de quienes en su momento intentaron junto a mí proyectar un futuro de pareja. Porque a todos y cada uno de ellos y de ellas los he amado sin retaceos ni límites. Y entre ellos y ellas, creo que perduraré con más vigor en los y las que me hayan amado de igual modo.

O sea que, a pesar de que no todo ha resultado como deseaba, sería injusto de mi parte echarme a llorar por la leche derramada. Tendré siempre motivos de sobra para ser feliz aunque no me ría.

Este próximo viernes 26 de enero cumplo 45. Será una buena oportunidad para que todos los que me quieren (sobre todo mi marido y aquellos pocos y pocas que lo precedieron), siempre y cuando estén en condiciones físicas de hacerlo, se den una vuelta por aquí para dar fe de lo que digo... o no. Este año me he vuelto un tanto vanidoso y demandante. No voy a dar nombres, je je, pero estén seguros de que la nómina ya está completa en mi cabeza. Si de veras me quieren y leen estas líneas, no me fallen. No sé por qué (o sí, bah) pero este año los necesito un poco más que de costumbre, a todos y todas. Si no lo hicieren, ¡aténganse a las consecuencias! No hay nada peor que una loca desairada, ja ja ja.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las misteriosas callecitas de esta melancólica Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad acostumbrado a debatirse entre la genialidad y el patetismo.

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2 comentarios:

Araña Patagonica dijo...

PRIIIIIIII!!!!!!
antes que nadie, quiero desearte que la pases muy bien.. que se cumplan todos tus deseos y que tengas tanta felicidad que tengas para regalar.
Un beso grande y que le hace una mancha más al tigre?? jajaja
FELIZZZZZZ CUUUUUUUUUUUUUUMPLE!!!!

ReinaDeSalem dijo...

Puesto que mi ordenador decidió explotar hace tres días, no tengo el placer de leer a tiempo tu Blog..., por ello, déjame felicitarte aunque sea tarde desde otro PC que no es el mío..., y que poco más me deja hacer.

Hoy me quedo con esta frase tuya: "Tendré siempre motivos de sobra para ser feliz aunque no me ría". Me ha gustado leerla, y más me gusta pararme a pensarla.

Sonreí de nuevo al ver mi nombre entre tus líneas, gracias ;-)

Los días pasan, las personas cambian..., lo bueno termina, claro, pero lo malo también. Mil experiencias vividas, miles aún por vivir.

Muchísimas felicidades, de corazón. Y..., cómo no..., a partir de estos 45..., mi mejor deseo para tu mayor ilusión.

Mil besos.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón