lunes, 15 de enero de 2007

DANISH, GO HOME!


¿No les ha sucedido que se embarcan en alguna empresa sin saber de antemano dónde se están metiendo realmente? Bueno, yo soy un maestro en esas lides.

El jueves pasado, me presenté (junto a mis amigos Gastón y Diego) en un casting en el que se solicitaban 1500 extras varones, para participar de la filmación de un comercial para la cerveza Carlsberg (muy danesa ella). La filmación se realizaría el día sábado, en el estadio de Vélez Sarfield, a partir de las 16 horas. Un poco de diversión "extravagante" nunca viene mal. La paga no era una exorbitancia (60$, o sea poco menos de 20 dólares), pero era algo y además nos permitía participar de una experiencia desconocida (al menos para mí). La única contra inicial era que la filmación duraría por lo menos 12 horas.

Todo bárbaro. El estadio está cerca de mi casa, hacía calorcito, casi no había dormido pero estaba de buen humor y siempre es buena oportunidad para pasar una tarde con amigos.

Llegamos a horario (que mis detractores tomen nota de que por una vez en mi vida fui puntual). Llenamos una planilla y comenzamos a admirar la "fauna" masculina presente (variopinta, pero no faltaron los ejemplares dignos de ser tenidos en cuenta para una noche de soledad, o una tarde... o una mañana...). Es digna de destacar la presencia de un jovencito pelirrojo que suele aparecer en alguno de los flogs que se visitan desde estas páginas y que alegró la vista de quien escribe, así como también de los amigos que lo acompañaban.

Apenas llegamos, se nos indicó el vestuario que luciríamos. Aclaro que nos habían pedido acudir (en la medida de lo posible) con tres remeras: una roja, otra blanca y otra gris (o sea, el vestuario corría por nuestra cuenta). A nosotros nos tocó el color blanco.

Más o menos a las 5 (ni noticia de iniciar la filmación) nos dieron un refrigerio consistente en 4 empanadas, un vaso de coca-cola y fruta (a algunos les tocó 2 duraznos y a otros, 3 pelones). A comer se ha dicho, entonces, mientras esperábamos la orden de demostrar nuestras aptitudes histriónicas frente a las cámaras. Y entre tanto, seguíamos observando la belleza masculina que nos rodeaba (yo estoy con el mantenimiento al día, pero mis compañeras necesitaban una revisación en el burro de arranque).

La cuestión es que se hacían las 6 y de filmar ni noticia. Media hora después, seguíamos en veremos. Lamentamos no haber llevado el equipo de mate para chupar algo (habida cuenta de que no estaban dadas las circunstancias para chupar otra cosa). Se hicieron las 7 y seguíamos allí, dando vueltas por le estadio sin nada que hacer, mientras los asistentes recién empezaban a pegar las publicidades de Carlsberg sobre los de Coca-Cola y a organizar la "escenografía". Entre tanto, el calorcito de la tarde comenzaba a dar paso a una leve brisa que, con el pasar de las horas, se transformó en gélida ventisca. Imaginen: con más de 30 grados por la tarde, la mayoría de los presentes estaba vestido con ropa muy liviana.

La directora del comercial era un personaje aparte. Primero daba indicaciones desde el centro del campo como si nosotros, desde la tribuna, la pudiéramos escuchar. Los asistentes traducían sus señas desesperadas pero a veces la traducción era demasiado libre. Todo fue un poco más caricaturesco cuando la directora de marras se avivó de que podía usar un micrófono. Escuchamos entonces su vocecita chillona que, al mejor estilo Gallo Claudio, gritaba: “Silencio, chicos, por favooooooor”, de modo tal que cada “o” variaba su frecuencia hacia arriba y hacia debajo, de manera alternada. Parecía una nena haciendo un berrinche y solo le faltaba echarse al suelo y patalear.

Resumiendo. La filmación comenzó pasadas las 8 y fue un verdadero caos. De los 1500 varones esperados, había escasamente 700. Incluso se nos pidió que convocáramos a amigos o conocidos que pudieran estar interesados (por suerte, ninguno de los míos respondió). El frío se hacía notar con fiereza mientras recorríamos las tribunas del estadio para las diferentes tomas que, una vez ensambladas, darían la sensación de un lleno total. En cada una de ellas, un flaco se subía a un banquito en el medio de la cancha y daba su discurso en danés.

A la medianoche, el frío era inaguantable. Al diablo las consignas de colores. Los que habíamos llevado las 3 remeras nos las pusimos, una sobre la otra, pero aun así no se soportaba. En un breve recreo, se nos sirvió lo que supuestamente era la "cena": una pizzeta, un alfajor y una botellita de agua FRÍA. Para la publicidad nos habían dado un vaso de Carlsberg y una latita de Liberty sin alcohol, pero ¡esa no se podía tomar! Bueno, también dieron algo que se parecía a café. Caliente estaba pero no alcanzó para todos.

La verdad es que los 60$ no nos iban a alcanzar ni para los antibióticos, sobre todo teniendo en cuenta que (como nos enteramos después) el pago será el próximo 29 de marzo!!!!

Conclusión: alrededor de las 3 de la madrugada una gran mayoría de los presentes nos declaramos en huelga y, ante la prohibición de retirarnos a nuestros hogares so pena de no cobrar los 20 dólares, nos refugiamos en los baños y sus adyacencias, únicos sitios protegidos de la ventisca. Allí hubo un par de yirajes, pero ese es tema para otro día (las locas están en todas partes). Los únicos que permanecieron fieles en su puesto fueron los pertenecientes de un denominado GRUPO 1, todos rubios y con aire de nórdicos que aparecían junto al protagonista danés. La cosa se puso densa y los asistentes de la producción no sabían qué hacer con la turba enfurecida que se quería ir al joraca. Después de dificultosas negociaciones (y sin la participación de muchos de los presentes) la filmación llegó a su fin a las 5 de la madrugada. Amanecía ya sobre una Buenos Aires azotada por una temperatura menor a 10 grados centígrados (y nosotros en remerita).

Ahora, cabe preguntarse: ¿estos señores daneses del primer mundo, tratarían a sus ciudadanos daneses del primer mundo de la misma manera en que nos trataron a nosotros, ciudadanos argentinos de segunda del tercer mundo? Yo sé que los imprevistos suceden y que lo que estaba previsto para una noche de verano porteño (calurosa y húmeda) se transformó en una noche otoñal sin precedentes a esta altura del año. Pero a nadie le importaba un comino que los que estuviéramos allí cagándonos de frío fuéramos nosotros, salvo a nosotros mismos por supuesto. La filmación continuaba como si tal cosa: los daneses acomodando equipos y la directora gritando como una gallinácea. Los chicos de la producción tratando de calmar los ánimos con el único argumento que nunca debieron haber esgrimido: “todos tenemos frío”. A lo que un servidor y otros compañeros respondimos: “Pero a vos no te pagan las chirolas que nos dan a nosotros”. En realidad, si nos hubieran dejado marchar cuando empezamos a protestar, les hubiera salido más barato, porque al final van a tener que pagar horas en las que no les brindamos ningún servicio. De todos modos, no estuvimos en las últimas dos horas de filmación.

Escribiendo estas líneas (mucho más tranquilo que aquella noche infausta) recuerdo la película de “Corazón Valiente”. Esa escena en la que se enfrentan ingleses contra escoceses. No recuerdo exactamente los diálogos pero es más o menos así: En plena friega entre infanterías, el rey inglés ordena que actúen los arqueros y, advertido de que las flechas también matarían a sus propios soldados, el monarca ni se inmuta: “No importa, tenemos más de repuesto”.

Esa es la filosofía que sigue reinando en las relaciones laborales de hoy en día. La misma que transforma un medio digno de ganarse el dinero en una mendicidad humillante para el que no tiene más remedio que agachar la cabeza y tragarse la bronca. Los otros, los sicarios que son capaces de vender a su madre por un poco de ilusoria fama, ni siquiera conocen la dignidad.

1 comentario:

ReinaDeSalem dijo...

Fuí imaginando la historia mientras la estaba leyendo. La verdad es que yo nunca he hecho nada parecido, pero viendo tu experiencia..., seguramente hubiera llegado allí tan animada como tú, y también me hubieran terminado cargando, exactamente, como a ti.

Por cierto..., el alfajor. Cuando he leído esa palabra se me hizo la boca agua... Ya en Alemania en el partido entre Argentina-México, hablando un poco de todo, mencionaron el dulce de leche y me aseguraron que nunca había probado el de verdad. Y resulta que es cierto... Hace muy poco, una amiga estuvo de visita por allí y me trajo ese alfajor estupendo que, como te digo..., leerte ha hecho que me acuerde y me entren ganas de comerlo de nuevo..., njam-njam

Mil besos desde mi castillo..., que desgraciadamente no tiene alfajores ;-)

Novelas de Carlos Ruiz Zafón