viernes, 17 de noviembre de 2006

LA ORFANDAD DEL SORETE

Días atrás, en ocasión del cumpleaños de mi amigo Bellota Caravaggio, tuvimos la oportunidad de abordar temas por demás interesantes. Entre ellos, unos que surgiera a partir de un comentario trunco del dueño de casa. En respuesta a no sé qué cuestión, Bellota comenzó a explicar:

- En mi vida hay mojones...

Mi marido (chileno de nacimiento, por si hubiere alguno que todavía no lo sabe) y yo nos miramos con complicidad y ninguno de los dos pudo reprimir la carcajada. En consecuencia, la explicación de Bellota pasó a un segundo plano y todos comenzaron a mirarnos inquisitivamente.

La cuestión se reduce a un problema de multiplicidad semántica.

En la Argentina, la palabra "mojón" refiere (casi exclusivamente) a las dos primeras acepciones que figuran en el Diccionario de la Real Academia Española (www.rae.es ). O sea:

1. m. Señal permanente que se pone para fijar los linderos de heredades, términos y fronteras.
2. m. Señal que se coloca en despoblado para que sirva de guía.

Sobre todo, se llama mojón a las pequeñas señalizaciones colocadas al borde de las rutas, a efectos de indicar la distancia entre el punto en cuestión y el punto de inicio de la misma.

Pero (como suele suceder con muchísimos vocablos) aquí una palabra significa una cosa y en otro lado, una cosa diferente.

- En Chile, un mojón es... -hice aquí una larga pausa, buscando una palabra adecuada- ... es un... ¡Es un SORETE!

¡Y sí! No hay otra manera de decirlo. UN SORETE ES UN SORETE. Carece de sinónimo elegante. Investigando ahora en Internet, descubro que la acepción chilena es la que manifiesta la Real Academia (MOJÓN: 4. m. Porción compacta de excremento humano que se expele de una vez) pero, en mi tierra, un mojón no tiene nada que ver con un sorete. Del mismo modo que, en Chile, el término "sorete" carece por completo de significado. En cuyo caso, todo lo que diga en relación a "nuestra" palabra es aplicable a la que emplean los hermanos trasandinos.

Perfecta, de todos modos, la definición de la Real Academia. Porque un sorete es una porción de mierda con ciertas características peculiares. Nadie llamaría "sorete" a esas deposiciones blanduzcas, por ejemplo, productos de una tal vez incipiente infección intestinal. El sorete no solo es sólido sino que presenta una morfología similar a la de un chorizo. No se trata tampoco de "heces", palabra que se usa en plural y abarca un concepto más general. Por la misma razón, tampoco podemos tomar a "sorete" como sinónimo de "excremento" o de "deposición" (la RAE, en su segunda acepción la define como "evacuación de vientre"). "Mierda", además de no ser un término elegante, también peca de la misma generalización que las anteriores. Alguien propuso "boñiga", pero esta es una palabra que remite a esas deposiciones menos densas que adoptan la forma de un copito de crema (aplastada y terminada en punta), como las heces de la vaca.

Un sorete es algo más contundente y su forma no cede ante las presiones implacables de la fuerza gravitatoria.

Es curioso que el sorete haya sido merecedor de tal desconsideración que ni siquiera cuenta con eufemismos que lo amparen. Continuando con los ejemplos escatológicos, nadie medianamente educado diría en una reunión formal que caga. Salvando el hecho de que esos temas ni siquiera se tratarían en una velada paqueta, cualquiera recurriría a fórmulas tales como "mover el vientre" o "ir de cuerpo". La Real Academia no lo ha incorporado a su corpus. Sólo la enciclopedia virtual Wikipedia le dedica un corto artículo. En él, se repite la definición de la RAE para "mojón" y se agrega la referencia a que se trataría de un lunfardismo rioplatense. También se le otorga un valor adjetivo (a mi criterio, erróneo) que correspondería figurativamente a "persona despreciable", también muy empleada por estas tierras (la ilustración de hoy intenta recrear esta idea).

En definitiva, este es solo un ejemplo de aquellas cuestiones que el lenguaje formal elude en aras del buen gusto y las buenas costumbres. Al fin y al cabo, nadie imagina a una diva como Susana Giménez en su condición de generadora de mojones dignos de esos dinosaurios que (para ella) todavía pululan por las planicies de alguna ignota región. Entonces, de esas cosas no se habla.

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Eso ha sido todo por hoy. Desde las frescas callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que siempre se hace cargo de las porciones compactas de excremento que expele de una vez.


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Dense también una vueltita por "Un Parnasso de Poca Monta" (http://elhuije.blogspot.com)


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4 comentarios:

Gustavo López dijo...

Este post... es... catológico!

Ya que está, seguro q con el chileno se dan piquitos!!

Gustavo dijo...

¡Cuántos recuerdos don Huije!
Hace muchísimo tiempo que no hablo con mis amigos chilenos.
A ver si recuerdo:
Los mojones, el pico, la chucha, la raja, la guata, la once, el paletó, el manjar, las sopaipillas, las callampas, la guagua...
Hasta aquí llega mi memoria a esta hora.
Pero hubo un tiempo en que yo la arrugaba.

Chucha, huevón... ¿cachai?

Gustavo López dijo...

Che, Gustavo, traducí!!

Anónimo dijo...

A ver...

Para Gustavo:
Cacho... je je... Yo también antes la arrugaba pero ahora estoy un poco desacostumbrado a la jerga chilensis. Mimarido está cada día más aporteñado y no colabora. Solo lo escucho hablar en chileno cuando habla por teléfono con los padres (se trasforma en otra persona!!!! ja ja ja).

Para Guz:
¡No solo piquitos!!!! je je je.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón