miércoles, 20 de septiembre de 2006

MONSTRUOS



Recientemente, Julio Simón, alias “El Turco Julián”, fue sentenciado a 25 años de reclusión por los secuestros y asesinatos de José Poblete y Gertrudis Hlaczik, dos detenidos por la última dictadura militar. El Turco Julián, uno de los personajes tristemente emblemáticos de aquella época de terror.
Ahora le toca el turno al ex comisario MIGUEL ETCHECOLATZ, el ex director de Investigaciones de la policía de Ramón Camps. Es la segunda condena por crímenes de la última dictadura después de la anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida.
El ex comisario fue juzgado por diversas acciones en tiempos de los militares, que incluyeron secuestros, torturas y asesinatos. Entre ellos, baste con mencionar el caso de Floreal Avellaneda, secuestrado por este engendro que perteneció a las fuerzas de seguridad (¿?).

"El 15 de abril de 1976, aproximadamente a las 2 hs fue allanado el domicilio de la familia Avellaneda; el personal interviniente, ostensiblemente disfrazado, inició la busqueda del Sr. Avellaneda, y al no encontrarlo detuvo en calidad de rehenes a su esposa, Iris Etelvina Pereyra de Avellaneda y a su hijo Floreal Edgardo, que contaba 14 años de edad. Vendadas y encapuchadas, las dos personas fueron llevadas a la Comisaría de Villa Martelli, donde fueron torturadas con picana eléctrica a la vez que eran interrogadas sobre el paradero del Sr. Avellaneda. Tiempo después, la señora fue trasladada a la Cárcel de Olmos, procedente del Comando de Institutos Militares, sin que se sepa nada más sobre el paradero del niño. El día 16 de mayo de 1976, el diario argentino «Última Hora», bajo el título «Cadáveres en el Uruguay» publica una noticia en la cual se afirma que flotando en aguas uruguayas aparecieron 8 cadáveres. Según la versión periodística, «un comunicado oficial de la Prefectura Nacional Naval» refería que el último cadáver hallado era de cutis trigueño, cabellos castaño oscuro y 1,70 m de estatura y tenía un rasgo característico, consistente en un tatuaje en forma de corazón con las iniciales «F» y «A». Accediendo a una petición efectuada ante el Juzgado Federal N° 1 de San Martín, se requirió por exhorto diplomático al Uruguay, los datos sobre el cadáver encontrado con el tatuaje referido y, después de una dilatada tramitación, se recibieron las fotografías y fichas dactiloscópicas respectivas. Las fotografías mostraban al niño con sus manos y piernas atadas, Estaba desnucado y tenía lesiones en genitales, axilas y ano". Fuente:(http://www.desaparecidos.org/arg/conadep/nuncamas/240.html)

El tribunal lo sentenció a prisión perpetua en una cárcel común y señaló, por primera vez, que todos sus crímenes fueron “delitos de lesa humanidad cometidos en el marco de un genocidio”.

El ex policía de 77 años se transfiguró a la hora de decir sus últimas palabras. “Debo exponer en mi doble condición de prisionero de guerra y detenido político”. “Este juicio ha sido instalado como un rompecabezas para niños bobos o grandes avivados. Ustedes van a condenar a un enfermo. Como dijo Borges, ustedes no son el juez supremo, que nos espera después de muerto”, les señaló a los magistrados. “No sé rendirme y después de muertos tendremos mucho que hablar”, les advirtió. “No es este tribunal el que me condena, sino que son ustedes los que se condenan”.

Curiosa actitud del hombre que torturó y asesinó a tantos enfermos, ancianos y niños. Según él, su accionar estuvo dirigido por un mandato divino, una especie de mesianismo que lo impulsaba a depurar una sociedad que, tal vez, giraba demaisado hacia la justicia social, para su gusto. Como dice Sandra Russo, en aquellas épocas "era necesario meterles picana a los prisioneros hasta desmayarlos o matarlos, aniquilar familias enteras, secuestrar y robar niños, protagonizar esa obra maestra del terror. El régimen necesitó a los monstruos para implantar en las fuerzas de seguridad un modelo de militar sin escrúpulos ni humanistas ni religiosos, hombres a los que no les temblaba el pulso para picanear a mujeres embarazadas, para torturar a la esposa delante del esposo o para fusilar prisioneros en fugas fraguadas".

En la foto, Etchecolatz aparece besando un crucifijo, mientras se lee su sentencia.
¿Habrá algún descargo por parte de la Iglesia Católica ante semejante un sacrilegio tan flagrante? No lo creo. Al fin y al cabo, los monstruos de la dictadura actuaron bajo las bendiciones de los monstruos del clero, que santificaban las armas y visitaban los campos de concentración, avalando la muerte, la tortura y el asesinato.

Lo más terrible es que muchos monstruos siguen libres entre nosotros. Libres y sin el más leve atisbo de arrepentimiento. Etchecolatz sigue sosteniendo que en la Argentina no hubo campos clandestinos de detenidos-desaparecidos, y que lo que hubo fueron campos ocultos, “como en toda guerra”.

"Los monstruos siempre están esperando el momento de demostrar que son monstruos, porque en el fondo están orgullosos de serlo. Y por eso son monstruosos".

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Esto ha sido todo por hoy. Desde las primaverales callecitas de la Misteriosa Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista acosado por los recuerdos de esos monstruos.

2 comentarios:

Señorita Cosmo dijo...

Uh! yo justo escribí sobre los monstruos ayer también!

Anónimo dijo...

no alcance a firmarte "allá" por eso lo hago "aca"... mosntruos monstruosamente monstruosos, muy bueno tu blog.
como va todo por las callecillas de la misteriosa Buenos Aires??? espero que todo vaya bien... besos desde Monterrey México

Novelas de Carlos Ruiz Zafón