sábado, 2 de septiembre de 2006

¿PARA QUÉ SIRVE LA VIRGINIDAD?

"Bienaventurados los castos
porque tienen la gracia divina
y la ocasión de dejar de serlo
a la vuelta de la esquina."
Sapientísimos versos de Joan Manuel Serrat que son, en realidad, una cabal declaración de principios.
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Confieso que al tema de hoy lo voy a tratar "de oídas". Si hablamos de virginidad, la perdí hace tanto tiempo que casi ni me acuerdo lo que es.
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La virginidad ha sido desde siempre un tesoro invaluable, en tanto estuviera depositado en el cuerpo de la mujer. La castidad del varón, por el contrario, representa antes que nada un desvalor, blanco de burlas mordaces y demás humillaciones. La mitología tanguera, las leyendas románticas, el imaginario medieval, están plagados de historias en las que las heroínas lo son en función de la pureza de sus respectivas partes íntimas. Pureza que, una vez mancillada, ha dado origen a las tragedias más encumbradas de la literatura universal. Recuerdo, a modo de ejemplo, una película del '71: "Adiós, hermano cruel" (basada en la tragedia isabelina "Lástima que sea una puta", de John Ford). Época del Renacimiento, Mantua, niña etérea y hermano lalala, que no pueden sustraerse a los goces del incesto, y una familia noble y acaudalada que no se preocupa tanto por el repentino embarazo de la niña como de la necesidad de ocultarlo. La niña es ofertada al noble Soranzo quien se siente honrado y acepta desposarla, ignorante del regalito que ella llevaba en la pancita. Es por eso que, cuando descubre el engaño, reúne a toda la familia de la niña en su palacio con la excusa de un banquete y, ayudado por sus esbirros, lleva a cabo una de las matanzas fílmicas más espectaculares de las que tenga memoria. Ni punto de comparación con las carnicerías berretas de "Martes 13" y sus sucedáneos.
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¿Para qué sirve la virginidad? Jamás he logrado comprender ese orgullo pueril por ser "el primero". Entre los gays ¿tiene el mismo valor?
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Yo la perdí a los doce años y en absoluto fue una experiencia traumática. Tuve suerte en realidad y de allí mi escasa información en lo referente a las bondades estado virginal. Desde entonces hasta la fecha, he conocido a (y huído de) decenas de vírgenes inexpertos (e inexpertas) que buscaban en mí a un tutor que los instruyera para lograr, si no un doctorado, al menos una tecnicatura en ciencias hedonísticas. Hubo solo tres excepciones, dos de las cuales respondieron a cuestiones vinculadas exclusivamente con el amor. Hecha esta salvedad, el oficio docente en el ámbito de la cama es una tarea que no me seduce en absoluto. Porque considero que, en las artes del sexo, no hay maestros. Cada cual debe buscar sus propias emociones y placeres sin necesidad de mecenas. Por lo demás, eso de enseñar cuando se trata de disfrutar me resulta por completo aburrido, salvo (insisto a riesgo de parecer cursi) que el móvil sea el amor y no solo el placer.
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Completando quizá la idea de Serrat, lo mejor que podría sucederle a un o una virgen es dejar oportunamente de serlo. Y me río al imaginar los rechazos moralistas que tal aseveración pudiere ocasionar. Pero solo invito a los lectores a reflexionar sobre el asunto.
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Por supuesto que soy padre y no pretendo que mis hijos salgan ahora a buscar pareja para "debutar". No soy tan irresponsable. Nótese el "oportunamente" que deslicé como al pasar en mi sentencia. Ese "oportunamente" significa "cuando el cuerpo y la mente estén maduros para medir consecuencias y también para disfrutar con plenitud". Porque el sexo no es el cuco que la moralina católica nos ha impuesto desde su origen. El sexo es libertad. Es belleza y armonía. Es derecho y hasta obligación para todo aquel que quiera ser íntegro y feliz. Con la mesura acorde a sus edades, eso es lo que pretendo transmitirles a mis hijos.
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Mi experiencia es otra cosa. A raíz de su intrínseca particularidad, mi debut sexual no puede ni debe ser tomado como modelo. Es obvio que, a los doce años, ni mi cuerpo ni mi mente eran aptos para medir consecuencias. Simplemente tuve la suerte de coincidir en deseos con un par, con otro ser de mi misma edad, tan curioso, tan libre y tan inconsciente como yo. Lo demás es anecdótico.
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Con las salvedades del caso, descreo de la valoración que se le endilga a la castidad y veo en ella solo una herramienta útil para mantener vigente un esquema machista de poder. No quiero eso para mis hijos. Sobre todo porque es una filosofía que obliga a unos y a otros a vivir en y del engaño, pues no todo lo que brilla es oro. Un chiste que escuché anoche ilustra mis dichos mejor que mil palabras:
"Una madre lleva a su hija angelical al médico porque se queja de molestias en la entrepierna. El facultativo la examina y determina:
- Su hija tiene el clítoris como el capuchón de un bolígrafo.
- ¿Por qué, doctor? ¿Lo tiene azul?
- No. Lo tiene todo mordido"
CHAN.
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Eso es todo por hoy. Desde Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un reportero que no le pone cinturón de castidad ni siquiera a sus ideas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

JA JA JA muy bueno el chiste, y excelente tu flog del hoy.. me siento muy afortunada de haber perdido mi virginidad con la persona que amaba, a su vez, esa persona tambien la perdio conmigo.. es una bella hsitoria de amor que duro 5 años.. hasta que tuvo que acabar (no porque nosotros quisieramos) si no por en donde nos coloca la vida.
Otro punto: para el hombre es preferible que su pareja sea virgen o casarse con una mujer virgen, pero visto desde la mujer, esa espera para entregar la virginidad al "hombre de nuestra vida" vale realmente la pena??? el sexo con amor y responabilidad es delicioso!!! como para perderlo tanto tiempo por un hombre con ese tipo de ideas.
Que tengas un excelente inicio se semana..
BESOS

Gustavo López dijo...

Perdón..., hablar de virginidad y poner esa estampita al lado del título del post????

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