jueves, 19 de octubre de 2006

TÁCTICA Y ESTRATEGIA DE LA SORPRESA


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¡NO ME GUSTAN LAS SORPRESAS!!!!! Y con esta declaración ya puedo ver a mis amigos más cercanos desparramados por el suelo, agarrándose la panza y carcajeándose a mandíbula batiente. Dada la fecha, ellos saben muy bien en qué se inspira el posteo de hoy.

Que no me gustan las sorpresas, entonces, no es secreto para nadie que me conozca. Y creo tener buenas razones para que esto sea así.
Tengo ya casi 45 años ¿verdad? OK. Y en todo ese tiempo no he recibido ni una sola sorpresa que me haya dejado (por lo menos) medianamente satisfecho. Ni hablar de las que derechamente me desagradaron tanto o más que lamer un helado de vómito.
Con seguridad, lo primero que vendrá a la mente del ocasional lector es que soy un tipo demasiado exigente. No descarto esa posibilidad. Ni siquiera me avergüenza. Pero lo cierto es que todo aquel que pretenda sorprender gratamente a otro debería prestar atención a los siguientes cuatro puntos, a mi criterio, estrictamente necesarios para que la empresa alcance su objetivo con éxito.

1) La SORPRESA en sí debe consistir en algo que el agazajado considere INEQUÍVOCAMENTE como un bien valioso.
No se trata de regalar (por ejemplo) un objeto que "a mí" me gustaría tener. Hay que pensar (sí o sí) en el otro y no en uno mismo. ¿Qué sorpresa sería para mi hija de trece años una invitación para ir a ver la última película de Woody Allen, cuando apenas está superando su adicción a los melodramas de Disney? Y hago hincapié en la palabra INEQUÍVOCAMENTE porque también suele suceder que para el sorprendido hay cosas que tienen valor pero no están a la cabeza de sus prioridades. Cuando uno prepara una sorpresa, debe apuntar al puesto más alto de esa lista. De lo contrario, correrá el riesgo de malograr tanto esfuerzo.

2) La SORPRESA debe buscar el placer del sorprendido y no satisfacer estrictamente sus necesidades inmediatas.
De preferencia, se debe poner el acento en algo que éste desee con ansias pero se halle fuera de su alcance. Allí reside la esencia misma de lo sorprendente: en recibir algo que, por lo inaccesible, ya forma parte de las grandes o pequeñas utopías. Por ejemplo, en mi caso, una cena con Serrat. Todos los inviernos, suelo necesitar algún suéter, pero como es algo necesario, ya me las arreglaré para comprar alguno. En cambio, un buen libro siempre quedará a la saga de las opciones (por aquello de "primo manggiare, dopo filosofare").

3) La SORPRESA debe involucrar un mínimo de sacrificio para el oferente pero no para el receptor.
Éste es un punto que la mayoría de los que se aventuran a preparar una sorpresa no suelen tener en cuenta. Por ejemplo, si la sorpresa consiste en regalarle a su mujer un viaje a Europa (para darle al tema un poco de glamour... ya sé que es muy probable que usted no sea capaz de regalarle siquiera un paseo por la costanera), lo ideal en que no deban pasarse (ud y su señora) el resto del año comiendo fideos hervidos para equilibrar las finanzas. Al menos no sin el consentimiento previo de ella (llo cual arruinaría la sorpresa, es cierto). Me he visto, en más de una oportunidad y a raíz de una sorpresa "inoportuna", en la obligación de asumir responsabilidades que, de mil amores, hubiera querido rechazar.

4) Por todo lo dicho anteriormente, una SORPRESA debe ser el resultado de una cuidadosa búsqueda. No debe presuponerse que el supuesto sorprendido será presa fácil.

En fin, como puede deducirse de lo precedente, soy un tipo difícil al cual conviene no "sorprender", habida cuenta de que no suelo controlar mis reacciones. Antes bien, soy partidario de la consulta previa y tener la opción de elegir. En todo orden de la vida.


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Eso es todo por hoy. Desde las primaverales callecitas de la Misteriosa Buenos Aires, se despide Víktor Huije, ya preparado para asistir en el día de mañana al concierto de Niña Pastori, en el Gran Rex, uno de los teatros más importantes de la ciudad.

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1 comentario:

Araña Patagonica dijo...

ultimamente a mi se me puede sorprender con cualquier cosa: desde un viaje a europa hasta que me cocinen el plato de fideos...
ya pasará (???¿¿¿)
Un beso.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón