jueves, 27 de julio de 2006

EL BARBA NOS ESTÁ ADVIRTIENDO



En la tarde de ayer, Buenos Aires fue azotada por una inusual tormenta de granizo. Autos destrozados, techos caídos, catorce heridos hospitalizados, cortes de luz, celulares sin señal, una línea de subterráneos fuera de circulación. Hacía mucho tiempo que los porteños no sufríamos tan dramáticamente un fenómeno climático.

Yo acababa de salir del ciber. Caminé dos cuadras y empezó el bombardeo. De un momento a otro, el asfalto se tiño de blanco, la gente corría buscando refugio y los autos se subían a las veredas para ganar un sitio debajo de los árboles o los toldos. Tuve la suerte de encontrar la puerta de un locutorio abierto y allí me metí. Pero fue suerte a medias. Sentada en una silla junto a la vidriera, había una señora mayor (también refugiada) que no hacía más que rezar y pregonar a los cuatro vientos: "¡El Señor nos está castigando! ¡El Señor nos está castigando!". Al principio me pareció chistoso, pero al cabo de quince minutos, la tormenta no amainaba y la señora seguía con su letanía, a la que poco a poco le fue agregando nuevos elementos. "Tanta bomba. Tanta bomba" repetía la señora con no poco ritmo bailantero. Consideré seriamente la posibilidad de salir a la calle y exponerme al traumatismo de cráneo, con tal de no seguir escuchando al heraldo del apocalipsis.

Pero ¿quién sabe si la señora no tenía algo de razón?

Hace unos meses, leí una noticia que pasó sin pena ni gloria. Parece ser que un asesor en medio ambiente del gobierno norteamericano fue cuestionado por "cajonear" unos informes que establecían la relación entre las obras realizadas por las petroleras y el calentamiento global. Incluso ese "señor" (desgraciadamente no recuerdo su nombre ni su cargo exacto) llegó a declarar que "el calentamiento global no existe", que es una entelequia creada por los grupos conservacionistas. Obviamente, todo quedaba claro cuando uno se enteraba de que, antes de ocupar su puesto en la administración Bush, el hombre había sido uno de los principales lobbystas de las empresas petroleras texanas. O sea, lo pusieron en ese lugar para que hiciera exactamente lo que estaba haciendo. O sea, los poderosos no comenten errores.

Más claro, échenle agua. El granizo de ayer, el verano en pleno julio que reina en todo nuestro territorio y toda la larga serie de desarreglos climáticos que azota al mundo entero tiene que tener una razón.

A los señores empresarios les importa un comino el calentamiento global. Son capaces de vender a su madre por tener un punto más de utilidades a fin de año. Así talan bosques para sembrar soja, contaminan los terrenos con cianuro y otros venenos para extaer oro, trasladan sus industrias al tercer mundo para que la falta de controles ecológicos les permita abaratar costos... Aunque el planeta estalle antes de que nazcan sus bisnietos.

Los políticos no hacen nada porque una buena política económica da más votos que una buena política ecológica. Eso de la desertificación del planeta es algo para lo cual falta mucho y ellos tienen que ganar las elecciones este año. Sin contar las coimas por hacer la vista gorda, que no son un asunto menor.

Y la gente en general, los habitantes de este bendito planeta, nos dividimos en tres grupos bastante dispares. Por un lado, los pocos que tienen plena y fundada conciencia de la importancia de cuidar la naturaleza y se esfuerzan por hacer docencia dentro de sus posibilidades. En segundo lugar, la multitud de seres en el mundo que no tienen idea de lo que significa el efecto invernadero, porque están demasiado ocupados en buscar la manera de seguir comiendo y respirando. O sea, subsistiendo como pueden. No les podemos pedir a estas personas que se preocupen, además, de la conservación del planeta más allá de los recaudos por que no les caigan los misiles yankies, israelíes o libaneses por la cabeza. Y en tercer lugar, estamos el resto de los mortales, los que no somos ni políticos, ni grandes empresarios, ni activistas verdes ni seres humanos perseguidos por las guerras o las miserias más extremas.

Nosotros, ¿qué hacemos para resguardar el planeta?

Yo, nada. Y no es algo de lo que me enorgullezca.

2 comentarios:

bullet with butterfly wings dijo...

Hace unos años estuve trabajando de traductora para Greenpeace, al principio pensaba que eran uno hippies exagerados, pero leyendo los documentos que tenía que traducir, comparandolo con lo que en realidad pasa (el verano que empieza en octubre por ejemplo por mi tierra, o esta alemania tropical con la que he tenido que lidiar ultimamente)y el calentamiento global, los deshielos, las emisiones de carbono, no son una cosa preocupante, son terriblemente-preocupante-alarmante-deseperanzadoras.
Y los países más chicos que con nuestra propia industria, contaminamos menos, firmamos el procolo de Kyoto, pero ellos,los contaminantes depredadores, lo rechazan. se descartan. Imperialismo ambiental? esclavismo?vamos definitivamente retrocediendo en la linea del tiempo.

Señorita Cosmo dijo...

Bueno, algo aunque sea poquito se puede empezar a hacer.
No usar aerosoles, no comprar bolsas de residuo, separar los cartones de la otra basura, cuidar el agua, no usar pieles.
Son cosas que serán chiquitas, pero que hace veinte años no se le ocurrían a nadie.
Hay gente que puede hacer algo más.
Usan papeles reciclados, no comen carnes, ahorran al mango energía.
Y yo siento que el movimiento de alguna manera va creciendo.
Muchos adolescentes de hoy día son mucho más concientes de lo que era yo cuando era adolescente.

La otra que queda, es ponernos a rezar con la loca de la vidriera, jaja!

Novelas de Carlos Ruiz Zafón