viernes, 15 de julio de 2011

El dulzor de la obviedad



No hace falta aclarar que soy hombre de moco fácil. Pero a veces, aunque cueste imaginarlo, la mariconada me aflora con mayor fluidez que de costumbre. Una de esas veces fue justamente la tarde de ayer. Lugar: el “Salón de las Provincias” del Honorable Senado de la Nación.

Quienes vamos por la vida muy orondos y plenamente orgullosos de peinar canas sabemos que no abundan los momentos memorables, de esos que uno atesora en su memoria para sacarlos (a modo de comodín) cuando la pena arrecia. Hasta ayer, yo pensaba que (en lo que al matrimonio igualitario concierne) el gran hecho que recordaría de por vida sería el de aquella madrugada del 15 de julio de 2010 cuando, abrazado a este tipo maravilloso que carga sobre sus hombros la cruz de soportarme, veíamos por televisión el panel electrónico que daba cuenta del triunfo de la justicia y de la igualdad. Habíamos estado toda la tarde frente al Congreso Nacional, esperando ese desenlace pero, por puto que uno fuera y por contento que estuviera, al día siguiente había que laburar. Volvimos a casa al divino botón, claro está, porque nadie podía descansar con semejante expectativa. Obvio que lloré como hacía mucho que no lloraba. Pero esa vez eran lágrimas dulces. Y les mandé mensajitos de texto a todos mis amigos, sin que me importara que me putearan por la hora. Hacía frío pero de pronto apareció una satisfacción desconocida hasta entonces que me (nos) abrigaba desde dentro.Eso fue hace un año. Pero ahora he de sumar una nueva razón para emocionarme en el recuerdo. La de ayer fue una tarde mágica que no le irá en saga a la otra, la primera.


La invitación provino de la mismísima Diputada Nacional Vilma Ibarra, autora junto a la Diputada (mandato cumplido) Silvia Augsburger del proyecto de ley que finalmente se aprobaría en el recinto del Senado, para gloria y honor de la sociedad argentina toda. Parecía cosa sencilla: una conmemoración llevada adelante por ocho oradores y una entrega de diplomas a la postre, a modo de reconocimiento por la labor aportada a la causa, aplausos y todos a casita. Pero claro, “lo sencillo no es lo necio”, Nano dixit.

La primera sorpresa que me esperaba en el salón fue la presencia de mi querido y admirado tocayo, Víctor Hugo Morales, tal vez el periodista más respetable por esta parte del orbe, mal que les pese a algunos. Al verlo entrar al recinto supe que aquella reunión no sería una más. La otra sorpresa fue la presencia de la gobernadora Fabiana Ríos, justamente (por justicia y por justeza) reelecta en nuestra provincia más austral. El resto del panel estaba formado por las dos autoras y promotoras de la ley, por el querido Esteban Paulón, presidente de la FALGBT, César Cigliutti, Martín Canevaro, Sebastián Sabini y Jean Wyllys, estos dos últimos, legisladores del Uruguay y del Brasil respectivamente.El acto comenzó con unas emotivísimas palabras a cargo de Víctor Hugo y con un aun más emotivo video que recopilaba las escenas e imágenes más representativas de aquella jornada histórica. El morocho que estaba sentado a mi lado parecía no querer ser indiscreto pero no podía dejar de mirarme. Estoy seguro de que habrá sido un espectáculo patético el ver cómo mis mocos disputaban a mis lágrimas el camino hacia la alfombra. Después fue el turno de las diputadas, que abundaron en agradecimientos a todas las personas que trabajaron en beneficio de la ley. También me hicieron llorar. Cigliutti (más allá de un error histórico muy grosero como es el de afirmar que el General Perón regresó a la Argentina en el 67) reivindicó la osadía de aquellos putos históricos del FLH que plantaron bandera e hicieron punta en esto de la defensa de los derechos LGBT cuando salir del armario era prácticamente un suicidio. Canevaro (que se extendió tal vez un poquito demasiado) hizo más agradecimientos y abogó por la sanción de la Ley de Identidad. El congresista brasileño realmente no sé qué dijo porque él no habla ni jota de castellano y yo no entiendo ni jota de portugués, así que (¡Ayúdame Bruno Bimbi!) me quedé en Babia. Pero la naturaleza es sabia y (ley de las compensaciones mediante) al diputado uruguayo le entendí todo. Con un oportuno pie que le diera Víctor Hugo, planteó la cosa como un virtual empate 1 a 1 (ellos tienen Ley de Identidad y nosotros Matrimonio Igualitario) y abogó para que el partido termine, por lo menos, 2 a 2.

A continuación fue el turno de Esteban, al que se notaba con ganas de ser medido y sobrio. “Sé que no es sencillo, pero voy a tratar de no excederme de los cinco minutos pautados” dijo. Nadie le creyó y tampoco pudo cumplir. Es que había tanto por agradecer, tanta gente a quien mencionar, tantas organizaciones y tanto laburo por resaltar que era imposible resumirlo en pocos minutos. El trabajo de la FALGBT fue una columna central en la construcción del Matrimonio Igualitario y era imprescindible poner en relieve el carácter colectivo de dicha construcción. Mientras otros hablaron simplemente de “otras organizaciones”, Paulón las puso en primer plano y destacó la proeza de la lucha desigual entre las orgas de la FALGBT y las huestes de Negre de Alonso y sus secuaces. ¡Bravo por Esteban!


Y a los postres de los discursos llegó Fabiana Ríos. Huelga decir que su participación en esta historia fue fundamental. Pero ella, al frente de su humildad, prefirió bajarse del podio y mostrarse como lo que es: una mina de pueblo (perdonen por mi falta de ecuanimidad pero muchas veces me dan ganas de mudarme al fin del mundo tan solo para tener el placer de sentirme representado por las autoridades locales). En apenas cuatro minutos, sus palabras fueron un resumen de lo que tantas y tantos hubiéramos querido decir. Aquí se los dejo:


Ceremonia sencilla dije. Ceremonia en la que se dijeron, quizás, cosas más que obvias: que la sanción de la Ley de Matrimonio Igualitario había sido un avance hacia una sociedad más justa, que a partir del 15 de julio de 2010 el Estado abrió las puertas de la dignidad para todas y todos, que este logro no es un mero triunfo local sino también una inspiración para todos los países de la región que también trabajan por una legislación que reconozca los derechos de las personas LGBT, que de aquí en más nos enfrentamos a otros retos como la aprobación de la Ley de Identidad de Género (de la cual Ibarra dio la primicia de que empieza a tratarse en el Congreso a partir del próximo 14 de agosto), el debate por la Ley de Aborto, el perfeccionamiento de la Ley Antidiscriminatoria... Nada que los que allí estábamos no supiéramos. Nada que los que allí estábamos no hubiéramos dicho o escrito hasta el hartazgo durante los últimos años.

Obviedades, sí, pero... ¡puta madre!... ¡Qué rico se sentía escucharlas una vez más!

Rico porque ahora ya no son una utopía. Rico porque ahora ya quedó demostrado que la igualdad, la dignidad y el respeto son anhelos posibles.

IGUALDAD – DIGNIDAD – RESPETO tres vocablos que son mucho más que palabras. Son los cimientos sobre los que se sustenta todo lo que somos y lo que siempre fuimos: seres humanos divinamente diferentes y esencialmente iguales al resto de los mortales.

Y obviamente, seres humanos orgullosos de asumir nuestra divinidad y nuestra esencia.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las frescas callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que ayer (a pesar de haber extrañado la notable ausencia de María Rachid, protagonista -si las hubo- de esta maravillosa trama) se sintió feliz. Eso nada más. Y nada menos.


1 comentario:

Anamaría dijo...

¡¡Bien ahí!! amigo Víctor, para celebrar más igualdad, más libertad, y más fraternidad. Todo eso es más ciudadanía.Muchas gracias por tu buen reporter. Celebro tus lágrimas de emoción.
Compartimos admiración por F.Ríos.
Ahora hay que ir por la batalla cultural.
Besos

Novelas de Carlos Ruiz Zafón