miércoles, 28 de febrero de 2007

HIJAS

Virginia Soledad nació bajo el signo de Virgo. Nombre y zodíaco confabulados en una fatal alegoría de lo que sería su breve existencia de mariposa. Se fue a los once días. Según los médicos, a causa de una serie de malformaciones internas de origen genético. Por mucho tiempo, yo (que suelo ser partidario de la lógica y la razón pero tengo mis contradicciones) no pude convencerme de que no se trataba de un castigo a mi homosexualidad.
Poco puedo decir de Virginia, salvo que era una beba preciosa a la que nunca pude sostener entre mis brazos y que tal vez nunca fue conciente de que ese señor que le cantaba cuando la sala de cuidados intensivos de neonatología quedaba desierta e introducía su mano por la puertita de la incubadora para acariciarla era su papá.
La vida tiene esos sinsabores pero siempre equilibra la balanza. Sería muy injusto de mi parte no reconocerlo.
Casi tres años después llegó Lara y todo fue diferente. Cuando la enfermera me la puso entre los brazos lo primero que pensé fue "Ahora no me puedo dar el lujo de morir" y el mundo recobró su sentido. Se acababan así tres años de angustias e incertidumbres. No sólo porque era mi hija y estaba sana, sino también porque Lara era una copia fiel de su hermanita, como si la naturaleza hubiera querido darnos una nueva oportunidad.
A Lara sí la sostuve entre mis brazos, la llené de besos hasta el cansancio (el de ella), le canté canciones de cuna, le hice cosquillas, le di la mamadera, le cambié los pañales, la mostré al mundo con orgullo, la llevé a la plaza y al colegio, la cuidé cuando estaba enfermita, le compré golosinas... y todos los etcéteras que se les puedan ocurrir.
En el día de ayer, la nena cumplió 14 años y para mí es la más hermosa entre las hermosas. Es la versión mejorada de su madre, tanto en belleza como en inteligencia. Es una campanita histriónica que aun busca a la que quiere ser.
También tiene mucho de mí: gestos, pensamientos, intuiciones, ironía. Aunque (como buena pisciana) vive suspendida a veinte centímetros del suelo. No obstante, cuando las circunstancias lo ameritan, baja a la tierra y practica cirugía mayor sin anestesia. Así fue como, la semana pasada, me dio una noticia que no por esperable fue menos consternante. "Tengo novio" me dijo a continuación del saludo como quien dice "la comida está lista". Unos días sin verla y me salió con este martes 13. De todas maneras, soy un duque y piloteé la situación con altura y dignidad. Dueño de cada uno de los músculos de mi rostro, me mostré jovial e ingenioso. No era cuestión de echar por la borda una reputación de padre moderno, tan bien ganada a lo largo de tantos años. Sonriente, con mirada cómplice y tonito juguetón, le pregunté nombre, edad, domicilio, profesión de los padres, escuela en la que estudia, hábitos y características físicas de ese facineroso adolescente que osa meterse con mi nena. Obvio que no fue tarea simple obtener una respuesta. Manteniendo mi estilo payasesco, hasta me tuve que tirar al suelo con el puño en el pecho, amenazándola con que me clavaría una daga en el corazón si no me respondía. Luego tuve que presionarla para que me mostrara una foto. "No tengo ninguna" me dijo la muy desfachatada, como si yo hubiera podido creerle. Cuando por fin accedió, aparecieron en la pantalla de la computadora no menos de 75 imágenes de un escuálido mozalbete de 16 años con la gorra adherida al cráneo, facciones ordinarias, espalda corva, ropa enorme y un ojo de cada color. ¡Sí! Tal como lo leen, el susodicho tiene un ojo pardo y el otro verde. "Oia, como un siberiano!" fue mi comentario. Inútil fue tratar de explicar que no le estaba llamando "perro" a su noviecito, sino que se trataba solo de una desafortunada asociación de ideas. Por suerte el enojo le duró poco (más bien su piscianidad le hizo olvidar que debía permanecer enojada) pero no quiso brindar más información, en tanto yo empezaba a cuestionar la educación que le hemos dado: ¡no puede ser que mi hija tenga tan mal gusto!
Sea como sea, la nena se me está transformando en mujer. Se le están borrando las pecas y "su mundo de muñecas pasó veloz y ligera como una primavera en flor" (Nano dixit).
A pesar de que yo la siga viendo pequeña, el tiempo no se detiene ni siquiera para darme un irrelevante gustito. A pesar de que su carita me siga trayendo a la memoria la de mi Virginia, la que nunca pudimos mecer entre los brazos.
Cuesta pero tengo que aprender a disfrutar de esta Lara adolescente que hemos criado con tanto amor. Estoy orgulloso de ella, la amo con todo mi corazón y sé que ninguno de esos pendejos que la codician podrá quererla jamás tanto como yo. Tal vez ella no lo sepa, pero YO SÍ.

Esto ha sido por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que no le teme a la competencia de ningún Fernando... o como quiera que se llame.

6 comentarios:

Araña Patagonica dijo...

viste, querido amigo, como cuesta dejar de verlas como nenas, para pasar a verlas como mujer.. y que rápido pasa ese lapso, casi sin darnos cuenta.
particularmente, mi hija está por cumplir los 13.. y a pesar de lo orgullosa que estoy de ella, duele pensar que ya no es "mi nena", mi unica nena.. pero bueno, es el ciclo de la vida..
un beso grande y te felicito.. es una hermosura de mujercita..

ReinaDeSalem dijo...

Esos celos de papá...

Nadie va a ocupar tu puesto..., siempre será "tu nena"..., y ningún Fernando, o como se llame, estará por delante ;-)

Mil besos.

Gustavo López dijo...

El tema es cuando vengan los noviecitos...

Anónimo dijo...

Araña: es cierto que crecen demasiado rápido. Es mentira que uno los ve crecer: cuando se quiere dar cuenta, ya crecieron!!!

Su Majestad: sí que soy celoso de mis hijos, pero lo disimulo muy bien, je je.

Guz: ¿A qué novios te referías? ¿A los de la nena o a los míos? ja ja ja (el mío ya forma parte de la familia y ayer se fue con la nena de shopping e hicieron de goma la tarjeta!!!!!).

Gustavo López dijo...

Los de la nena, obvio.

Gustavo dijo...

Muy tierno. Y muy linda la nena.
Ella sabe que es un lujo un papá como usted, aunque no se lo diga.

Un abrazo desde esta ciudad que no tiene misterio, solo un genocida de visita con 2500 alcahuetes alrededor.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón