viernes, 23 de febrero de 2007

TIJUANA, MARRUECOS Y TOKIO EN UNA SOLA CONFUSION

Hoy la excusa puede ser el cine.

Debo confesar que fui a ver esta película impulsado por una escueta sinopsis a cargo de mi amigo Bellota y por la presencia de Brad Pitt y Gael García Bernal (pa' qué les vua mentir?). Sin embargo, apenas comenzada la proyección, mis intereses se concentraron en otros aspectos, más cinematográficos y existenciales.

"Babel" es una película de confirmaciones. Confirma que Alejandro González Iñárritu es un excelente director, que Prieto es un fotógrafo de una calidad y sensibilidad maravillosas, que Santaolalla por suerte llegó a Hollywood para quedarse y que Brad Pitt está más jovato que nunca pero igual raja la tierra. Babel es más de lo que esperaba ver. Mucho más.

La Torre de Babel fue una construcción de tipo zigurat que es mencionada en la Biblia. Según se narra en el capítulo 11 del Génesis, los hombres pretendían, con la construcción de esta torre, alcanzar el cielo. Entonces Yahveh, para evitar el éxito de la empresa (que se oponía a su propósito de que la humanidad se extendiera por toda la superfiecie de la Tierra, se multiplicara en ella y la sojuzgara) y para castigar al hombre por su soberbia (supuestamente la de los hombres, no la de Yahveh), hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes lenguas, luego de lo cual reinó la confusión y se dispersaron, dando origen a las diferentes lenguas que se hablan hoy en día.

Y "Babel" es eso: cuatro historias unidas entre sí por una misma tragedia, la incomunicación entre las personas y la incomprensión entre las diferentes culturas.

Las imágenes son las grandes protagonistas. La desolación del desierto marroquí, la miseria de su gente (observada por los turistas a través de los vidrios de un bus con aire acondicionado como si de un zoológico se tratara), la vacuidad en el interior de las casas, los rostros polvorientos, las miradas desesperanzadas. Jamás hubiera imaginado que vería a Cate Blanchett meando!. La alegre pobreza de Tijuana, el sojuzgamiento de su gente que debe ingresar a los EEUU como ilegales para poder sobrevivir, la impresión del pequeño niño yanqui ante el degüello de una gallina y el descubrimiento precoz de un mundo real que nada tiene que ver con su lujoso departamento californiano. La fastuosidad del hormiguero tecnificado de Tokio, la desesperación de una adolescente japonesa sordomuda que busca desesperadamente sexo como si de ello dependiera su sanación, la impotencia de su padre que no logra comunicarse ni con lenguaje de señas ni con sofisticados celulares.

Si me preguntan les contaré que salí del cine muy angustiado. Pero no por la tragedia de los personajes de la película sino por la diaria tragedia de los personajes de mi propia historia y la de los que me rodean. Esa historia en la que uno lucha continuamente por comunicar lo que siente y lo que piensa sin la certeza de que el otro lo comprenda o lo respete. Esa historia en la que uno lucha continuamente por liberarse de prejuicios y poder comprender o repetar lo que piensa y siente el otro.

Luego del cine, vino una cena (casi romántica) que culminó con un episodio que mi marido me prohibió explícitamente que contara en público. Pero todavía rondan por mi mente las imágenes de un mundo dividido e intolerante que es capaz de desatar tragedias innecesarias y que serían perfectamente evitables, si mediara solo un poco de cordura y solidaridad entre los que tienen y los que no, entre los que pueden y los que no... entre los que no quieren y los que solo anhelan.


*******************************************************

Esto ha sido todo por hoy.
Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que solo trata de comunicar lo que siente y lo que piensa.


*******************************************************

No hay comentarios.:

Novelas de Carlos Ruiz Zafón