sábado, 3 de marzo de 2007

SEPARADOS AL NACER II


Hay algo en la doctrina católica que siempre me generó desconfianza y es esa mansedumbre que trata de infundir en sus feligreses (y los pobres suelen ser los más permeables), a fin de evitar que se rebelen contra el poder de turno y lograr que acepten las miserias terrenas con la promesa de una felicidad que llegará (si son dóciles y obedientes) después de la muerte. Si lo piensan bien, no está mal la artimaña (estos curas no son ningunos giles). No en balde, desde Constantino hasta la fecha y solo con contadas excepciones, los que detentan la autoridad y la fuerza siempre se aseguran de hacer buenas migas con los acólitos del Vaticano.

Cuando yo era chico, el papa se llamaba Pablo VI, un tipo flaquito y con cara de rata que me daba miedo. Los mayores solían recordar la bondad de su antecesor, Juan XIII, pero Pablo no me parecía que fuera tan bueno y con los años, luego de leer un poco de historia, confirmé mis sospechas. En el 78, asumió Juan Pablo I, al que llamaron "el papa de la sonrisa". Este sí me caía simpático pero (según dicen) lo asesinaron al mes de haber asumido y fue sucedido por Juan Pablo II (se ve que no tenía muchas ganas de elegir un nombre más original). El nuevo papa era polaco y, según se decía en un principio, de izquierda. ¡Nada más reñido con la realidad! Karol Józef Wojtyła, a lo largo de veintipico de años de papado, encumbró a lo más reaccionario de la iglesia católica (lo cual no es moco de pavo, considerando que se trata de una institución cuyo poder ha sobrevivido veinte siglos gracias a alianzas y artilugios bastante reñidas con la moral que predica). Tanto es así que el actual jefe vaticano es un ex miembro de la Juventudes Hitlerianas que, en su carrera de honores eclesiásticos, se ha destacado por sus ideas ultraderechistas. Qué quieren que les diga... a mí el solo verlo me produce escalofríos. Tiene una sonrisa tenebrosa y sus ojos serían los del mismo diablo, si existiera en realidad. Encima, tuvo el descaro de asumir el papado con el nombre de Benedicto. ¿Bendito por quién? ¿Por Lucifer?

¿Será acaso que el amor de Dios lo ha redimido y ha limpiado su alma de todas esas ideas de aniquilamiento, racismo, soberbia y discriminación que supo detentar antes de sentarse en el Trono de Pedro? ¡No me jodan!

Benedicto XVI odia.

Y nos odia particularmente a nosotros, los que hemos asumido una sexualidad distinta a la que quiere imponernos la cultura occidental y cristiana. En el 81, Juan Pablo II nombró a Ratzinger Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, conocida como el Santo Oficio de la Inquisición hasta 1908, cuando Pío X decretó el cambio de nombre (supongo porque ya le daba un poquito de vergüenza evidenciar que semejante institución seguía en actividad). Bajo su prefectura se dictaron escritos con consideraciones sobre la discriminación de las personas homosexuales (1986), y "Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral de las personas homosexuales" (1992), y acerca de la postura de la iglesia católica rechazando los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales (3 de junio de 2003).

Fue también el responsable de desarticular la "Teología de la Liberación" (que floreció durante la década del 70, tenía un carácter contestatario contra el imperialismo y cuyos principales defensores murieron bajo las balas de las dictaduras que las Curias locales bendecían) y de prohibir el ejercicio de la enseñanza en nombre de la Iglesia a teólogos disidentes como Hans Küng. En sí, encarna la facción más retrógrada de una iglesia que no ha descollado por sus principios de vanguardia.

En realidad, me había sentado frente a la computadora con intenciones de hablar de otro célebre personaje de la iglesia, querido por el pueblo y protegido por el establishment, cuyo costado oscuro pocas veces ha salido a la luz.

Pero me fui al carajo con la introducción. Así que cambio la foto y dejo para más adelante lo que había pensado para hoy. Esta que encontré cuadra más con lo que escribo. ¿No es sorprendente el parecido? Cuanto más miro la imagen, más me maravillo.

Claro que, entre el Emperador de Star Wars y Ratzinger Z hay una diferencia sustancial. Antes de usurpar el trono imperial, Palpatine ocultaba sus verdaderas intenciones y la jugaba de buenito. El papa, en cambio, siempre fue (y demostró ser) un hijo de puta. Lo cual no deja de ser una cualidad.

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Esto ha sido todo por hoy. Desde las lluviosas callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que, a fuerza de mediocridad, no fue aceptado ni siquiera en el Lado Oscuro de la Fuerza.

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5 comentarios:

Gustavo López dijo...

Estem... casualmente he hecho un pequeño post que no creo se contradiga con todo lo que bien que sintetiza el tuyo.

Lo de separados al nacer es maravilloso!!

Saludos.

Gustavo dijo...

Che botija, te dejo un abrazo porque no tengo tiempo para leer, que es mucho, ya veo.
Después vengo y comento, aunque ya me estoy cagando de risa por las fotos.

Gustavo dijo...

Ya leí este post, sigo con los de más abajo.
El parecido físico es escalofriante. Casi tanto como el accionar de ambos.

¿Cómo que no lo aceptaron en el lado oscuro de la fuerza?
¡Yo lo acepto en el lado oscuro de la web!
¡Dígales!

Señorita Cosmo dijo...

Es que si esgrimimos su propia advertencia, esa que dice que "el demonio se oculta en los lugares más insospechados" (o algo así), y nos ponemos a pensar en las situaciones maléficas en las que se ha visto envuelta la iglesia católica a través de los siglos, podríamos fácilmente suponer que el demonio se oculta detrás de ella y que el mismísimo anticristo está detrás de cada Papa.

A mi el tipo este, Benedicto, me da la sensación de que tiene "feo olor". Como a rancio.

facu. dijo...

Fue mi primo de ocho años, el que, al ver al bene asumir dijo "quien es? el emperador palpatine?". En la familia le quedo ese apodo al nuevo papa salido del medioevo.

El articulo como siempre muy bueno.

un saludo.

facu

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