lunes, 31 de marzo de 2008

LA IMPORTANCIA DE LLAMARSE...


Según mi DNI, mi verdadero nombre es Víctor Humberto. Y está será la única vez que lo admita en público.

Para mi infortunio y por razones que no viene al caso ventilar ahora, las tías y abuelas desecharon, desde el mismo día de mi alumbramiento, el uso de mi primer nombre y adoptaron el segundo como representativo de lo que yo sería en el futuro. No contentas con eso, pronto transformaron el Humberto en Humbertito y, de allí, al simple Tito (con sus resonancias de conventillo y mecánico de barrio) no hubo más que un paso. Sin embargo, mi espíritu acuariano se manifestó férreo desde la más tierna infancia. Cuentan las tías viejas que el apodo me enfurecía, tanto como a los demás les divertía mi enojo al grito histérico de "¡Ya te DIJÍ que no me llamo Tito!" Y desconozco si con el tiempo el chiste de hacer rabiar al nene para que conjugara mal el verbo dejó de ser gracioso o mis conocimientos gramaticales fueron en aumento, lo cierto es que Tito quedó sepultado en el arcón de los recuerdos.

Aún así, Humberto sobrevivió todavía algunos años más, resistiendo con no poco sacrificio los embates de un Víctor que bregaba desde mis entrañas. Como era de esperar y tal cual lo expresa su etimología, Víctor terminó triunfando y la familia tuvo que aceptar mi verdadera identidad, la que yo había construido, la que me representaba cabalmente. La última batalla se libró en el corazón de mi abuela cuando yo tenía doce años, una tarde en que un compañero de escuela fue a buscarme a casa y ella lo despachó convencida de que "acá no vive ningún Víctor". Mi furia fue tal que, de allí en más, nadie volvió a cuestionar el nombre que yo había elegido desde siempre.


Salvando las distancias abismales, recordaba esta anécdota personal tras leer un artículo de Mauro Cabral publicado en el suplemento SOY de Página 12, el pasado 28 de marzo. Para quien no lo leyera, resumo torpemente: la sociedad "progre" de nuestros días sigue vulnerando el derecho a la identidad de las personas trans, exigiendo una serie de requisitos (reñidos todos con el concepto de diversidad) para poder reconocerlas y reconocerlos como quienes son: mujeres y hombres que han construido una identidad de género diferente a la que los estereotipos quisieron imponerles.

Hoy en día (en el mejor de los casos, cuando no se cierra en sus prejuicios atávicos y apunta con el dedo), la sociedad puede condolerse del infierno que vive la directora cordobesa que clama por el reconocimiento legal de su femineidad y hasta festeja el triunfo de Naty, la adolescente de Villa Dolores que obtuvo de la Justicia nuevos documentos, que atestigüen su condición de mujer, y la autorización para someterse a una intervención de reasignación de sexo. En todos los casos, el reconocimiento de la identidad debe ser precedido necesariamente por el sufrimiento. En los términos del propio Mauro Cabral: para que esta cultura de los derechos humanos le reconozca a alguien (¡siempre a posteriori!) su derecho a ser hombre o mujer, primero hay que haber sido declarado disfórico, transexual verdadero o portador del Síndrome de Harry Benjamin. ¿No sería más sencillo y más justo reconocer la identidad que cada quien elige, sin más ni más? La sociedad progre sigue atada a conceptos de lo femenino y lo masculino que ha heredado, sin cuestionamientos, de la cultura estereotipante y heterosexista a la que dice renunciar.

Así aparecen los que se arrogan la autoridad de establecer quiénes deben ser considerados hombres y quiénes mujeres. Siempre ignorando conceptos básicos relacionados con el género y sus diferencias con la genitalidad, ignorancia manifiesta tanto en el sentido de no saber de su existencia como, lisa y llanamente, en el de hacer caso omiso de ella. El ejemplo de mayor actualidad: el hombre trans de Ohio (cuya condición de hombre ha sido reconocida incluso por la justicia local) que está embarazado y dará a luz en julio próximo. Aun quienes valoran el coraje de la pareja para llevar adelante semejante empresa también alzan la voz para afirmar que él no es un hombre porque ha conservado sus órganos reproductivos "originales". Para quien suscribe, pura ignorancia reaccionaria, aunque esté sazonada de buenas intenciones.

A mí, ser Víctor solo me costó una década de berrinches. A las personas trans e intersex se les va la vida sin que se respete su derecho a ser quienes son en realidad, sin condicionamientos retrógrados ni juicios de valor.


Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije. La historia de esa "k" y ese apellido quedará para otra vuelta...

jueves, 20 de marzo de 2008

Curiosas prácticas de masturbación

Antes se decía que la masturbación traía problemas de memoria y no me acuerdo qué otra cosa... Pero no es cierto!

En el video que presento a continuación (que llegó hasta mi correo gracias a los buenos oficios de mi amigo Bellota Caravagio, alias Walter Ibañez) el Dr. Sigmund Winston nos demuestra cuan importante es dedicarle tiempo al amor propio.

Aprovechad, niños y adolescentes del tercer milenio, que cuando Bellota y yo éramos jóvenes no teníamos a nadie que nos diera una mano en estas cuestiones. Advierto además a los espíritus impresionables que el video que sigue presenta algunas imágenes de crudeza inenarrable que bien podrían herir ciertos pilares de la masculinidad. Particular mención merece por supuesto la escena de Bobby con el pepino.


Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que hoy se siente más turbado que nunca.

martes, 18 de marzo de 2008

¿Te pensás que somos tontos, papá?



Dentro de la comunidad LGBT, sin duda soy un privilegiado: recibí la bendición de tener dos hijos.

Mi salida del armario con ellos fue de lo más natural. En realidad nunca me preguntaron nada directamente. Yo me separé de su mamá cuando el más chico tenía 4 años y la más grande 7. Me fui a vivir a Chile con mi pareja de entonces y, si bien ellos nunca lo conocieron en persona, vieron sus fotos y siempre supieron que vivíamos juntos.

El tema fue cuando regresé a Buenos Aires en el 2003. El varón tenía ya 7 y la nena 10. Comenzaron a conocer a mis amigos y pegaron muy buena onda con todos ellos. Cuando en el 2005 conocieron al que es actualmente mi pareja tampoco preguntaron nada, si bien es evidente que en mi casa hay solo una habitación y solo una cama grande. Amén de que la casa está llena de fotos nuestras en las que estamos abrazados y en actitud francamente "matrimonial". Ellos se acostumbraron a ver que para dormir, mi pareja y yo nos acostamos juntos y que siempre andamos juntos para todos lados, a las fiestas familiares, al cine, a las fiestas del colegio... Una tarde, hace año y medio más o menos, haciendo compras con mis hijos, a mi hija le llamó la atención el culo de una chica y me hizo el comentario, a lo que el nene respondió: "Justamente a papá le vas a preguntar... como si le interesaran los culos de las minas". Lo dijo con toda franqueza y sin ninguna intención maliciosa.

Yo me quedé helado y no supe qué decir, pero unos meses después, mientras él jugaba a un juego de computadoras que se llama "Los Sims", creó una familia integrada solamente por dos hombres. Uno de ellos (según lo que él mismo me dijo) gustaba de los "señores gordos" a lo cual acotó: "¿Viste, pa? Vos también tenés posibilidades" y se rió. Entonces, le pregunté por qué decía eso y su única respuesta fue: "Ay, pa, te creés que mi hermana y yo somos tontos" y me abrazó furtivamente como para dejar en claro que estaba todo bien.

A las pocas semanas, mi hija vino a visitarnos y mirando una foto en la que mi pareja y yo estamos abrazados dijo: "La verdad que hacen muy linda pareja".

O sea, nunca lo hablamos explícitamente porque considero que no fue necesario. Es algo que lo han aceptado naturalmente. De hecho, la madre (con la cual tengo una excelente relación e incluso es gran amiga de mi actual pareja) jamás les transmitió una imagen negativa. Solemos reunirnos a cenar todos juntos, ver películas en casa, ir al cine o de paseo y no es poco frecuente que andemos todos abrazados por la calle o de la mano, como sucede en toda familia. Para ellos, Víctor (mi marido se llama igual que yo) es un integrante más de la familia. Hace unos meses, mi hija (adolescente al fin) se metió en un lío bastante serio y recurrió a mi pareja para solucionarlo. Ambos tienen una excelente relación con él.

Ellos saben que yo militaba en una organización de defensa de los derechos de la diversidad sexual e incluso, en más de una ocasión, me ayudaron a preparar material sobre derechos de la diversidad sexual en el ámbito de la provincia de Buenos Aires.

Tanto su madre como yo hemos hecho lo posible por educarlos sin preconceptos y también hemos tenido que luchar contra el entorno y nuestros propios miedos y miserias. Ella y yo tuvimos en realidad tres hijos. La primera fue una nena y falleció a los pocos días de nacida a causa de malformaciones congénitas. Fue muy duro luchar contra la idea de que su muerte era un "castigo divino" por haber osado irrumpir en un ámbito que nos está vedado a los homosexuales e incluso consideré la idea de no volver a tener hijos. Afortunadamente, no lo hice y hoy puedo decir con orgullo que tengo dos soles que me alegran la vida. Los amo y me aman. ¿Qué más puedo pedir?

Este testimonio fue publicado originalmente en la nota "Palabras más, palabras menos: hijos e hijas de lesbianas y gays" en el suplemento "Soy" del diario Página/12 del 14 de marzo de 2008.



viernes, 14 de marzo de 2008

¿Será que muere el amor?


Yo soy de los romanticos que prefieren pensar que se convierte en otra cosa... Solo que no estoy muy seguro de en qué otra cosa se puede transformar.

Esta semana, después de más de cuatro años, me reencontré con el que en su momento fue "el amor de mi vida", ese mismo amor que yo consideraba como cúlmine e infranqueable, ese tras el cual yo bajaría las persianas de mi corazón, convencido de mi incapacidad de volver a sentir algo semejante por otro hombre.

El nuestro fue un amor de novela, un amor loco que luchó contra todos los convencionalismos y contra todos los presagios (razonables en su totalidad) de fracaso inevitable. Un amor que (a su manera) salió airoso y ahora volvió a juntarnos (por efímero que fuese el encuentro) en una nueva circunstancia, en una escena diferente y transformado en un nuevo sentimiento que rehuye a las etiquetas. Quedó atrás la historia del Príncipe Azul y el Ceniciento. He dejado de creerme Carrie Bradshow y él, por cierto, nunca ha sido Mr. Big. Superada está para siempre la etapa de las lágrimas y los lamentos, ese funesto pero inevitable período en el que todo se derrumba y uno no alcanza a vislumbrar un horizonte que anuncie el nuevo y necesario reinicio de la vida.

Después de cuatro años las cosas no suelen cambiar tanto, pero a veces sí. Somos los mismos y no. Nuestras respectivas cotidianeidades han transformado la sustancia pero no la esencia de nosotros mismos. Algunos kilos de más y otros de menos (no pienso aclarar quién es quién en este ítem), nuevas actividades, nuevos amigos, nuevas parejas (devenidas, hoy por hoy, en "el amor de la vida" de cada cual), nuevas ideas, otras aggiornadas, algunas desechadas para siempre... pero en el fondo sigue presente esa mirada que a uno le da la tranquilidad de saber que (hace años) no estuvo tan equivocado. Eso es bueno. Lo que vino después pierde relevancia y queda claro que una ruptura no siempre es un fracaso.

Contrariamente a lo que pudiera suponerse, no hubo grandes emociones ni aspavientos. Mucho menos carrera en cámara lenta y abrazo con revoleo final al son de una música cebollosamente melosa. Fue un reencuentro sencillo y fugaz, plagado de recuerdos e historias adeudadas. Fue (ni más ni menos) el reencuentro de dos personas que alguna vez planearon un futuro de a dos en base al profundo sentimiento que los unía.

Años atrás ese sentimiento se llamaba AMOR. Hoy no me atrevería a ponerle un rótulo. Solo puedo afirmar que se trata de otra cosa, de otro sentimiento que también involucra conexión, apego, ternura, complicidad... pero ya sin esa comunión y esa necesidad del otro que, a su tiempo, nos embargó el corazón para después estrujarnos el alma. Porque está claro que, cuando el amor se transforma en esa otra cosa, duele.

En nuestro caso no sé cuándo sucedió (porque tampoco es un fenómeno espontáneo) pero así fue. ¡Gracias a dios! De otra manera nadie sobreviviría al amor y es un hecho que, hoy por hoy, tanto él como yo gozamos de buena salud y seguimos apostando a la felicidad.

Vaya pues este beso en prosa para un hombre que amé y que me amó. Sé que me amó. Y que nuestros respectivos amores actuales no se pongan celosos, que no es la idea. Solo deseo para ellos que (a pesar de ser algo grato para el alma) jamás sepan de qué se trata este sentimiento extraño que hoy tan torpemente he tratado de traducir en palabras. A Carrie jamás le hubiera sucedido algo semejante.


Eso ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que ha sabido amar y, día a día, se esfuerza por seguir aprendiendo. Aunque no compre zapatos en Prada.

sábado, 8 de marzo de 2008

Marguerite Yourcenar


En el día de hoy se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la Mujer y yo no quise estar ausente de la celebración. Pero no quise caer en lugares comunes como el de recordar a las heroínas de Chicago, si bien merecen el homenaje de todo ser sensible a la lucha y al valor de la libertad y la dignidad.

Elegí en este día recordar a una de las mujeres que, sin siquiera sospechar mi existencia, dejó su marca indeleble en mi historia personal. Estoy hablando de Marguerite Antoinette Jeanne Marie Ghislaine Cleenewerck de Crayencour y Cartier de Marchienne, más conocida como Marguerite Yourcenar.

Nació en Bruselas, Bélgica, el 8 de junio de 1903. Su madre murió a los 10 días de su nacimiento por complicaciones en el parto y fue educada por su padre en una finca en el norte de Francia. Leía a Racine y a Aristófanes a los ocho años, su padre le enseñó latín a los 10 y griego clásico a los 12. A partir de 1919, empieza a firmar como Marguerite Yourcenar, que más adelante sería registrado legalmente como su nombre. Su primera novela, "Alexis o el tratado del combate estéril" fue publicada en 1929. Su mejor amiga en ese momento, la traductora Grace Frick, la invita a Estados Unidos, donde dará clases de Literatura comparada en el Sarah Lawrence College de la ciudad de Nueva York. Yourcenar y Frick se hacen pareja en 1937 y permanecen juntas hasta la muerte de Frick en 1979 a consecuencia de un cáncer de mama.

Hasta aquí un poco de su biografía. Pero siempre pensé que las biografías no suelen decir mucho de las personas. El hecho de que ella haya sido la primera mujer que fuera aceptada como miembro en la misógina Academie Française no es nada más que una anécdota, comparada con la profunda sensibilidad y la filosofía de sus escritos. Las biografías son apenas un listado de hechos históricos que, en general, no se sumergen en la verdadera esencia de la persona que buscan retratar. Tampoco pretendo eso con estas líneas.


Una de sus más grandes obras, "El Laberinto del Mundo", su autobiografía, comienza diciendo "El ser que llamo yo vino al mundo..." y yo, que venía de leer "Memorias de Adriano" (una novela que marcó un antes y un después en mi visón de la realidad) constaté que la Yourcenar sería para siempre un faro, esa luz que en medio de la tormenta me indica que la tierra firme nunca está tan lejos. Rescato algunas frases de "Memorias...":

No soy de los que afirman que sus acciones no se le parecen. Muy al contrario, pues ellas son mi única medida, el único medio de grabarme en la memoria de los hombres, y aún en la propia mía”.
No desprecio a los hombres. Los sé vanos, ignorantes, ávidos, inquietos, capaces de cualquier cosa para triunfar, para hacerse valer, incluso ante sus propios ojos, o, simplemente, para evitar sufrir. Lo sé: soy como ellos, al menos por momentos, o hubiera podido serlo. Sólo en un punto me siento superior a la mayoría de los hombres: soy a la vez más libre y más sumiso de lo que ellos se atreven a ser. Casi todos desconocen por igual su justa libertad y su verdadera servidumbre”.
La inmortalidad de la raza se consideraba como un paliativo de la muerte. Se hablaba de Gloria, bella palabra que dilata el corazón, pero con miras a establecer entre ella y la inmortalidad una confusión falaz, como si la huella de un ser fuese lo mismo que su presencia”.
Una parte de cada vida, y aún de cada vida insignificante, transcurre en buscar las razones de ser, los puntos de partida, las fuentes… Cuando los cálculos complicados resultan falsos, cuando los mismos filósofos no tienen ya nada que decirnos, es excusable volverse hacia el lejano contrapeso de los astros”.
Y la que más me gusta, tal vez por su cauto optimismo:

El desorden triunfará, pero de tiempo en tiempo también el orden. No todos nuestros libros perecerán; se repararán nuestras estatuas rotas...”

¿Entienden el por qué de la idea del faro?


Vaya pues, desde este humilde sitio, desde el húmedo rincón donde moran mis sentires, mi reconocimiento y mi agradecimiento a una grande entre las grandes. Y, a través de ella, a todas las mujeres (tengan o no vagina) que luchan, día a día, por defender su dignidad humana y su derecho a pensar y a amar, sin aceptar el yugo de los que intentan reprimir a la que llevan dentro.


Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que jamás habrá de desdeñar su faceta femenina.

jueves, 6 de marzo de 2008

Cumpleaños de A.S.H.A.


Hace poco menos de un año, en silencio y sin demasiada alharaca, un grupo de mujeres y hombres decidieron unirse para trabajar en beneficio de sus derechos como homosexuales y como sordos. Con humildad y empeño, ASHA se ha puesto en marcha y ha plantado su bandera de lunas multicolores en un espacio vacante en el espectro de la diversidad.

Después de un año que no ha sido fácil llevar adelante los objetivos de la asociación, ASHA nos invita a todas y a todos a compartir su primer cumpleaños. Una fiesta merecida, sin duda, en la cual habrán de celebrarse, no solo la amistad y los derechos que les son propios, sino también la alegría de vivir y el deseo de derribar las barreras de la comunicación.

Y estamos todas y todos invitados porque ellas y ellos no discriminan a los oyentes. Desde este sitio, convoco a la comunidad toda (gay o no) a dar ejemplo y a demostrar que somos merecedores de esa confianza.

La cita será el día 19 de abril de 2008 en el UAS, ubicado en la calle Cuenca 1750 del porteño barrio de Villa del Parque, a partir de las 21 hs. Habrá cena con una entrada general de 40$. Ya se pueden hacer las reservas ingresando a la página web de la asociación (http://sordosgayles.blogspot.com/) o comunicándose, vía mail, a infoasha07@googlemail.com.

Solo es de esperar que, esta vez sí, las demás organizaciones LGBT se hagan eco de la convocatoria y pongan el hombro, para que las chicas y los chicos de ASHA puedan constatar que no están solos en su lucha.

Eso es todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que el 19 de abril estará en Villa del Parque como un sordo más.

sábado, 1 de marzo de 2008

Complejo de Macho


Les propongo una especie de encuesta.

1) En una reunión social ¿de qué modo se sientan habitualmente?
a) Con las piernas bien abiertas.
b) Apoyando el tobillo de una pierna sobre la rodilla de la otra.
c) Cruzando las piernas y manteniéndolas bien juntas con el torso en perfecto ángulo recto.

2) ¿Cómo hacen pis?
a) De pie y apoyando una mano en la pared.
b) De pie y sosteniéndose el pene con las dos manos.
c) Sentado.

3) Cuando ven un partido de fútbol por TV, ¿a qué le prestan más atención?
a) Al deseo de que pierdan los “patadura” del equipo contrario.
b) A la belleza y la riqueza táctica del juego.
c) A las piernas de los jugadores.

4) ¿Qué es lo que más detestan de las películas de amor?
a) Simplemente que existan.
b) Que generalmente muestren una visión edulcorada de la realidad.
c) Que siempre logren que se les corra a ustedes el maquillaje.

Todos sabemos que existe una especie de catálogo respecto del comportamiento de los gays. Desde una perspectiva radicalmente machista y a causa de haber hecho de otros hombres el objeto de nuestro deseo, se espera de nosotros que adoptemos actitudes femeninas. Cae así sobre nuestras humanidades todo lo execrable que el macho común depara a las féminas, sin gozar necesariamente de los aspectos positivos que la honda misoginia le permite admitir. De este modo, los que respondieron preferentemente con las opciones “a” podrán considerarse verdaderos machos y los que respondieron con las opciones “c” serán considerados unas locas irredentas. Una simplificación escandalosa que, sin embargo, suele dejar a todos tranquilos, seguros de mantener el control de cierto “orden establecido” en el que lo masculino es una categoría dominante.

Sin embargo, la vida cotidiana nos puede presentar el caso (por dar solo un ejemplo) de algún barrabrava que, después del partido, busca sexo en el baño público de alguna estación de trenes. O el de alguna loca de tacos altos que noquea de un cross de izquierda a algún agresor homófobo. Porque la vida real tiene la libertad de no regirse por los estereotipos y hace de la diversidad su mejor perfil.

A juicio de quien suscribe, a lo largo de los siglos esta concepción de la masculinidad no ha sido más que un arma política en manos de los elementos retrógrados de la sociedad para segregar a aquellos que se apartaran de la norma. Una mera forma de reprimir conductas que la ignorancia y el mesianismo les señalaban como pecaminosas, decadentes, corruptas e inmorales. Y como arma, muchas veces, ese pretendido disvalor conduce (aun hoy) a hechos de sangre y de muerte. Los ejemplos abundan.

No obstante, cabe preguntarse: ¿qué posición asumimos nosotros mismos, miembros de esta comunidad LGBT tan ecléctica, ante esta categorización que nos estigmatiza?

Mi experiencia (siempre limitada a la porción del mundo con el cual tengo contacto diario) no es muy alentadora y supongo que la de ustedes habrá de correr la misma suerte: la mayoría de los gays con los que he tratado el tema se hacen eco del discurso discriminatorio.

No hace mucho, en una reunión social, uno de los asistentes (sentado con las piernas bien cruzadas y apretadas y formando perfecto ángulo recto con el torso) afirmaba: “Yo respeto a los que les gustan las plumas, pero no los soporto”. “Si quieren ser locas, tienen todo su derecho pero que no se me acerquen”. “Si uno nació hombre, es antinatural querer ser otra cosa”. Perfecto resumen de un discurso que he escuchado demasiadas veces y sitúa a la homofobia como una patología difundida también entre los gays.

Si alguien opina que se trata de un caso aislado, se equivoca. Este tipo de actitudes es por demás habitual. Las palabras se distancian de los hechos y se pretende adoptar una posición políticamente correcta, sin darnos cuenta de que todo es solo una pantalla para no asumir que caímos en la trampa de confundir dignidad con prejuicio.

¿Qué importancia tiene la masculinidad? ¿A partir de qué lógica o ética se estableció el catálogo de las actitudes que son masculinas y las que no lo son? ¿Es un hombre más o menos hombre por ser más o menos masculino? ¿La masculinidad nos hace mejores personas?

A ver si nos entendemos: no existe idea más reñida con el concepto de “macho” que la de un hombre teniendo sexo con otro hombre. Entonces, ¿a qué viene ese denuedo de muchos gays por defender una ideología que nos perjudica y, sobre todo, no podrá representarnos jamás como seres humanos que somos? Porque confiar en que una manifiesta masculinidad nos hace menos vulnerables ante el atropello de quienes nos estigmatizan es negar la esencia misma de quienes somos. Es vivir una realidad paralela. O padecerla, ya que cualquier traspié nos pondrá cara a cara con ese escarnio al que tanto tememos. ¿O acaso algún gay puede afirmar que jamás se le cae alguna pluma?

Mi idea no es la de traer respuestas esclarecedoras porque no las tengo. Es más: cada quien tendrá las suyas. Considero, eso sí, que aquellos gays que hacen causa común con quienes nos discriminan no se han dado el tiempo de reflexionar acerca de la temática y no se animan a (o no quieren por vaya uno a saber qué razones) cuestionar esas “verdades” dogmáticas que nos han inculcado desde la más tierna infancia. ¿Pereza? ¿Miedo? ¿Idiotez? ¿Extraña conveniencia? Fueran cuáles fueran las razones, está claro que somos nosotros mismos (los gays) los que tenemos el desafío de empezar a romper con la cultura que nos han impuesto para poder vislumbrar un entorno más amigable (el de nuestros pares) en miras de alcanzar el logro mayor: un mundo en el que lesbianas, heterosexuales, gays, travestis, afrodescendientes, personas con capacidades diferentes y un larguísimo etcétera podamos vivir en paz, siendo valorados solo por nuestra condición humana, más allá de nuestras capacidades o elecciones de vida.

Esto ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad al que le gustaría mucho conocer sus opiniones.

Novelas de Carlos Ruiz Zafón