lunes, 17 de enero de 2022

Cuernos a la Carnegie Hall


A veces las reseñas cinematográficas nos engañan. O se quedan solo en la superficie del argumento y no nos hablan de lo que hay verdaderamente en lo más profundo de la trama.

Dicen de Florence que se trata de una COMEDIA, basada en la vida real de Florence Foster Jenkins, la peor cantante lírica que haya pisado el escenario del Carnegie Hall. Dicen que la película trata sobre el amor verdadero, los principios, la ambición, el arte y el valor del dinero... ¡Patrañas! El tema central del guión gira alrededor del amor (sí) pero en tanto marca la difusa línea que existe entre la fidelidad y la lealtad.

Hace un tiempo, charlando sobre el tema en una reunión familiar, una amiga de mi hija me puso involuntariamente contra las cuerdas con una pregunta a quemarropa. "Decime la verdad, con la mano en el corazón, ¿vos perdonarías una infidelidad?". En ese momento mis ideas estaban claras, pero preferí callarlas para no comprometer a terceras personas muy cercanas a mi corazón.

Claro que esas ideas no siempre estuvieron tan claras como lo están ahora.

En otras épocas, yo también defendía a rajatabla el principio de fidelidad sin concesiones, esa máxima moral según la cual una vez que me jurás amor eterno tu sexualidad se transforma en mi trofeo exclusivo. Mío, mío, mío y solo mío. Todos hemos sido educados con esa certeza y nadie es capaz de identificar el momento en que el bichito de la fidelidad represora se acomodó triunfalmente entre sus verdades inobjetables. Pero, ¿quién dijo que dejás de amarme por el solo hecho de acostarte con otra persona? ¿Cuáles son los fundamentos a partir de los cuales uno pierde dignidad por ser cornudo? ¿Qué autoridad moral me da derecho a juzgar tus errores y debilidades?

La película de Florence nos presenta a una millonaria, amante de la lírica y con aires de artista, que ha fundado un club donde campean los aduladores y los oportunistas que, a cambio de alguna ventaja, dan rienda suelta a los aplausos y a los panegíricos. Pero el verdadero motor de la trama es el marido de Florence, St Clair Bayfield, quien articula una bien aceitada maquinaria tendiente a ocultarle a Florence su falta de talento. Ella vive feliz en su mundo de fantasía gracias a su St Clair que, si bien tiene otra mujer (más bella y joven que Florence), se desvela por asistirla y consentirla en sus más pequeños caprichos.

Pará, pará: ¿vos me estás diciendo que St Clair le mete los cuernos y aun así es una buena persona que se desvive por su esposa?

Sip. Eso mismo. Al menos el St Clair de la película.

¿Y cómo es eso entonces? Muy sencillo. St Clair no es fiel pero es leal. El tipo vive por y para su esposa y no hay crisis en la que él no permanezca a su lado, apoyándola, dándole aliento, aconsejándola... Amándola incluso con mentiras.

Un tipo como yo no puede evitar la autorreferencia cuando el tema es tan profundo. El tipo que alguna vez fui ignoraba la diferencia entre fidelidad y lealtad. Sabía que ser fiel es nunca meter los cuernos y que con eso bastaba para demostrar amor. Pero... ¿qué pasa con aquellas personas que no se entregan a la infidelidad solo por miedo o por voluntad de mártir? Si nunca le metiste los cuernos a tu pareja pero te morís de ganas por hacerlo, ¿eso vale? ¿De qué me sirve a mí tu sacrificio moralista? ¿Es necesariamente una prueba inobjetable de amor verdadero? Si vos inmolás tus apetitos en mi nombre, ¿eso quiere decir que vas a estar siempre al pie del cañón toda vez que yo te necesite? El que yo fui alguna vez, creía que sí.

La experiencia y el paso de los años, sin embargo, se encargan de señalar nuestros errores y está en nosotros prestar atención a lo vivido y aceptar con humildad las metidas de pata. La experiencia y el paso de los años me han enseñado que todos podemos flaquear frente al deseo, que tenemos derecho a equivocarnos sin que por ello debamos ser quemados en la hoguera de los reproches y los adioses. Si tuviste la necesidad de estar con otro, busquemos juntos la razón. Quien te dice que no sea también responsabilidad mía. Y si llegamos a la conclusión de que ya no va más, decidamos juntos cómo haremos para preservar lo bueno de nuestra relación.

Hoy soy un convencido de que la fidelidad en el amor está sobrevalorada. ¿De qué me sirve que me seas fiel, si cuando te necesito nunca estás a mi lado? ¿De qué NOS sirve tu abstinencia de otros si al momento de jugártela por nuestra relación mirás para otro lado, si cuando el barco se hunde te salvás solo? La lealtad es lo que vale, pibe, no te dejes engañar por los cantos de sirena moralistas que sembraron en nuestra educación.

St Clair no ha sido fiel. Pero nadie podrá negar que su lealtad para con esa mujer tan desafinada no admite la más mínima duda.

Si tenés un tiempito libre, hacete un mimo y andá a verla. Todavía sigue en cartel. Vas a ver una peli en la que lo trascendente no está en el centro de la escena. Una película en la que Hugh Grant y Meryl Streep se lucen a fuerza de talento (más ella que él, claro está). Una película para disfrutar, reir, moquear y pensar.




Esto ha sido todo por hoy. Desde las templadas y siempre misteriosas callecitas de esta Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que carga cornamentas y lealtades casi por partes iguales.


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