lunes, 17 de abril de 2017

Cercas


Quienes tienen la ventura de serlo saben que ser padre no es sencillo. Se dice por ahí que nadie nos enseña a ser padre, pero lo cierto es que no es así. Nuestros padres nos enseñan y, generalmente, cuando llega nuestro turno, uno opta por seguir su ejemplo o por hacer todo lo contrario. Así surgen historias con héroes y villanos, según sea la visión del hijo que relata. Porque también es cierto que, desde el momento en que se trata de personas diferentes, uno no cría y educa a sus hijos de igual manera. Y en todos los casos, por la misma razón, uno hace lo que puede y no siempre lo que quiere.

Fences ("cercas" en inglés) es una película que, en buena parte, nos habla de esto. Un hombre negro, tratando de sobrevivir junto a su familia en los Estados Unidos de la década del '50. Todo se mezcla: racismo, machismo, principios heteropatriarcales y relaciones entre padre e hijos que no cuajan. Una visión caótica de la vida que se ahorra los estereotipos y nos muestra a un padre que es héroe y villano al mismo tiempo. Una mirada interior que nos interpela, que nos cuestiona acerca de las razones por las que traemos hijos al mundo y qué es lo que estamos dispuestos a darles y a exigirles. ¿Es el de "padre" un título suficiente para imponer autoridad? ¿Cuál es el límite entre el respeto y el miedo? ¿Qué lugar ocupa el amor en la estructura de la familia?

Protagonizada magistralmente por un Denzel Washington que desaparece detrás del personaje y una Viola Davis que se descarna en toda su humanidad, puede que FENCES no sea una de esas películas que a uno lo deslumbran y cuyas escenas quedan grabadas en la memoria. Fiel a su origen teatral, se trata más bien de un film lento y con demasiado parlamento para los estándares del siglo XXI, donde la calidad del cine suele medirse a partir de los efectos especiales y los escenarios descomunales. Aquí no se ven láseres ni una mísera bengalita de cumpleaños. Toda la acción se reparte entre una cocina y un patio de una casa humilde como podría ser la de cualquier familia de escasos recursos. Sin embargo, si uno presta atención a los diálogos y a las voces, si nos dejamos llevar por los gestos y por las miradas de los intérpretes, nos daremos cuenta de que es mucho más que otra obra de teatro llevada a la pantalla grande. Con mayor o menor fidelidad, FENCES somos nosotros mismos como padres, o como los padres que quisimos o los que pudimos ser.







Eso es todo por ahora. Desde las templadas callecitas de la siempre misteriosa Ciudad de la Santísima Trinidad y Puerto de Nuestra Señora de los Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que entiende la vida como un constante desafío en el cual las bajezas y las acciones encomiables no siempre son fáciles de diferenciar


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