Hablando de monstruos y de homofobia, cuando yo era (más) joven escuché una canción de Silvio Rodríguez (¡cuándo no!) que me marcó de por vida. Tanto que comencé a cantarla en todas mis presentaciones y se convirtió en algo así como mi caballito de batalla. Nunca fui un cantante famoso pero tuve algunos seguidores, los mismos que en medio de los recitales solían gritar “¡El güije! ¡El güije!”. De ese modo, poco a poco, el título de la canción comenzó a reemplazar a mi propio nombre hasta que yo mismo oficialicé ese nuevo bautismo y empecé a presentarme como Víktor Huije. La grafía que adopté responde solo a mi ignorancia sobre la manera en que el pueblo cubano se refería a este ser del cual hoy quiero hablarles.
El güije es un personaje mitológico que, en algunos lugares de la isla de Cuba, se ha vuelto popular a través de los mitos y las leyendas. Aunque, hoy en día, no falta aquel que asegura haberlo visto o haber sido víctima de sus trapisondas.
Dicen algunos que es un viejecito no muy alto y de raza negra. Otros aseguran que es un monstruo pequeño, con patas de chivo y cola de caimán, o peludo y con fuertes garras. También se lo ha descrito como un muchachito bajito y negro con ojos saltones. Y así, las descripciones físicas de este ser (que no se sabe si es uno sólo o si es que son varios) varían de acuerdo al narrador. Se dice que vive en la poza de algún río donde el agua nunca llega a desaparecer o en las lagunas, como cuenta la canción de Silvio.
Su comportamiento es muy similar al de un duende. Dicen que es pícaro y maldito, capaz de cualquier cosa. Corre más rápido que los caballos y salta las cercas de piedras de un solo salto. Capaz de desaparecer o aparecer en un cerrar y abrir de ojos.
Algunos solo afirman haberlo visto en algún lugar. Otros aseguran haberlo atrapado. Leí por ahí que una vez unos muchachos estaban jugando a la pelota en un sitio próximo a un cañaveral. Cuando ya el juego iba por la mitad, un muchachito negro se acercó a mirar y se lo invitó a participar del juego. El muchachito jugó largo rato, hasta que los otros muchachos le prestaron atención, le vieron ojos saltones y algo en la boca (tal vez colmillos) que no era natural. Hasta que uno de ellos dijo que era un güije y, acto seguido, el muchachito desapareció dentro del cañaveral. Lo buscaron, pero fue en vano, no se lo volvió a ver.
Este es solo un ejemplo de los cientos de cuentos que se cuentan y ninguno menciona el que este ser haya cometido alguna fechoría seria, algún verdadero daño a alguien. Sin embargo dicen, eso sí, que es capaz de cualquier cosa, pero no sabemos de nada malo que se le pueda atribuir. Se lo describe como un ser que no es humano y son muchos los testimonios que buscan infundir miedo y desconfianza a su presencia. Pero nadie lo conoce ni sabe de dónde viene realmente ni lo que busca. Quizás sea ese su delito, el de ser diferente, el de no encajar en la norma, el de pretender una existencia distinta a la del resto de los seres de la creación. Quizás sea por eso que todos los cuentos terminan en que se lo persigue. Quizás sea por eso que se esconde. Porque sabe muy bien que los “otros” suelen ponerse muy nerviosos frente a lo que no comprenden. Y todxs sabemos en qué pueden transformarse esos “nervios” tan llenos de odio, de ignorancia y de temor.
Eso es todo por ahora. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que alguna vez supo cantarle a ese ser mitológico que (bien sabía) no era otro que él mismo.
Pero también les dejo una versión personal del "maestro" para que no se queden con una mala impresión de la canción, je.
2 comentarios:
Es un niño picaro.. y juguetón..
que linda leyenda..
viste: todos los pueblos las tienen..
un beso y que estés bien
Muy buen blog. Lo visitare seguido.
Abrazos
Publicar un comentario