martes, 26 de junio de 2007

UNO Y DOS



El tango dice que veinte años no son nada y, según esa premisa, ¿qué podrían representar apenas dos aniversarios?

Uno suele cometer locuras, insensateces que no se condicen con la endiosada lógica que pregona. Desconozco la causa de ese proceder y en verdad no me interesa conocerla. Uno se golpea una y otra vez con la misma piedra tal vez porque no queda claro que tratarse siempre y necesariamente de la misma. Uno recibe señales de que posiblemente pueda estar equivocado pero sigue adelante porque hay algo que lo impulsa a agotar todas las instancias antes de aceptar otro fracaso. Uno se ve obligado a cambiar de rumbo en cada encrucijada y la mayoría de las veces no tiene idea de cómo ha llegado hasta allí ni hacia dónde quiere dirigirse. Esos son los momentos en que uno se abre de brazos y, en pos de no quedarse inmóvil, se deja caer en el abismo de la suerte con el atisbo de certidumbre de que la felicidad no se halla a sus espaldas. Uno escala montañas nevadas, atraviesa ríos turbulentos, se interna en bosques encantados, lucha contra los demonios, se hunde en las arenas movedizas, baja a los infiernos... pero siempre con la esperanza de que valga la pena. Uno se amolda a los infortunios y se viste de curitas. Siempre quejándose uno de que sea siempre uno el que deba cargar con la responsabilidad de llegar a donde uno supone que es el final. Y uno lo hace, inconciente de que uno en realidad no es uno.

Cuando uno toma la decisión de cruzar el charco (o la cordillera), cuando uno siente la necesidad de compartir y tiene con quien hacerlo, cuando uno se da cuenta de que su unidad no es más que un dígito que no multiplica ni divide, entonces toma conciencia de que es necesario aprender a sumar, antes de que llegue la hora de empezar a restar irremediablemente.

Hasta ahora, el único modo de lograrlo que uno conoce es el de transformarse en dos con la asistencia de otro uno, asumiendo lo bueno y lo malo que ello implica.

Cada uno, tan derechito y circunspecto, tan simple, tan predecible y vertical, deberá aprender a retorcerse por voluntad propia, a recostarse y a acomodarse a la nueva realidad que el dos, con sus curvas y sus ángulos, con sus arcos y sus horizontalidades, le depara.

Casi nada es fácil en la vida. Y lo que sí lo es suele no tener cotización de relevancia. Por eso, para lograr la transformación es menester el empleo de una fragua que quema y que lascera pero también suelda y templa.


Cuando digo "uno", digo "yo, Víktor Huije".

Cuando digo "dos", digo "Víktor Huije + Víctor Arce".

Apenas dos años pueden parecer mucho (sobre todo si uno es de los que se empeñan en mirar para atrás), pero el amor ofrece una perspectiva diferente cuando hay tanto y tanto camino por delante.


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Eso ha sido todo por hoy. Desde las callecitas de la siempre misteriosa Buenos Aires y padeciendo los efectos de la pitilacea rosa de mi marido, se despide Víktor Huije, un cronista de su realidad que en el día de la fecha celebra su segundo aniversario de merecida y trabajosa convivencia.

1 comentario:

tormentadeletras dijo...

Comprendo perfectamente lo "trabajoso"..de con-vivir!!!
por eso(cobarde yo)elijo seguir cama afuera!!!
SUPER FELICITACIONES POR TU HAZAÑA!!!

pd:desde que empece a leerte hasta hoy ,te has embellecido notoriamente!!

brissas del sur.....

Novelas de Carlos Ruiz Zafón