viernes, 27 de noviembre de 2020

Lucía


LUCÍA 

No pensaba grabar hoy. Pero miren cómo son las cosas... Recibo llamado de la madre de una alumna, muy preocupada por su hija en este año tenebroso y, después de casi cuarenta y cinco minutos de terapia, ella se quedó un poco menos afligida y yo, cargadísimo de angustia ajena (como si no tuviera ya suficiente con la propia).

Respiré hondo y llegué rápido a la conclusión de que tenía que cantar.

Pero ¿qué?

La respuesta llegó rápido y provenía de la misma mamá con la que acababa de hablar. Miro mi celular y leo fugazmente que su estado de Whatsapp decía: "Luna llena arañando el mar".

Obvio que, en contados microsegundos, mi mente voló a 1971, cuando mi hermano Alberto llegó a casa con el LP de Mediterráneo recién comprado. Ese mismo día en que yo, con mis escuetos nueve años, me enamoré del amor. Lo recuerdo tan vívidamente que aun me emociona.

Lucía es una de las dos canciones (ambas de Serrat) que jamás he podido cantar en público sin que se me quebrara la voz. La más bella historia de amor jamás cantada. La más bella historia de amor jamás soñada. La más bella historia de amor jamás deseada.

¡Cuánta confusión toda junta para mi atribulada cabecita de niño! ¡De dónde nacía esa cerrazón en la garganta si de senos apenas conocía lo que decía el diccionario!

Con los años, aprendería acerca de la belleza de lo que jamás se ha tenido. O de la nostálgica pesadumbre por lo que se ha perdido... Y si bien nunca fui un ave de paso, tampoco he sido del todo bello y mucho menos bueno... Tal vez un poco sabio en amores, pero recién ahora que ya se me fueron las ganas de poner en práctica lo aprendido.

Si alguna vez amé...

Aunque haya quien lo pone en duda, sí lo hice. Tuve esa suerte. Pero, en mi caso, el olvido no se ha llevado ninguna mitad. Porque, para algunas cosas importantes, mi memoria sigue estando escandalosamente viva. Con todo lo bueno y lo malo que tiene la lucidez.

Nada que ver... pero me acuerdo de una época en que el querido Ariel Perez Laprade me ponía a prueba y me lanzaba nombres de canciones de Serrat, tratando de encontrar una que yo no conociera o no pudiera cantar, jajaja. Había alguna que otra... pero él nunca la descubrió.

Y es que las canciones de Serrat (más que Serrat mismo) forman parte de mi historia más íntima... de este Víctor que a veces gorgea como oveja y mantiene siempre viva la esperanza de encontrarle un sentido a todo esto (y acá imagínenme haciendo un gesto con la mano, tratando de abarcar el mundo).

Y bueno... ya verán de dónde salió esta grabación de hoy. Mi madre también tenía mucho para preocuparse con un hijo como yo, je.

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